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Una brigada no tan ligera

El único que parece mantener alzada la bandera de los cómic de guerra es Garth Ennis

Una de las viñetas de “Battlefields”.

Como siempre, la decadencia dura hasta que a un autor con talento se le ocurre una historia que revive lo que se daba por cancelado. Creo que es el caso de Ennis con un género tan venerable como el bélico. Tuvo su gran momento durante la IIGM. Los tebeos americanos se llenaron de salvajes nazis y repugnantes japoneses a los que sonrientes héroes pateaban el culo con entusiasmo. Tras el conflicto, una nueva generación decidió que la guerra no era tan divertida. Con Kurtzman a la cabeza, nuevas historias bélicas desmitificaron la clásica idea del ardor guerrero centrando la mirada en el soldado de a pie. Los comics de la EC se poblaron de víctimas y reclutas que luchaban en guerras sin ningún glamour. Decisiones tomadas por políticos ineptos provocaban la innecesaria muerte de miles de inocentes. Esa visión desmitificadora se convirtió en la dominante, incluso después de que las publicaciones de la EC tuvieran que cerrar. Y tuvo una lógica continuación en Blazing Combat, la revista de Warren que dirigió y escribió Archie Goodwin. Empleó el mismo tono anti-bélico de Kurtzman y sus mismos dibujantes, así que puede ser considerado como su más digno sucesor, pero solo duró cuatro números.

Menos atención se le suele prestar al equipo Kanigher-Kubert. Juntos levantaron desde mediados de los cincuenta un conjunto de series bélicas (los Big Five de DC) que culminaron en la creación del Sargento Rock y otros héroes de guerra. Tuvieron tanto éxito que hasta la distinguida competencia se vio obligada a imitarlos, con Sargento Furia y sus comandos aulladores. Furia expresa mejor la intención de aquellos comics. Aunque la guerra se describía como un infierno, las historias eran pura diversión bélica, a la manera de ciertas fantasías cinematográficas como El desafío de las águilas o Los violentos de Kelly. Pero no siempre fue así. El repaso del material bélico de la DC puede deparar grandes y gratas sorpresas. Al lado de divertimentos bélicos encontramos innumerables relatos bien escritos y mejor dibujados y que expresan con honestidad los padecimientos de las tropas en su terrible día a día. Esa tendencia realista no disminuyó cuando Kubert se hizo cargo de las tareas de edición y decidió añadir su famoso “Make war no more” al final de los episodios bélicos.

Crisis del género

Posteriormente hubo conatos de recuperar el género, algunos tan exitosos como el G. I. Joe de Larry Hama, con un enfoque más aventurero, o Nam, ambas en Marvel. Pero en general todo lo relativo a la guerra se ha ido desvaneciendo de las viñetas hasta casi desaparecer. Podrían citarse las aproximaciones “periodísticas” de Joe Sacco y algún otro tebeo que seguro estoy olvidando. Y en España hemos vivido nuestras particulares “hazañas bélicas” con los sucesivos acercamientos a la Guerra Civil, cada uno menos interesante que el anterior, hasta convertirse en referencia de tebeo a evitar.

El único que parece dispuesto a mantener alzada la bandera de los comics de guerra es Ennis, con una cabezonería que le honra. Y un enfoque muy similar al de la línea Kurtzman - Kanigher - Kubert - Goodwin. Criticamos a los mandos y respetamos el valor de los luchadores de a pie.

En las últimas décadas, entre tebeos de Punisher en los que también hacía inteligentes incursiones en conflictos como el de Afganistan, el guionista iba goteando comics ambientados en diferentes momentos históricos. Como el que dedicó a las aviadoras soviéticas y tantos otros. Hace años esas historias eran como caprichos. Claramente le fascinaba la imaginería bélica y en cuanto podía abandonaba la fantasía para sumergirse en la dramatización de sucesos reales. Pero no eran sus mejores historias, muchas resultaban envaradas y sin humor. Pero ha mejorado mucho con los años. Y, teniendo en cuenta que sigue situado entre los mejores guionistas del mundo, eso implica que sus series bélicas han ido escalando posiciones hasta alcanzar esas cimas capaces de emocionarnos, divertirnos y hacernos reflexionar, que muy pocos alcanzan.

En este Battlefields. Por verdes praderas viaja hasta Corea, una geografía que Kurtzman pudo recrear casi en directo, ya que sus historias se publicaron al mismo tiempo que tenía lugar el conflicto que dividió al país en dos. Ennis nos trae nuevos capítulos de una vieja guerra. Tanto los pequeños textos que sirven de introducción a cada parte como el epílogo demuestran su obsesión con estos asuntos, centrado en las declaraciones de los veteranos y su testimonio sobre la experiencia bélica real. Acompañamos a dos tanquistas, muy alejados de los alegres camaradas que componían la tripulación de Haunted Tank. Aquí el humor lo pone la peculiar forma de hablar del curtido protagonista y el sarcasmo que emplean los veteranos que saben que lo que es la guerra de verdad. Volvemos a disfrutar con las penalidades del pequeño grupo enfrentado a oleadas de comunistas que intentan arrollarlos, provocando secuencias tan intensas como la de las granadas de fósforo. Por supuesto, Ennis es muy consciente de que su expedición de rescate con tanques tiene resonancias que nos devuelven a aquella glorificada carga de la brigada ligera. Juega al contraste, acumulando un detalle poco glorioso tras otro, sin perder de vista las heroicidades de unos soldados forzados a hacer lo que sea para sobrevivir.

En fin, estamos ante un trabajo soberbiamente escrito, bien dibujado por Carlos Ezquerra y lleno de pasajes conmovedores y brutales al tiempo.

Battlefields. Por verdes praderas

Garth Ennis y Carlos Ezquerra

Aleta, 80 páginas

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