Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La vida moderna

Detalle de la portada de la edición de "El tránsito de Venus" en Alba.

Admito que supe por primera vez de Shirley Hazzard poco después de su célebre discurso cuando recibió el prestigioso National Book Award en 2003. Habló después de Stephen King, homenajeado por su larga trayectoria, que realizó una defensa cerrada de la literatura popular. La escritora australiana argumentó todo lo contrario con una reivindicación de la alta cultura, con enérgica sencillez.

Nacida en Sydney en 1931, veinte años más tarde llegó a Estados Unidos para trabajar en Naciones Unidas, después de pasar por varias sedes del gobierno australiano en Hong Kong y Nueva Zelanda. En Nueva York se casó con el crítico, biógrafo, traductor y novelista Francis Steegmuller, y con él vivió en París, Inglaterra e Italia. Se quedó prendida de Capri, donde compró Villa Emma, con vistas al Golfo de Nápoles. Esa sinergia, vivida en los tres grandes océanos junto con la salsa mediterránea han formado una escritora particularmente sensible, gran lectora de Platón, Dante, Proust y Auden.

Hazzard admite que el personaje de Dora en El tránsito de Venus, publicada en 1980 y ahora recuperada por Alba traducida por Jesús Cuéllar, es una dosis suave de su madre escocesa, una destructora de sí misma. Su padre, galés, era un alcohólico. Ambos emigraron a Australia en los años veinte.

  • El tránsito de Venus

    Shirley Hazzard (Jesús Cuéllar Menezo, trad.), Alba, col. Contemporánea, 488 págs.

Como escritora precoz de versos, luego transitó hacia la ficción, después de buena lectura, y aunque su obra más conocida es El gran incendio, novela que consiguió numerosos reconocimientos en Australia y en Estados Unidos, la reedición de El tránsito de Venus descubre una novelista ejemplar de una narrativa exquisita. La trama es sencilla. Dos hermanas huérfanas australianas llegan a Inglaterra en los años cincuenta. La apacible Grace, que se casa con un burócrata rico, y la independiente Caroline, que se enamora de un hombre casado y sin escrúpulos, mientras que otro, Ted Tice, la acosa con seducción.

Sobre eso arma un relato sobre los malentendidos de la juventud, con un cadáver sin nombre en la primera página. Hay que estar siempre alerta cuando se lee a Hazzard, porque páginas después sabremos lo que depara el destino a Ted Tice, al mismo tiempo que la escritora va dejando pistas por todos los párrafos, con alguna trampa “para el lector desatento”, como ha dicho alguna vez.

En parejas

El tránsito de Venus es una producción literaria en parejas; dos hermanas, dos hijos enfermos, dos relojes y dos paraguas. Y tres continentes. Un relato simbólico, íntimo relleno de poemas, citas y diálogos inteligentes. Un ejemplo: “-No te estaba criticando, querido amigo. Es solo una cuestión de comunicación. -A la palabra ‘comunicación’ se le dio el ostentoso énfasis que Elphinstone había concedido a ‘problema’”.

Una entrega en cuatro episodios –'El viejo mundo', 'Los contactos', 'El nuevo mundo' y 'La culminación'-, que son el viaje por el amor y sus traiciones, con todo lo que eso conlleva. Con un fin apoteósico, que ya quisieran algunos de los mejores guionistas actuales.

Es un libro precioso que, como dijo Proust, nos provoca nuevos deseos, no solo nuevas respuestas. Literatura moderna en estado puro.

Compartir el artículo

stats