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La pintura de David Hockney contada por él mismo

Un libro escrito con el crítico Martin Gayford durante el confinamiento revela los procedimientos del artista y nos introduce en el universo de su obra

David Hockney (a la izquierda) y Martin Gayford. / FDV

El inglés David Hockney es uno de los grandes pintores contemporáneos. Martin Gayford, por su parte, es uno de los mejores críticos y teóricos de arte a nivel internacional. Juntos ya han publicado uno de los libros más didácticos y entretenidos sobre el arte, “Una historia de las imágenes”, donde analizaban su evolución desde las pinturas prehistóricas hasta las últimas manifestaciones en los medios digitales, alternando la pintura, el dibujo, el grabado o el mosaico, con la fotografía, el collage, el cine y los juegos de ordenador. Además de una misma pasión por el arte, Hockney y Gayford comparten desde hace años una sólida amistad a través de la que intercambian información, opiniones y comentarios de todo tipo. En un libro reciente de ambos autores, “No se puede detener la primavera”, editado también por Siruela, recogen muchos de los mensajes y reflexiones que se han cruzado durante su confinamiento a causa de la covid, un confinamiento que, superados los 80 años, fue para Hockney una etapa de extraordinaria creatividad, como le ocurría a Picasso, uno de sus referentes fundamentales, de quien cita los 35 cuadros que pintó en diez días al final de su vida y que para Hockney son de lo mejor del pintor malagueño.

Algunas ilustraciones del libro, reproducciones de obras de David Hockney.

A principios de 2019 David Hockney adquirió una casa de campo en La Grande Cour, en Normandía, donde estableció su estudio, fascinado por la naturaleza de la zona, el cielo y los atardeceres cada día distintos, el paisaje, la luna llena que volvió a conectar al artista con Extremo Oriente… a pesar de que, según Hockney, los lugares no poseen un interés en sí mismos sino que este está en la persona que los observa. En La Grande Cour le sorprendió la pandemia del coronavirus y el consiguiente confinamiento, que aprovechó para contemplar con más calma el estallido de la primavera que florecía a su alrededor y que capturó en una serie de cuadros que pintaba diariamente, muchos de los cuales ilustran este libro (“El mundo es muy, muy bonito –escribe- pero hay que observarlo con intensidad y detenimiento para percibir esa belleza”). Fue en aquellos días cuando perfeccionó su técnica para atrapar el fluido del agua y las salpicaduras de la lluvia sobre la superficie, uno de los temas recurrentes de su producción. También pintó postales para felicitar la Navidad a sus amigos e ilustraba tarjetas con temas variados, que se reproducen aquí. Sobre estos trabajos y sobre otras obras de arte, antiguas y contemporáneas, con excelentes ilustraciones, tratan ambos autores en una curiosa correspondencia llena de brillantes hallazgos, de agudos comentarios sobre obras de arte, de ingeniosas observaciones “sobre las cosas nuevas que ha hecho y dicho un viejo amigo y las ideas y sentimientos que han suscitado en mi”, en palabras de Martin Gayford. Después de sus experiencias en estudios de espacios cerrados en Los Ángeles, Bridlington o París, el encuentro con la naturaleza en Normandía fue para David Hockney deslumbrante y le proporcionó nuevas fuerzas para redoblar su producción, convencido de que el arte y la creación mejoran con la edad.

Algunas ilustraciones del libro, reproducciones de obras de David Hockney.

Para los aficionados al arte resultarán de interés los hallazgos que ambos autores se intercambian a raíz de sus experiencias, desde el descubrimiento de la revolucionaria teoría sobre la perspectiva del ruso Pável Florenski, a la descripción del fascinante Tapiz que se conserva en la catedral de Bayeux, de setenta metros de largo, sorprendentemente muy bien conservado, que representa detalles minuciosos de la vida entre los años 1064 y 1066. El tapiz inspiró a Hockney una serie de dibujos panorámicos de su jardín, que pintó sobre largos papeles doblados en acordeón. Sus anotaciones sobre los dibujos de Rembrandt, Van Gogh o Klimt, en los que Hockney manifiesta su pasión por el dibujo, y sus reflexiones sobre el color negro a raíz de una exposición de Ad Reinhardt, o sobre las variedades del blanco, así como las relaciones de su obra con la música y la literatura, son otros tantos motivos que recoge este libro que nos va descubriendo en cada capítulo las técnicas del pintor, desde el dibujo en papel a sus experimentos con el iPad, al mismo tiempo que nos introduce en su universo. 

  • No se puede detener la primavera

    David Hockney / Martin Gayford - Siruela

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