La vejez es una edad difícil, no para cobardes. Esa edad declinante, si aún no se desploma, está llena de encantos, no menos que los de la juventud (Séneca). Puede venir con la misma gracia, fortaleza y fascinación que la edad joven (Whitman). Es llevadera y no hay nada que reprocharle, con tal de que sepa defenderse a sí misma (Cicerón). Envejecer, morir, no es el único argumento de la vida. Escribir sobre -y desde- la edad mayor unas hojas perecederas otoñales es escribir sobre la vida, sobre el buen vivir. Y eso es lo que hace Alfredo Fierro, catedrático emérito de Psicología, en Senectud.