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Tereixa Constenla Periodista y escritora

“Escribí para afrontar mejor el duelo por la muerte de mi marido”

“Quería racionalizar ese volcán de emociones desgarradoras que estaba pasando y darle al dolor y a la pena lo que necesitaban”

La periodista y escritora galega Tereixa Constenla S.S.

Un mes después de fallecer su marido, el periodista Álex Bolaños en agosto de 2018, la también periodista Tereixa Constenla, gallega de A Estrada y actual corresponsal de El País en Lisboa, se lanzó a escribirle un diario explicando su vida sin él. La gestión burocrática del fallecimiento, las rutinas que se inventaba para sobrellevar el dolor, los recuerdos de los años en que ambos fueron enfermos y cuidadores –pues los dos padecieron cáncer a la vez, ella de mama y él, diagnosticado más tarde, de páncreas– fueron dando paso a un relato más total que la autora quiso plasmar en papel para que su hija Elba pudiera conocer la historia de amor de sus padres. El resultado de ese diario es el libro “Cuaderno de urgencias” (Siruela Nuevos Tiempos), un relato que surge del dolor y se convierte en una hermoso celebración de la vida.

– En su libro se pregunta cómo sabrá si ha superado el duelo, ¿ya lo ha pasado?

– No lo sé. Los especialistas hablan de que son cerca de cuatro años y han pasado poco más de tres. Afortunadamente para mi estabilidad emocional y la de los que están a mi alrededor estoy en una fase del duelo en que el dolor no se produce de manera tan desgarradora como hace meses, pero siento punzadas en momentos que no me espero. Confío en que todo esto acabará reposando y se acabará convirtiendo en una melancolía amigable.

– Se dice que a veces se escribe para curar y otras para seguir sangrando, ¿cuál fue su caso?

–Escribir me ayudó a ser más consciente de todos aquellos sentimientos desbordados, primarios e instintivos que tenía, era un volcán de emociones sobre las que reflexionaba cuando me puse a escribir. No estaba sepultando el dolor, quizás de alguna manera lo estaba, más que alimentando, racionalizando. Los duelos son personales y no hay recetas universales para afrontarlo, mi forma de pasarlo, la que pensé que era válida para mí era con ese mezcla de pensamiento mágico que tenía de ponerme las cosas de Álex, de abrir las puertas con sus llaves - como si así lo pudiera mantener un poco vivo- y al mismo tiempo quería ser consciente de por todo lo que estaba pasando. Quería darle al dolor y a la pena lo que necesitaba.

"Quería darle a Elba, nuestra hija, un relato de todo esto tan fuerte que estuvimos viviendo esos años"

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– ¿Ya pensaba en publicarlo?

– Cuando empecé escribir no pensaba en un libro, quería darle a Elba, nuestra hija, un relato de todo esto tan fuerte que estuvimos viviendo esos años porque tengo mala memoria y pensé que se me olvidarían detalles cuando en un futuro me preguntase. También pensaba que escribir sobre él era una manera de eternizarlo, por eso empecé a darle vueltas a la idea de publicarlo, compartirlo y que la gente pueda leer sobre él.

– Rescata recuerdos de antes de la enfermedad, de la quimioterapia, del diagnóstico, del tramo final y los combina con la narración del presente, del momento en que está escribiendo, ¿qué orden narrativo le ha querido dar?

– Soy instintiva, empecé a escribir forma natural un diario para Álex, para contarle cómo era nuestra vida sin él y eso marcó el tono. Al principio, había muchas cosas relacionadas con su fallecimiento: desde la gestión burocrática derivada de su muerte a lo que yo leía sobre muertes de otros, lo que nos pasaba en casa, qué rutinas me inventaba para sobrellevar su ausencia. Conforme avanzaba, empecé a necesitar ir hacia atrás, porque Álex no solo fue el enfermo con el que compartí la vida los últimos años. Necesité construir un relato más total para Elba, para que supiera que sus padres no eran solo esos seres sufrientes enfermos y cuidadores de los últimos años, sino dos personas que se lo han pasado bien, que han disfrutado, que han viajado, y que han vivido una historia de amor. Recurrí a material que ya estaba, a diarios de viajes que hicimos, a los que escribimos cuando nos diagnosticaron las enfermedades. La tercera parte fue incorporar la voz de Álex, cartas, cuadernos de su enfermedad y diarios como el de su verano en París, en que estuviese contando en primera persona vida, incluso antes de conocerme.

– Consigue que una obra que surge del dolor por la muerte de un ser querido se convierta en una celebración de la vida, ¿fue complicado no caer en el victimismo, el derrotismo o la depresión?

– Me alegro de que digas eso, no quería hacer un libro lacrimógeno, aunque sé que puede hacer llorar porque surge de una persona que está sufriendo y a la que se le desencadenan varias desgracias. Incluso atrapados en nuestro carrusel de catástrofes, en ningún momento nos sentimos derrotados. Cuando estábamos enfermos, dijimos: “vamos a caminar y a hacer cosas bonitas”, seguimos viajando a pesar de no estar recomendado, buscábamos momentos gratos. No soy pesimista, todo lo contrario, soy peleona, y resiliente y Álex también lo era. Nos contagiábamos y nos intercambiamos. Escribiendo el libro desde el dolor, me vi afortunada porque tuve el regalo de una historia de muchos años de amor.

– Habla lo justo de su hija (ahora tiene doce años, nueve cuando falleció su padre y siete al inicio de las enfermedades, ¿cómo mantener salvo a una niña del drama que estaban viviendo sus padres?

– No la pudimos mantener a salvo, ella era consciente de que la enfermedad había entrado en casa, era evidente, había signos físicos reales que demostraban que estábamos enfermos los dos. Elba fue una de nuestras preocupaciones, aparte de nuestra salud y nuestra supervivencia, sobre todo cuando llegó el segundo cáncer tan terrible de Álex. La enfermedad, que cambió nuestras costumbres de alimentación y nuestros hábitos, rivalizó con ella por captar nuestra atención y y ella quería volver a la vida de antes. Intentamos que la casa no fuera triste ni derrotada, le tratamos de dar la información adaptada a su edad,... Lo sufrió, deseo haberla ayudo a pasar el duelo.

– También habla sobre la relación que se establece con los médicos durante el cáncer, ¿qué destaca y qué echa en falta?

– Hacen falta más recursos, que los médicos no tengan las agendas tan sobrecargadas para atender al paciente. En cuanto a los profesionales, mi percepción general es muy buena, excepto al principio de mi enfermedad, cuando me tuve que cambiar de hospital en Madrid porque no puedes dejar tu vida en manos de una persona que no te entiende, la mala experiencia que tuve en Santiago y otra que narro en el libro de una enfermera por la falta de respeto con que trató a un paciente. No fue nuestro caso, pero en general diría que dejen de tratar a los pacientes enfermos como seres infantiles.

– ¿Cómo le ayudó la lectura de otros libros sobre enfermedades y duelos?

– Compartir experiencias de dolor y saber que no eres la única que ha pasado por una situación desgarradora te ayuda , te sientes reconfortada, acompañada y te ayuda a no caer en el victimismo ni el adanismo. Es como los abrazos, que no te quitan el dolor pero te dan calor.

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