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El primer paso a la gloria literaria de Saramago

El genio narrativo se vislumbra ya, tenue pero decidido, en “La viuda”, su primera novela, escrita con 25 años y que ahora Alfaguara publica por primera vez en España para evocar los cien años de su nacimiento

El escritor portugués Jose Saramago. FDV

La genialidad suele ser innata, es una impronta con la que se nace. Después, si ese genio se cultiva y alimenta se transforma en gloria inmortal. Saramago nació con ese genio que supo luego convertir en literatura perdurable. Con apenas 25 años y una endeble instrucción académica por la falta de recursos económicos de sus padres, escribió su primera novela, A Viúva (La Viuda, en castellano).

Apenas tenía estudios, más allá de los primarios y sus muchas noches en una biblioteca pública de Lisboa, pero el talento, la inteligencia y la inspiración genial ya estaban ahí, los traía de cuna.

La viuda, que el editor portugués de entonces cambió por Terra do pecado, contenía ya el genio, aún sin perfeccionar, de Saramago.

La novela nunca se publicó en español y es ahora, cuando se ponen en marcha los actos para conmemorar los cien años del nacimiento del escritor portugués, en noviembre de 1922, que Alfaguara la edita por primera vez en España.

Trazos

En La viuda aparece ya con firmeza el trazo psicológico y filosófico que Saramago imprimirá después como un sello al resto de sus grandes relatos, así como el dilema de la religión. Como ejemplo, cuando Saramago pone en boca de María Leonor, la viuda, la siguiente reflexión dirigida a su criada de confianza: “Creemos justamente porque no sabemos y es esta constante ignorancia la que mantiene la fe, cualquiera que sea. La verdad puede ser tan horrible que, si la conociéramos, tal vez destruiría todas las creencias y haría del mundo un enorme manicomio. Lo que nos vale, lo que nos mantiene en esta indiferencia de animal atado, es la imposibilidad del conocimiento absoluto”.

Frente a los conflictos internos que atribulan a María Leonor al enviudar, su médico, el doctor Viega, un agnóstico descreído, le explica que “vivir, es una operación sencilla, que la sociedad, las convenciones, la maldad de los hombres, complican a diario con emociones, sentimientos, disgustos, esperanzas, desilusiones, tristezas”.

En La viuda Saramago dibuja ya con cierta precisión el retrato psicológico de los personajes centrales. Hay una lucha incruenta y silenciosa entre dos mujeres, María Leonor, la dueña de la finca, atormentada y paralizada por sus conflictos internos, y Benedita, su fiel criada, conocedora de sus secretos y dueña de los silencios que atemorizan a la viuda.

En una sociedad regida por los convencionalismos sociales, dada a utilizar el escándalo y la difamación para arruinar a quien desoiga esas normas, María Leonor decide aceptar la petición del doctor Viega, 25 años mayor, de casarse con ella, para acabar con su soledad y como mejor solución para evitar escándalos y eliminar el peligro de Benedita. Luego la historia toma el camino de la tragedia.

La viuda delata, no obstante, su condición de primera novela. Aporta genialidad pero no contiene los recursos narrativos y las innovaciones intelectuales que Saramago fue aportando conforme crecía su saber de escritor. Pero la seguridad intelectual y la experiencia que el escritor aporta hace de esta creación inicial una obra de una gran solidez literaria.

En La viuda ya apreciamos, aún sin refinar, cómo la concepción literaria de Saramago, desde su racionalidad, tiene la brillantez de la atemporalidad; no importa en qué tiempo concreto esté situada, su obra ofrece una lectura del hombre actual orientado al pasado y al futuro, pero siempre a un nuevo concepto del mundo.

Y es que para el escritor portugués, la literatura es una búsqueda hacia el interior, como una herramienta para comprender los sistemas de pensamiento y la estructuración del mundo. Esta fue una de sus grandes aportaciones al universo literario que en ésta, su obra iniciática, ya se vislumbra.

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