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Edel Rodríguez | Artista visual

“Me alegro si mis dibujos han ayudado a echar a Trump”

La caricatura a gran escala del expresidente de Estados Unidos. FDV

Suyas son las icónicas imágenes de Trump sosteniendo la cabeza decapitada de la Estatua de la Libertad o a punto de devorar la Tierra. Rodríguez se ha erigido como uno de los ilustradores más influyentes con sus portadas para ‘Time’.

No se calla nada. Tampoco lo hace su rotulador. A Edel Rodríguez (La Habana, 1971) le gusta “molestar”, pero en el buen sentido de la palabra. Es uno de los ilustradores del momento gracias a sus dibujos sobre la política en Estados Unidos. La semana pasada decidió iniciar su relación con España a través del Centre del Carme de València, donde inauguró Agente naranja, la exposición que recopila parte de su trabajo. Rodríguez habló con LETRAS Y ARTES desde su estudio en Nueva York.

–Ha sido bautizado como el “ilustrador más odiado por Trump”. Pero él ya no es presidente.

–Menos mal. No me molesta la descripción. Me gusta el hecho de ser conocido por criticar una cosa que estaba mal. Si yo he ayudado a echar a este individuo de la Casa Blanca, me alegro y me parece normal ser recordado por eso. Pero un artista no se detiene. Estoy seguro de que el año que viene seré conocido por otra cosa. 

El artista cubano, en su estudio de Nueva York. FDV

–¿Los artistas siguen teniendo la misma libertad para criticar que antes?

–Diría que en Estados Unidos sí. Pero desgraciadamente existe la “autocensura”. En cualquier sistema populista, sea de izquierda como de derecha, las libertades se resienten. En Estados Unidos, los artistas evitan hacer algunas cosas por no dar explicaciones, por no tener discusiones. La autocensura existe y es un gran peligro para la democracia.

–Pero hablar, crear, también conlleva peligros.

–Sí. A mí siempre me ha gustado molestar. Cuestionar todo aquello aceptado por norma. Me gusta pinchar algo para ver si está despierto. Eso también supone molestar al público a veces, incomodarlo. “Joderle”, como decís los españoles.

–Podría haber dicho “meter el dedo en la llaga”.

–Pues eso (ríe). Muchas veces me han preguntado: ¿Por qué quieres hacer eso? Siempre respondo lo mismo. Para ver si la gente está viva, para ver cómo reacciona. Para saber si lo que yo estoy pensando también está en la mente de otros.

–¿Con Trump se dio cuenta de que mucha gente pensaba como usted?

–Sí. Me di cuenta de que dibujaba cosas que algunas personas no se atrevían a decir, o no sabían explicar con sus propias palabras. Lo más bonito que me han dicho sobre mi trabajo tiene que ver con el mensaje de mis dibujos. Hubo una vez que me dijeron que gracias a mis dibujos, mucha gente ya no se sentía sola por lo que pensaba sobre la política en Estados Unidos. Cuando alguien te miente tanto, tantas veces, y crees que el resto del mundo piensa igual, un dibujo puede cambiarlo todo. Ese dibujo puede ser un alivio, porque te permite decir: “No estoy loco. No soy el único que piensa esto”.

–¿Qué tienen sus dibujos para llegar al público?

–Son simples, directos, fácilmente entendibles.

–En más de una entrevista ha comentado sus influencias artísticas, donde tiene importancia el arte cubano, así como artistas europeos como Picasso o Matisse. ¿Pero qué influencia han tenido las redes sociales? ¿Afectan a su trabajo diario?

–Sí. Como todo el mundo, me levanto con el móvil en la mano. Leo las noticias a través de las redes sociales, por lo que me fijo en los temas que más se está hablando en cada momento. Para mí, la comunicación es lo más importante. Por eso, siempre estoy pensando en el mensaje, pero también en el formato (cuadro, post en instagram, lámina, etc). Siempre elijo la manera más simple y fuerte de comunicar cada cosa, porque en las redes tienes medio segundo para comunicar algo. Medio segundo es lo que tardas en pasar de una publicación a otra.

–Su trabajo le ha transformado en un termómetro social. ¿En qué momento cree que se encuentra la sociedad? 

–Estamos en transición. Los jefes están cambiando. Por cientos de años, el hombre blanco ha mandado. Lo ha tenido todo. Los negros, los chinos, los hispanos, o las mujeres le están quitando poder. Ya no tiene la hegemonía. Esta situación es la que ha provocado fenómenos de racismo, misoginia o con movimientos independentistas para cerrar fronteras. Hasta que no lo acepten, vamos a caer en otras olas de populismo. El político occidental sabe cómo ganar unas elecciones ahora mismo: nacionalismo, tradición y odio. Da igual cómo seas, si defiendes eso, ganarás. Es más difícil de vender la tolerancia que el populismo. Lo conozco bien, porque lo vi en Cuba. Lo hizo Fidel Castro en Cuba, Nicolás Maduro en Venezuela, Putin en Rusia, Trump en Estados Unidos...

–¿La pandemia le inspira?

–Muy poco. Lo único que me ha permitido de momento es tiempo para enfocarme en otras cosas.

–Está haciendo una novela gráfica sobre su vida.

–Sí. Con la obra, lo que quiero explicar son las razones por las que una persona decide dejar su casa para irse a otro país. La gente todavía cree que el inmigrante viene a coger algo, cuando realmente ha dejado mucho más atrás. Yo dejé todo lo que quería. Nosotros no éramos pobres, tampoco éramos políticos. Pero mis padres decidieron arriesgarlo todo. Quiero hablar en detalle de cómo un ser humano decide irse porque es una aventura arriesgada que casi siempre acaba mal. Creo firmemente que la mayoría de las personas deberían pensar como los inmigrantes. Cuando hay algo que va mal, hay que cambiarlo. Es lo que no entiendo del ciudadano americano, por ejemplo. Está muy enfadado con todo, pero se mantiene en las ideas del pasado. No intenta cambiar de idea o conocer otras cosas. Prefiere echarle la culpa a lo que ha cambiado sin su consentimiento. Y si hace falta, con una ametralladora. El inmigrante siempre intenta mejorar y es lo que tenemos que entender todos. Todo se puede cambiar. Hay esperanza. 

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