La posverdad, palabra de nuevo cuño y muy de uso en los medios y en la política para referirse a la distorsión de una determinada realidad apelando a las emociones y a los “hechos alternativos” en detrimento de los “hechos objetivos”, no es ni un fenómeno tan novedoso ni exclusivo de la política o el periodismo. Puede reconocerse también, hipótesis de este ensayo, en los procesos judiciales. ¿No es acaso cualquier juicio una representación en la que concurren al menos dos versiones antagónicas acerca de hechos ya pasados y que necesitan ser nuevamente descritos e interpretados para que pueda establecerse un veredicto?