Verde y Azul

«Ayudan a preservar la biodiversidad, combatir el efecto ‘isla de calor’ y prevenir inundaciones»

Entrevista a Carme Melo, Profesora de la Universitat de València (UV)

Carme Melo, profesora del Departamento de Geografía de la Universitat de València, lo tiene claro: los huertos urbanos «son una herramienta fundamental como medida de adaptación y mitigación del cambio climático». No sólo sirven para recuperar parcelas condenadas al abandono, sino que ejercen de barrera frente al crecimiento urbanístico desaforado. Todo son ventajas.

-¿De qué hablamos cuando nos referimos a los huertos urbanos?

-En general, nos referimos a pequeñas parcelas dedicadas al cultivo para autoconsumo. Hay algunos que tienen un uso de ocio o recreativo y otros donde se cultivan alimentos con una finalidad comercial. Hay huertos escolares cuyo objetivo es didáctico y formativo, pero también lúdico, especialmente en el caso de los ecológicos, que encontramos cada vez más en guarderías infantiles y escuelas de infantil y primaria. Otros tienen un uso terapéutico, como los que hay en residencias de personas mayores, centros de rehabilitación o desintoxicación, centros para personas con diversidad funcional y centros penitenciarios. También encontramos huertos urbanos de restauración ecológica de espacios degradados o contaminados, que en la mayor parte de los casos son proyectos de resistencia ciudadana contra la especulación urbanística mediante la apropiación social de espacios privatizados y abandonados.

-¿Qué aportan los huertos urbanos en la vertiente ambiental y de sostenibilidad?

-Los huertos urbanos tienen numerosos beneficios individuales, sociales y ambientales. Desde el punto de vista ambiental, generan cambios en los espacios y el territorio. En València, contribuyen especialmente a incrementar el espacio de huerta cultivada y mantener el paisaje periurbano, actuando como barrera frente a la expansión urbana. Además, ayudan a preservar la biodiversidad, contribuyen a prevenir inundaciones y combatir el efecto ‘isla de calor’ urbana. Por lo tanto, son fundamentales como medida de adaptación y mitigación del cambio climático.

-¿Y en el plano social?

-Es evidente que contribuyen a garantizar la soberanía alimentaria y el derecho a la alimentación, pero dependiendo de que sea su modalidad de gestión, individual o colectiva, pueden tener una capacidad de transformación mayor. Pero no tiene el mismo potencial transformador un huerto o parcela de titularidad privada que se alquila a una persona o grupo de amigos o familiares para el autoconsumo, que un huerto de titularidad pública que se cede a determinado colectivo, como personas de rentas bajas, para favorecer la justicia alimentaria o un huerto comunitario, gestionado íntegramente por un colectivo social o vecinal.

-Los beneficios van más allá de la producción de alimentos

-Numerosos estudios demuestran, por ejemplo, su valor terapéutico, asociado a la necesidad humana de estar en espacios abiertos y en contacto con la naturaleza, realizando una actividad física que nos acerque y reconecte con la tierra. Son también espacios para el aprendizaje de técnicas y saberes agrícolas y sobre la sostenibilidad. Pueden servir para combatir la pobreza, la exclusión social y las desigualdades. Se fomenta el aprendizaje social y una cultura de la participación basada en valores como la ayuda mutua y la reciprocidad.

Minerva Mínguez

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