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Los nombres de un Vigo que ya no existe perviven en los cementerios

Eudoro, Saladina, Blandina o Celedonio son algunos de los nombres que perduran en el Cementerio Municipal de Pereiró y que con la celebración del Día de los Difuntos recuperan lustre. En las calles son más difíciles de encontrar, muestran las tradiciones de una época, la historia de un Vigo que ya no existe

Imagen de archivo del Cementerio Municipal de Pereiró.

Imagen de archivo del Cementerio Municipal de Pereiró. / Alba Villar

Vigo

El Día de Todos los Santos los cementerios son los protagonistas. Se visten, bajo la luz de las velas, con flores coloridas y pequeños detalles que las familias ofrecen a sus difuntos, pero más allá del gesto de honrar, un paseo entre las paredes de mármol se transforma, también, en un viaje al pasado. Las lápidas hablan: cuentan la historia de un Vigo que ya no existe, de sus oficios, sus familias y su forma de nombrar.

El nombre es la primera seña de identidad de una persona. En él se guarda una época y una tradición. Hace décadas, llamar Peregrina a una hija era algo habitual en la ciudad. Podría entenderse por la tradición del Camino de Santiago, sin embargo, sería difícil escucharlo en un aula de 2025. En la lista del camposanto se encuentra Agenor, en riesgo de desaparecer. Según datos del INE quedan 20 en toda España y la mayoría se concentran en la provincia de Ourense.

Otros, como Almanzor, Anselvina o Eudoro, ya solo se ven escritos en piedra, han desaparecido de las estadísticas porque no hay suficientes personas que se identifiquen con ellos. Saladina, Olegario y Dorinda, tuvieron más presencia en Galicia, pero también se van apagando. En Vigo solo quedan 10 Blandinas

Nombres propios en las lápidas de Pereiró

Nombres propios en las lápidas de Pereiró / FdV

Por qué nombrar así

En muchos casos, reflejaban historias familiares o religiosas, era habitual que los padres eligieran el nombre del santo del día en que nacía el bebé, como una forma de protegerlo y vincularlo desde el principio con la tradición y la fe que había marcado a generaciones enteras. Nombres así de peculiares no son creaciones repentinas, muchos de ellos arrastran siglos de historia y orígenes griegos, latinos o germánicos, es el caso de Waldina, que proviene de la mitología germana, significa «mujer del bosque», actualmente en Galicia están registradas 16 personas con ese nombre. En otras ocasiones, para identificarse, se les llamaba igual que al progenitor. En la misma tumba descansan tres Maximilianos de generaciones diferentes. Algunos siguen siendo habituales hoy en día, pero suenan raro en su versión femenina. Es el caso de Adolfina o Rogelia. Todos tienen en común que la media de edad supera los 65 años.

Nombres propios en las lápidas de Pereiró

Nombres propios en las lápidas de Pereiró / FdV

También hablan de una época, de cómo se entendía la vida. Durante años, muchas mujeres llevaron nombres que significaban sufrimiento o resignación como Socorro, Dolores, Angustias o Soledad. Eran comunes, elegidos con devoción, pero cargados de un simbolismo que las relacionaba con el dolor, el sacrificio y la entrega. Contaban , sin quererlo, la historia de una época en la que las mujeres se asociaban con la paciencia, la fe y los cuidados.

María, Carmen, Manuel o Antonio, mantienen su popularidad, estando, tanto antes como ahora, entre los nombres más usados. En esta década han vuelto a resurgir otros que habían caído en desuso: Carmela, muy utilizado a mitad del siglo XIX, cada vez se ve más entre las niñas nacidas a partir del año 2000; Manuela o Amelia. Los nombres cortos son tendencia, en Vigo también se apuesta por los gallegos, los más frecuentes entre los recién nacidos son: Noa, Sabela, Xiana, Antía, Iago, Brais o Anxo. Quizás, dentro de 100 años, suenen extraños cuando nuestros sucesores los lean escritos en lápidas, como el reflejo de una época que también pasará y dejará su huella en la memoria de la ciudad.

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