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Vigo, la ciudad de las «turboglorietas»: ¿por qué hay tantas?

Varios problemas llevaron al Concello de Vigo a crear la primera hace diez años; hoy ya hay casi 20 «turborrotondas»

Vista aérea de la «turboglorieta» de Coia.

Vista aérea de la «turboglorieta» de Coia. / FDV

Alberto Blanco

Alberto Blanco

Vigo

El tráfico en Vigo no se entiende a día de hoy sin «turboglorietas». La ciudad acaba de estrenar a prueba una de las más complejas y ambiciosas, la de la Avenida de Madrid, y va cambio ya de las 20. En 2015 se que creo la primera, la de Gran Vía con Islas Baleares. Desde entonces, se multiplicaron. Pero no fue algo improvisado. Detrás de la apuesta por las «turborrotondas» existían –y existen– problemas que la Concejalía de Tráfico quiso solventar. Incluso de estafas.

Para entender por qué hay tantas «turboglorietas» en Vigo hay que remontarse más de una década atrás. Desde 2013 las estadísticas de accidentalidad de tráfico en la ciudad sacaron a la luz un problema en Vigo que no era menor y cuya línea era ascendente: el mal uso de las rotondas por parte de los conductores escaló a la segunda posición de causa de accidentes en Vigo tras las distracciones. Se registraban 25 siniestros cada mes. Casi uno al día. Solo en rotondas. Pero además, subyacía otro problema: las glorietas tradicionales se habían convertido en una puerta abierta de par en par para los timadores.

Que casi cada día se produjera un accidente en Vigo en alguna rotonda activó las alertas. Aquella elevada siniestralidad (aunque mayormente de chapa y pintura) se convirtió en un quebradero de cabeza para la Concejalía de Tráfico. Pero en 2015 aquel trastorno dio un giro radical y progresivo. Decidieron pulsar la tecla de las «turborrotondas» convirtiendo a la olívica en una de las ciudades pioneras de España. Y, a día de hoy, probablemente la que mas tenga.

En 2015 había más de 200 accidentes al año en las glorietas tradicionales y su mal uso era la segunda causa de accidente en Vigo.

En 2015 había más de 200 accidentes al año en las glorietas tradicionales y su mal uso era la segunda causa de accidente en Vigo. / FDV

Tras darle muchas vueltas a aquella problemática, el Concello de Vigo decidió testar aque modelo de glorietas que, por su configuración, podría considerarse que está destinado más para pilotos noveles, pero que acabó resultando muy efectivo ante los líos de los conductores en las glorietas tradicionales.

En 2015 llegó a Vigo la primera rotonda en la que no era necesario realizar cambios de carril y que guiaba a los conductores hacia su salida de principio a fin a través de líneas continuas. O, lo que es lo mismo, un tipo de glorieta que forzaba a los pilotos a trazarlas como hay que trazarlas.

Las «turboglorietas» redujeron el elevado número de accidentes a menos de la mitad

La primera fue la del cruce de Gran Vía con Illas Baleares. Una de las más conflictivas y no exenta del todo a día de hoy de accidentes y bocinazos, aunque muchos menos. Y desde entonces, y con la implantación de nuevas rotondas de este tipo, los cambios de carril en glorieta han ido abandonando el segundo puesto de principales causas de accidente en la ciudad para situarse en el sexto o séptimo, dependiendo del año. De más de 200 siniestros al año, a menos de 100.

Vista de la primera «turboglorieta» que se hizo en Vigo: la de Gran Vía con Illas Baleares.

Vista de la primera «turboglorieta» que se hizo en Vigo: la de Gran Vía con Illas Baleares. / Marta G. Brea

El éxito fue de tal calado quem casi once años despuñes, Vigo no se entiende sin «turborotondas»: Gran Vía, Castelao («Alfageme»), avenida de Samil (dos), avenida de Portanet, Travesía de Vigo (la más compleja de todas), Gregorio Espino, Castrelos, Aragón, avenida de Europa, Bouzas, García Barbón, Beiramar... y ahora, todavía a prueba y que podría tener cambios, la de la Avenida de Madrid.

Este nuevo modelo de glorieta logró disminuir las infracciones habituales que todavía hoy continúan cometiendo muchos conductores en la rotondas tradicionales. Maniobras que las «turbortotondas» impiden realizar, ya que guían al conductor flanquedado en todo momento por líneas continuas. Es decir, dificultan que se puedan trazar de forma recta y también que se invadan los carriles exteriores (o interiores) una vez que se está dentro. Eso sí, si se atraviesa una de sus líneas continuas, no solo se corre el riesgo de accidente, sino que también de ser denunciado, conlleva una multa de 200 euros.

Timo de la rotonda

Los siniestros ocurrieron en la rotonda del "Bernardo Alfageme". // A.I.

La glorieta de Castelao, transformada en turbo rotonda, en un punto habitual del «timo de la rotonda». / FDV

Pero las «turboglorietas» no solo contribuyeron a revolucionar el tráfico en este tipo de intersecciones giratorias y a reducir los accidentes. También lograron frenar el conocido como «timo de la rotonda». Aquel en el que conductores, incluso a modo de bandas organizadas, se dedican a provocar accidentes en glorietas con el objetivo de estafar a las compañías aseguradoras.

El modus operandi del «timo de la rotonda» es casi siempre el mismo: un conductor da vueltas por el carril exterior (prioritario) y provoca que otro que circula por el interior le golpeé cuando va a pasarse al anillo de fuera para abandonar la glorieta. Luego, a mayores, los timadores alegan lesiones para intentar cobrar una indemnización del seguro.

Las «turboglorietas» frenan casi por completo esta picaresca, ya que es imposible trazarlas íntegras por el anillo exterior y el resto de conductores pueden abandonar la rotonda sin invadir otro carril ni cruzarse con otro vehículo en su trayectoria (siempre y cuando no atraviesan una línea continúa).

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