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De la pista de baile al altar

Siete matrimonios renovarán el domingo los votos en San Salvador de Coruxo en las bodas de oro celebradas por la Asociación AVOA.

Vigo

Los bailes eran los espacios a los que la juventud acudía a buscar pareja hace algo más de medio siglo. Así se desprende de los relatos de los siete matrimonios que este domingo celebran sus bodas de oro con la Asociación de xubilados e pensionistas Avoa, el acto social más esperado del año en la parroquia de Coruxo. Recuerda la directiva de que, en dos décadas, solo han faltado una vez a la cita.

De camino al baile de Redondela con amigas en un Seat 600, Rosa Cristina Fernández Areses recuerda que les empezaron a pitar unos chicos que circulaban en un coupé. Uno de ellos, Cesáreo Domínguez, la invitó a bailar. Ellas habían acordado que les concederían el primer tema. Le gustó su forma de expresarse, zalamero. Y hasta hoy. Tienen dos hijos y dos nietos. Él, jubilado de Citroën, cree que la fórmula para medio siglo de felicidad en pareja es saber «transigir también». Ella, que trabajó en Carnaud, asegura que jamás tuvieron «una discusión fuerte».

Josefina Costas y Eugenio Otero se conocieron el día de Reyes en el salón de baile de La Palmera, en Barreiro. Le enamoró lo bien que bailaba. Cinco años después, también el día de Reyes, se casaron. Y el útimo 6 enero, sus dos hijos les dieron una sorpresa repitiendo el enlace en San Lorenzo, donde él preside la comisión de fiestas. «Fue un baño de lágrimas. No quería bajar del coche», cuenta ella sobre él. Visiblemente emocionado, Eugenio explica que relaciones así se construyen «con repeto y cariño». Lo que nunca logró fue que ella se subiera a una moto, pese a que compraron el taller de Moto Manía de A Florida.

El baile como nexo

También en el salón presidido por la palmera se conocieron Maximino Fernández e Irene Rodríguez. «Arrimeime a ela e caeu algo», cuenta él con gracia. Con la mayor de sus tres nietos ya con 20 años, comparan los noviazgos de antes y de ahora. «Eran tempos máis complicados que agora, pero moi bonitos», destacan. Él de Coruxo y ella de Valadares, iba a visitarlas por una «carretera difícil» llevando viandas para la familia. A ella, peluquera y modista, le encandiló lo buena persona que es y el sentido del humor de este jubilado de Volkswagen. «É un payaso; para a festa vale moito». En invierno se pasan cuatro meses en Tenerife. «Alí estamos un para o outro é onde facemos máis matrimonio», cuentan.

Un baile en Bolero fue el escenario del enamoramiento de Luís Fernández y Felisa Costas, que ya se conocían de verse en las fiestas. Tres años después, se casaron en la iglesia de San Salvador de Coruxo y recuerdan entre risas cómo entraron sin preguntar en una casa con un precioso jardín lleno de flores para hacerse las fotos. Él originario de Ourense, trabajaba en Citroën y ella, vecina de Coruxo, trabajó en un supermercado en Ferrosa y de peluquera. Con varias operaciones encima —alguna con serias complicaciones— la cadera de Luís les está dando la lata a esta pareja con una hija. El domingo volverán a ratificar su amor ante el altar en el que enlazaron sus vidas.

Foto de famila con las parejas que celebrarán el baile de aniversario

Foto de famila con las parejas que celebrarán el baile de aniversario / Alba Villar

Fue en las fiestas del Carmen, en O Vao, en las que Bernardo Gallego sacó a bailar a Rosa Pérez. Casi recién llegado de la mili, fue un compañero del servicio el que les presentó. «Pode que fora amor a primeira vista. Pasamos toda a noite xuntos», recuerda esta pareja en la que él trabajaba también en Citroën y ella, en Inoxidables Fegosan. También se casaron en Coruxo, en una ceremonia «bonita». Se acuerdan «perfectamente» del día. Ella tenía 19 años. «Era unha nena», señala él. Ahora ven a su nieta de 22 años y opinan: «De casarse nada, que disfrute». «Comprensión, respecto, confianza e saber perdoar», es la fórmula que recomiendan para matrimonios largos. «O máis bonito do amor é mantelo», defiende este matrimonio, con dos hijos y tres nietos.

Elisa Pereira recuerda que era muy selectiva a la hora de aceptar las invitaciones a bailar. Se acuerda perfectamente de cómo conectó con Cándido Lago, que ya conocía desde hacía 13 años. «Eso non se olvida», sostiene. Fue en las fiestas de Sabarís, cerca de Belesar, donde vivía con su familia. «Este me lo pido», se dijo. Desde entonces, no se dejaron de ver. Él iba a visitarla en bicicleta o se colgaba del tranvía, que por aquel entonces llegaba a Baiona. La boda fue en la parroquia de ella —es coincidió el mismo día del entierro de Fernando Franco—. La vida la instalaron en la de él, en Coruxo, donde criaron dos hijos

Rosa Costas y Manuel Novoa son la excepción a la norma. No necesitaron un baile. Él de San Andrés y ella de Matamá, se conocían desde pequeño por la cercanía de sus parroquias. A los 16 años se paraban en el camino a hablar. Les gustaba «todo» del otro y confiesan que siguen «namorados». Se casaron pronto, como se hacía antes, «para ter liberdade». Aunque pronto llegaron los hijos, cuatro. Ella trabajaba en una matricería y él era mecánico industrial. Acabó montando su propia empresa en el sector del motor. Son «de ir de furancho» y, sobre todo, «de amigos». Él, fundador de Os Ventos de Comesaña, creó los primeros festivales folclóricos de Vigo. Juntos han recorrido medio mundo.

El domingo, a las 11, celebrarán las bodas de oro, con el obispo emérito, Luis Quinteiro Fiuza, en una ceremonia en la que cantará Nuria Lorenzo. La violinista Ana Shi Yu y el pianista Santiago Meijide ofrecerán luego un concierto.

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