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Manifestarse por primera vez y en silla de ruedas

María Isabel Iglesias nunca había ido a una protesta por las dificultades físicas que le suponía, pero esta vez no se quedó en casa

María Isabel Iglesias y Mabel (detrás). |  Alba Villar

María Isabel Iglesias y Mabel (detrás). | Alba Villar

Vigo

A sus 80 años María Isabel Iglesias nunca había ido a una manifestación. No por falta de ganas o interés, sino porque desde niña convive con una doble amputación que la limita a hacer cualquier actividad que para otros resulta mundana. Lleva toda su vida condicionada por las barreras arquitectónicas de Vigo que, aunque ya son menos, todavía existen.

No es ajena a lo que ocurre en el mundo, al genocidio que se está cometiendo en Gaza, y esta semana decidió que no podía quedarse en casa. Tenía que ser una más entre las miles de personas que salieron ayer a la calle. Quería formar parte del rechazo a la barbarie. Para ello, estudió sus opciones: vive en la zona de Castrelos, por lo que era necesario un transporte. Para llegar podía coger un autobús, pero la parada más cercana al punto de partida, en Vía Norte, la dejaría en el cruce de Urzáiz con Gran Vía y todavía tendría que subir sola una larga cuesta. Tenía miedo de no poder. Un taxi (adaptado) tampoco podría acceder al meollo y, desde su casa, se gastaría alrededor de 31 euros. Entonces se le ocurrió llamar a este periódico, que a su vez le puso en contacto con Emilio Fernández Zunzunegui, representante de la Comisión Cidadá Pro Palestina. Cuando escuchó su historia, no dudó en ayudarla.

Iglesias se preparó casi dos horas antes del inicio de la manifestación, que partiría a las 12.00 horas, y tomó el mencionado Vitrasa, que la dejó en la esquina de Urzáiz con Gran Vía. Llegó pasadas las 11, cuando aún quedaba más de media hora para el inicio. Era su única opción, pues con el siguiente ya llegaba tarde. Allí esperó a Mabel, mujer de Emilio, quien se presentó para acompañarla durante el trayecto con seguridad. Lo hizo con alegría, celebrando «que aún quedase humanidad en estos tiempos que corren».

María Isabel Iglesias, junto a la cabeza de la manifestación.

María Isabel Iglesias, junto a la cabeza de la manifestación. / Alba Villar

María Isabel también se alegró de haber asistido, con bandera palestina incluida y en la vanguardia de la marcha. «Cómo puede haber tanto egoísmo, es difícil no estar con el corazón en un puño. La única solución es que salgamos todos a la calle», indica.

Veterana del metal

Durante varios años y hasta que logró que le diesen la incapacidad (para lo que tuvo que denunciar a la Seguridad Social), trabajó en Barreras como administrativa.

Recuerda los tiempos del metal. También quiso haber estado presente, pero no podía. No tenía cómo. Fernando Ramos, periodista por aquel entonces de Radio Vigo, la llamaba y le contaba lo que estaba pasando en tiempo real. Con su crónica telefónica ella sentía que estaba allí de cuerpo presente.

Dificultades como esa vivió siempre, pero nunca dejó de hacer lo que se propuso por estar en silla, aunque los tiempos no acompañasen. «Tuve unos padres muy buenos. Cuando era niña veía a las personas como yo abandonadas en la calle; ellos no permitieron que eso me pasase», cuenta. Aunque con más esfuerzo, cumplió todos los retos habituales en jóvenes de su edad: «Me llevaron incluso en brazos al colegio, también fui un tiempo con una prótesis y más tarde hice el Bachillerato a distancia. No había sillas de ruedas, ni eléctricas ni manuales», recuerda. «Me hicieron aquí una en Vigo porque no se podía comprar», añade.

En su edad adulta llegó a ser la presidenta de la Confederación Gallega de Personas con Discapacidad (Cogami) y vio el terreno urbano evolucionar: «Aunque todavía hay problemas, ascensores para los que hay que subir escalones y superficies estrechas, el camino ya está más allanado».

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