Adiós a los tóxicos, nueva manicura
El negocio de las uñas sigue en auge a pesar de la prohibición de la UE de dos sustancias comunes en los esmaltes. Las manicuristas, Karla Araújo y Sonia Fernández explican cómo afectó a sus locales

Karla Araújo haciendo una manicura en su salón Las unñas de tus sueños. / Jose Lores
Hace quince años pintarse las uñas era un lujo casi exclusivo. «El perfil de la clientela eran mujeres mayores con alto poder adquisitivo», explica Karla Araújo, dueña del salón Las uñas de tus sueños, que abrió hace ocho años. La manicurista lleva más de dos décadas ejerciendo su profesión en la ciudad y ha percibido un cambio radical, «hoy la escena es distinta», confiesa. En cada barrio han brotado salones de manicura, algunos con estética sofisticada, otros de paso rápido, y aunque muchos no logran sobrevivir más de un año, el hábito se ha consolidado. En Vigo hay más de un centenar de establecimientos que se dedican específicamente a realizar tratamientos de uñas. «La manicura ya no es solo una cuestión estética, es también higiene, no es una moda, ha venido para quedarse», asegura Sonia Fernández, propietaria de los salones Level Nails y Cultura de Manicura.
El pasado 1 de septiembre entró en vigor en toda la Unión Europea el Reglamento (UE) 2025/877, que prohíbe el uso de dos sustancias habituales en esmaltes y geles semipermanentes: el óxido trimetilbencenoil difenilfosfina (TPO) y la dimetil-p-toluidina (DMTA), activador que mejora la fijación del esmalte. Ambos compuestos han sido clasificados como carcinógenos, mutágenos o tóxicos para la reproducción.
Situación en Vigo
En los salones de Vigo, la medida no ha pasado desapercibida. Karla Araújo lleva tiempo alertando sobre el tema: «El mayor problema no lo tienen las clientas, sino las manicuristas. Somos nosotras las que abrimos los botes y respiramos los químicos todos los días». Anticipándose a esta prohibición, Araújo adoptó un sistema alternativo llegado de Estados Unidos: el método Dip Powder o polvo de inmersión, un sistema de esmaltado que, en lugar de usar pinceles y lámparas, sumerge la uña en un polvo pigmentado tras aplicar una base adhesiva especial. «No estropea la uña y la clienta puede retirarlas en casa sin riesgos», asegura Araújo. Se trata de un procedimiento que cuesta 10 euros más que la semipermanente, pero «ahorras en salud», aclara la dueña del local. Al otro lado de la ciudad, en el salón Level, Sonia Vanessa Fernández también ha seguido de cerca el debate. Percibe su impacto, sobre todo, en la clientela:«preguntan más, pero confían en que utilizamos materiales seguros». Fernández cree que la clave está en emplear marcas de alta calidad que cumplan con la normativa. El cuidado de las uñas está a la orden del día, cada vez hay más vídeos circulando por redes sociales dónde explican qué se debe hacer. «Se han extendido mitos», sostiene Fernández. En particular, pone el foco en el «Descanso de la uña». La manicurista explica que la uña, al igual que el pelo, es tejido muerto, no respira. En situaciones en las que no es recomendable echarse esmalte, por ejemplo con una herida o hongos, es la propia profesional la que se niega a pintar a la clienta.
Margarita Barbosa (22 años) acude cada tres semanas a hacerse la semipermanente, cuando salió la prohibición se informó sobre los productos que emplean en el salón al que va. «No quiero dejar de pintarme las uñas, para mí es un complemento más», explica la joven. La afluencia de clientes sigue aumentando, en Las uñas de tus sueños atienden a 15 personas al día como mínimo. Las tendencias han cambiado: Mujeres, hombres, mayores, jóvenes, todos apuestan por colores vivos, amarillos, verdes, también por el chocolate o los puntos. El negocio de las uñas no hace más que crecer. «En 2010 comenzó su boom y después de la pandemia ya fue desproporcionado», especifica Karla Araújo. Está segura de que en el futuro se seguirá reinventando y adaptando a las nuevas circunstancias.
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