«Voy a hacer un último intento por tratar de salvar la vida a mi mujer»

Pablo Antón Soto se agarra a un hilo de esperanza por Amaya, ingresada «con el peor pronóstico» en Beade | «Si algún médico puede buscar algo para que retroceda...», suplica

Pablo Antón y su mujer,
Amaya Rodríguez, en
el hospital junto a
su hija Elsa. |  FdV

Pablo Antón y su mujer, Amaya Rodríguez, en el hospital junto a su hija Elsa. | FdV

Marta Clavero

Marta Clavero

Pablo Antón Soto y Amaya Rodríguez Pérez comenzaron su historia de amor en diciembre de 2017. Él, redondelano aunque vigués de adopción, y ella, de Vigo con querencia por Mos donde ahora residen, tuvieron un noviazgo de año y medio hasta que en julio de 2019 pasaron por el altar. Su foto de familia y su alegría se incrementó con la llegada de la pequeña Elsa, en diciembre de 2021. Como cualquier otra pareja en sus circunstancias, la vida les sonreía, aunque esa felicidad duró solo unos meses.

Amaya, antes 
de enfermar.

Amaya, antes de enfermar.

«Fue en el periodo de lactancia de la peque cuando Amaya se dio cuenta de que algo iba mal. Era cáncer de mama metastásico», recuerda el ingeniero redondelano, que desde entonces se ha informado de cada tratamiento posible, y de todas las opciones que había para vencer esa carrera contra una enfermedad que tenía un pronóstico nada esperanzador: «Nos dijeron que le quedaban unos cinco años de vida, pero yo soy una persona optimista, así que me moví desde ese momento y confié en que durante este tiempo podrían aparecer nuevas terapias que cambiaran las cosas», relata.

Amaya se puso en manos del Servicio de Oncología del Chuvi y pasó por diferentes tratamientos, más o menos duros, que cada vez que iniciaba, en un principio parecían funcionar. Diversas medicaciones, varios tipos de quimioterapia, radioterapia, estudios en centros médicos de Madrid, segundas opiniones y, junto a esos procesos, una fe inquebrantable que poco a poco se fue desvaneciendo. Hasta hoy.

La metástasis inicial de la enfermedad estaba en los huesos, pero derivó en leptomeningea, una grave afección por la que las células cancerosas se diseminan desde el tumor original a las meninges, los tejidos del cerebro que cubren y protegen el encéfalo y la médula espinal. Un diagnóstico que tardó en llegar por lo que Pablo considera «un poco de dejadez».

Y es que, a pesar de los dolores de cabeza y la visión borrosa que sufría Amaya, el TAC que decidieron practicarle no desveló nada. «Después me enteré de que debían haberle hecho una resonancia, que es la prueba que detecta lo que le estaba pasando. Nuestra oncóloga de siempre estuvo varias semanas ausente, así que nos derivaron a otros médicos que no conocían a fondo el caso. Y creo que eso nos perjudicó», se lamenta Pablo, que no descarta presentar una reclamación en Atención al Paciente del Sergas.

Tres años después, esta viguesa de 47 años lleva algo más de un mes ingresada en el hospital Álvaro Cunqueiro, donde los médicos le han asegurado que le quedan «unas pocas semanas o meses, como mucho». Pero Pablo no se rinde: «Estoy casi seguro de que nadie nos va a poder ayudar, pero mientras la vea respirar no me quiero dar por vencido. Seguiré luchando por ella», sentencia su marido.

Una desesperación que le ha llevado a publicar un mensaje en su perfil de la red social Linkedin, en busca de un milagro en forma de «ensayos, nuevas terapias dirigidas o cualquier cosa que podamos probar sin que ella sufra más». Ese último extremo es innegociable para él: «Antes, prefiero dejarla ir»

Otras puertas

Hace tiempo que se puso en contacto con el doctor Javier Cortés, presidente de la Fundación Contigo contra el Cáncer de la Mujer y uno de los oncólogos de mama más prestigiosos a nivel mundial. Con él mantiene contacto casi a diario y en su momento intentó que Amaya se trasladase a Madrid para que la tratase, «pero cuando vio todos los informes médicos, decidió que no se la podía mover, para que no sufriera más». Estos días, Pablo también ha contactado con el departamento oncológico de la Clínica Universitaria de Navarra y pronto agendará una cita online, una vez recabe todos los estudios, pruebas e historia clínica de Amaya.

Esta lucha también está pasando factura al joven ingeniero gallego (tiene 43 años), que cada noche duerme junto a su mujer en la habitación del hospital y por la mañana acude a su trabajo en una empresa de Mos en la que lleva casi un año. «Tuve que dejar mi anterior empleo, porque tenía a 50 personas bajo mi mando, y con la enfermedad de Amaya, no podía asumir tanta presión. Era mucho estrés», confiesa. En este sentido quiere agradecer a sus actuales jefes, en Clavimar Galicia, la comprensión que están teniendo con su situación. «Ya conocían mis circunstancias antes de entrar a trabajar, y aún así contaron conmigo, y la verdad me apoyan al máximo y me dan mucha libertad para poder estar pendiente de mi mujer, por eso estoy muy agradecido. Es como un regalo del cielo».

Ayuda psicológica

Con la pequeña Elsa, le ayudan los abuelos, pero casi todos los días la lleva junto a la cama de su madre. «Aunque va a cumplir cuatro años en diciembre, ella ya sabe lo que está pasando. Es consciente de que su madre está muy malita. Siempre consulto los pasos a dar con los psicólogos que nos tratan tanto a ella como a mí». Y es que Pablo aprovecha sus estancias en el Cunqueiro para cuidar de su salud mental. «Ya estoy aburrido de llorar, y aunque ahora tengo momento muy bajos, he asumido lo peor. Me están ayudando mucho una psicóloga del hospital, y otra que atiende a la niña en Atención Temprana». Sus reconocimientos los hace extensibles a toda la plantilla del hospital que «se está portando genial», aunque se da cuenta de que «falta personal, y el que hay, hace todo lo que puede».

Como en «50 Primeras citas»

Amaya, además de lidiar con los dolores que sufre, también lo hace con su memoria. «A veces no sabe dónde está ni qué le pasa. Hay momentos en los que pierde la lucidez, pero también hay que pensar que está 24 horas conectada a la morfina. Le falla la memoria a corto plazo, y a mí me recuerda a esa película en la que cada día, la protagonista olvida lo que ha pasado del día anterior», cuenta su marido. Pablo se refiere a 50 Primeras citas, filme en el que Henry (Adam Sandler), después de su primer encuentro con Lucy, personaje que interpreta Drew Barrymore, descubre que ella padece una enfermedad por la que cada noche, al irse a dormir, no recuerda lo que ha ocurrido durante las últimas 24 horas, así que el hombre decide conquistarla cada día. Por cierto, que la película termina con Lucy despertando en un barco en Alaska junto a Henry, donde descubre que está casada con él y tienen una hija. Preciosa metáfora.

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