¿Cuánto saben los cruceristas de Vigo? «Sé que hay como un dialecto»

Los turistas que desembarcan del «MSC Virtuosa» llegan a la ciudad olívica sin idea de su historia o cultura

Destacan la tranquilidad y la poca masificación que perciben en las calles

Alexandra, Lucas y Jorge, turistas de Miami, ayer en Vigo

Alexandra, Lucas y Jorge, turistas de Miami, ayer en Vigo / D. Alján

Vigo

«Sé que está en la parte norte de España y que el idioma varía un poquito al castellano, como que es un dialecto [refiriéndose al gallego]». Eso es lo que Alexandra, residente en Miami, sabía de Vigo antes de llegar a la ciudad. Ella, Jorge y Lucas (su marido y su hijo) fueron tres de los más de 5.000 pasajeros que ayer atracaron en el puerto olívico a bordo del mega crucero italiano MSC Virtuosa.

Cuentan que esta es la segunda parada de la embarcación, después de partir desde Southampton (Inglaterra) y visitar la Bretaña Francesa. Esta familia americana sale del barco para subir la Rúa da Laxe para adentrarse en el Casco Vello, donde les espera un guía: «Vamos a hacer ahora un tour con alguien local».

«La primera impresión no es tan bonita, pero subes y es precioso»

Aunque puedan parecer ínfimos, los conocimientos sobre Vigo de Alexandra son los más extensos que se escuchan esa mañana: la mayoría de los cruceristas desconocía el más mínimo dato sobre la ciudad a la que acababan de llegar, sólo sabían que estaban en el norte de España. Algunos, ni eso. La londinense Rosemary nos reconoce entre risas que «al bajar del crucero, tuve que abrir el GPS porque no sabía ni en qué parte del mundo estaba».

Junto a su marido Alex, se disponen a deambular por las calles con un mapa en la mano. Prefieren dejarse llevar por unos entornos que a primera vista les han parecido «muy tradicionales, con una arquitectura auténtica, preciosa».

Tracey y Darren, de Gloucestershire. Cruceristas en Vigo. D. Alján

Tracey y Darren, de Gloucestershire. / D. Alján

Valoran la calma que se respira en el ambiente

Y es que, aunque llegan sin información de su destino, todos coinciden en destacar la tranquilidad que perciben frente a otros destinos masificados. David, padre de una familia de cinco afincada en Glasgow, ha visitado «prácticamente toda España», pero es su primera vez en Vigo, y no duda en agradecer esta diferencia: «Es menos turístico, es un lugar pensado para visitar pero que aún te deja respirar la atmósfera de la ciudad».

«Ves las vistas, la calma y la música y hasta te entran ganas de bailar»

En la otra punta del puerto, Ola, de ascendencia nigeriana y residente en Londres, se lo está pasando especialmente en grande: «Allí, al ser la capital, todo está muy masificado y es estresante. Pero llegas aquí, con estas vistas al mar, esta relajación que se siente, y esta música, y a una le entran hasta ganas de bailar», comenta, mientras mueve el cuerpo al ritmo de la lambada que sale de un acordeón próximo.

¿Qué saben los cruceristas de Vigo? Poco, o nada

Ola, de Londres, en el Puerto de Vigo / David Alján

Del crucero bajan mayoritariamente pasajeros británicos, muchos de ellos en familia. Se pueden ver con bolsas de un conocido outlet urbano, de una cadena de productos españoles o merodeando por los puestos de top manta situados delante del centro comercial, negociando arduamente por bolsos, souvenires de tortugas africanas o réplicas de camisetas de fútbol.

La mayoría no se aventura a conocer más zonas de la ciudad, pero hay excepciones: Tracey y Darren, del condado inglés de Gloucestershire han salido de los primeros para caminar hacia el castillo de San Sebastián, del que han disfrutado las vistas: «La primera impresión no es tan bonita, pero en cuanto empiezas a subir es precioso». Reclaman, eso sí, más indicaciones para llegar a la fortaleza siendo turista: «Echamos en falta que haya más señales para llegar a la parte bonita de la ciudad, fuimos caminando cuesta arriba todo el rato sin saber dónde parar».

A partir de las doce y media, gran parte de los viajeros comienza a regresar. No se les cerrará el acceso a la embarcación hasta las cinco, pero consideran que ya han visto suficiente y prefieren comer allí. De hecho, parte de los cruceristas no llega a bajar del buque en todo el día, y prefiere ver la ciudad desde la impresionante azotea-restaurante. Quién sabe, si, como sus compañeros de tripulación, habrían disfrutado de un lugar relajante del que nada sabían.

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