Un tique rosa, la geolocalización y la ropa delataron a los acusados de incendiar dos 'vitrasas'
La Policía Nacional, que vinculó los incendios con el «conflicto laboral» en Vitrasa , encontró trazas de gasolina en la mochila del novio de la chófer, que ha sido despedida de la empresa

Los acusados por el incendio de los dos autobuses de Vitrasa, durante el juicio en la «macrosala» de la Ciudad de la Justicia. / Alba Villar
A las 21.54 horas del 30 de abril de 2023, la sala del 091 de la Policía Nacional de Vigo recibía la alerta de que un autobús de la línea C3 de Vitrasa estaba ardiendo en la calle Tomás Alonso casi en su intersección con Camilo Veiga, en Bouzas. A las 22.46 horas, solo 52 minutos después, la comisaría tenía un segundo aviso: otro autocar de la línea 4A estaba en llamas en Urzáiz con Colón. Este último acabó devorado por el fuego.
Este miércoles, transcurridos algo más de dos años desde entonces, arrancó en la Ciudad de la Justicia el juicio contra los dos acusados, que afrontan penas, cada uno, de hasta 30 años y dos días de prisión: son Patricia F.N., la conductora del vehículo que acabó calcinado, y Marcelo Francisco S.S., su compañero sentimental y presunto autor material de los incendios.
La primera sesión contó con el testimonio de dos de los policías nacionales que participaron en la investigación, que concretaron ante el tribunal los elementos que, 23 días después de los hechos, les llevaron a detener a la pareja: el «primer indicio», que resultó determinante para orientar las pesquisas, fue un tique de color rosa hallado entre los restos de uno de los artefactos incendiarios. Las imágenes de las cámaras del primer autobús atacado, las prendas de ropa que llevaba el incendiario y la geolocalización telefónica, resumieron, también fueron claves.
Las acusaciones califican los hechos de dos delitos de incendio con peligro para la vida, el más severo del Código Penal para ilícitos de esta naturaleza. El fiscal pide 20 años de prisión para Marcelo Francisco –quien llegó a estar en prisión provisional– y 10 para Patricia al rebajar su supuesta participación a la de cooperadora necesaria. La acusación particular que ejerce Vitrasa solicita para cada uno 30 años y dos días de cárcel. Las defensas, mientras, interesan la absolución y, de forma subsidiaria, argumentarán que no hubo riesgo para las personas y que la tipificación sea de daños, delito que contempla penas muy inferiores.
La chófer, que contó con el apoyo en la sala de vistas de antiguos compañeros de la concesionaria, ya no forma parte de la plantilla de la empresa ya que fue despedida. La demanda contra dicho despido que debe resolver la jurisdicción laboral está parada a la espera de que se resuelva esta causa penal.

R. V.
Dos de los testigos que comparecieron fueron el policía nacional de la Brigada Local de Información al mando de la investigación y otro agente del grupo. Una hipótesis que cobró fuerza en cuanto iniciaron las pesquisas fue la de que estos incendios se encuadrarían en el «conflicto laboral» existente en la concesionaria. No solo por la huelga que existía entonces, sino por la fecha escogida para los ataques. «Incendiaron los dos autobuses en la víspera del Día Internacional del Trabajo», apuntó un policía.
Un billete de cortesía
Un «indicio» clave –que la defensa de la exchófer intenta rebatir por ser una de las pruebas determinantes contra ella– fue un tique rosa recuperado en el artefacto del bus de Bouzas, el que sufrió menos daños. Era la parte matriz de uno de los billetes de cortesía que se entregan a los trabajadores de Vitrasa para que viajen sus familiares. Y ese pertenecía a un taco, dijeron los agentes, que se le había dado a la hoy acusada.
Con ese dato y las imágenes de las cámaras de ese mismo autocar, que pudieron captar al incendiario, la investigación posterior en redes sociales les llevó a determinar que el hombre de la grabación era la pareja de la conductora. «Todas las características del acusado», señalaron ayer, «coincidían» con la del hombre del autobús de Bouzas, el mismo varón además, según la testigo clave del caso, que causó el incendio del de Urzáiz.
Una gorra, unas gafas de sol, una chaqueta, una mochila y hasta un cinturón hallados en el registro domiciliario llevaron a la Policía a reforzar su convicción de que el acusado es el autor de los incendios. También un tatuaje en forma de alianza que el procesado tiene en un dedo de la mano derecha. «En la grabación ese dedo aparecía tapado con una tirita. Él tapó todo lo que podía identificarle: ese tatuaje así como su rostro con una mascarilla y con gafas de sol pese a ser de noche».
En el registro también encontraron materiales –una caja de medicamentos, otra de galletas o una botella de leche– de las mismas características que los usados en los artefactos. Y en los análisis científicos en la mochila del procesado se acabaron hallando, dijeron, «trazas de gasolina».
Los policías no tienen dudas de que el autor del incendio del autobús C3 es el mismo que el que causó el fuego en la línea 4A. La defensa discrepa. Un agente contó que desde Tomás Alonso, donde fue el primer fuego, se tarda 22 minutos andando hasta la avenida de Castelao, por donde pasaba el autocar que se calcinó en Urzáiz. «Tuvo tiempo suficiente», declaró, agregando además que la geolocalización telefónica situó el móvil que usaba el acusado en la zona donde fue el incendio de Bouzas.
«Noté un fuerte olor a gasolina y vi a un hombre manipulando algo: yo quería bajarme ya de allí»
Los acusados declararán al final del juicio, que prosigue mañana jueves. Además de los policías, hoy comparecieron el conductor del autobús incendiado en Bouzas –donde viajaban 9 personas y donde se logró sofocar el fuego a tiempo–, el representante legal de Vitrasa y la testigo clave, la única pasajera que, junto a la chófer y el incendiario, iba en el autocar que se calcinó en Urzáiz.
Al igual que los agentes, esta joven declaró protegida por un biombo. Ella iba sentada cerca de la conductora, hablando por teléfono con su exnovio, cuando notó que «olía mucho» a gasolina. Aquello no le pareció normal, giró la cabeza hacia atrás y «al fondo» vio a un hombre «como moviendo o manipulando papeles o telas en un hueco de los últimos asientos».
Se puso «muy nerviosa». «Quería bajarme lo antes posible, quería bajarme ya», confiesa. Cuando el autocar se paró en la zona de La Farola, ella bajó por una de las puertas y el varón del fondo lo hizo por otra «a paso muy rápido» y gritando «fuego, fuego». «No me fijé en lo que hizo la conductora», dijo con respecto a la chófer que iba al volante, la ahora acusada. Lo que sí recuerda es que cuando bajaba los últimos escalones y miró hacia atrás, «ya estaban ardiendo los asientos traseros». «Me quedé alucinada», dijo esta mujer.
La Policía le mostró días después las imágenes de las cámaras del autocar incendiado en Bouzas. Esta testigo ha refrendado que «no tiene dudas» de que el varón de la grabación es el mismo que el del bus de Urzáiz.
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