Los regalos para profesores a final de curso causan controversia entre padres

Los obsequios van desde artículos de papelería customizados a dispositivos electrónicos o sesiones de spa, todo organizado desde grupos de Whatsapp de madres y padres

Un padre y su hija entrando en un colegio.

Un padre y su hija entrando en un colegio. / FDV

Hacer un regalo al profesor cuando termina el curso es ya una costumbre en los colegios de Vigo, sobre todo en los de ámbito privado o concertado.

Desde detalles customizados a dispositivos electrónicos, la gama de precios es amplia y diversa. Eso sí, siempre con algo de controversia por medio. Hay progenitores a favor y en contra: mientras que unos lo ven como un gesto de agradecimiento, otros creen que no es necesario premiar a un docente por hacer su trabajo. También hay quienes apuestan por algo simbólico, más creativo que caro, o por hacerlo solo al final de ciclos completos.

El psicólogo clínico y presidente de la Asociación para a Saúde Emocional na Infancia e na Adolescencia (ASEIA), Ricardo Fandiño, explica funcionan como un rito de cierre: «Ayudan al alumnado y a sus familias a elaborar la separación al final del curso, especialmente en las etapas infantiles, donde el vínculo con el docente es más afectivo y cotidiano».

Juan Carlos Chans, presidente de la Asociación de Directores de Centros Públicos de Vigo, señala que este gesto lleva siendo una tradición desde hace años, aunque ahora se magnificó. «Son comunes objetos (como un mandilón) con el nombre de todos los niños o un ramo de flores», apunta. Pero también hay cursos en los que se tira la casa por la ventana y se apuesta por un día de spa o una tablet.

«Ocurre sobre todo cuando el tutor es el mismo durante más de un año. Nosotros no nos metemos, los padres tienen grupos de Whatsapp en los que se organizan», señala el docente del colegio de Bembrive. «Los regalos se suelen entregar en ambientes más discretos para no sembrar conflictos profesionales», añade.

Desde la Federación Olívica de Asociacións de Nais e Pais (Foanpas), Iria Salvande, señala que en los centros que representan -todos ellos públicos- solo se entregan obsequios cuando hay una jubilación y gastando siempre alrededor de cinco euros.

Mirian F. tiene dos hijos en Primaria y explica que, tras ponerse de acuerdo por el grupo, ponen también una media de cinco euros por familia. Para este año eligieron una pulsera de 50 euros y un marcapáginas metalizado y personalizado de 30.

Juan C. también tiene que «apoquinar». En su caso optan por artículos de papelería con frases motivacionales, tipo «el mejor profe del mundo».

No todos están de acuerdo. Hay quien no quiere participar, pues lo considera innecesario, y otros están dispuestos a pagar pero no a organizar.

«Cuando es una obligación desde un grupo de Whatsapp pierde autenticidad»

Ricardo Fandiño, psicólogo especializado en adolescencia, señala que aunque parezca una práctica reciente, regalar a quienes cuidan o educan tiene una larga tradición simbólica. «Lo nuevo es que ahora estos gestos se han institucionalizado de forma informal, casi como una norma social en ciertos contextos», apunta. ¿Está bien o mal? Fandiño cree que depende de la lógica que lo sostenga. «Cuando surge del deseo genuino del alumnado o de las familias, puede ser una forma hermosa de expresar gratitud. Pero si se convierte en una obligación grupal —organizada desde un chat de madres y padres—, pierde autenticidad. En esos casos, no se regala tanto por reconocimiento como por presión social», afirma. «A veces, un gesto sencillo —un dibujo, una carta, una palabra dicha desde el corazón— puede ser más valioso que cualquier regalo material. Porque da cuenta de que algo del lazo se ha construido. Y eso, para quienes trabajamos con personas, es el verdadero reconocimiento», añade.

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