ADN vigués en la alta ciencia del mar
Compuesta por cuatro expertos en recursos marinos, la delegación del IEO de Vigo es la mayor de todas las que forman el grupo de investigadores que definen el futuro de la pesca europea del Atlántico. Su evaluación será clave para fijar las cuotas de 17 especies de gran valor para Galicia como la merluza, el gallo y el rape.

Santiago Cerviño (5i.), Anxo Paz (7i.), Esther Abad (8i.) y Marta Cousido (9i.) con el resto de integrantes del grupo europeo que analiza las poblaciones pesqueras del Atlántico. / FdV
Análisis que toman como referencia el impacto del pasado y los datos del presente para proyectar el futuro de la pesca europea, tratando de contemplar todas las aristas que se esconden el fondo de los océanos. Ese es el cometido del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES), el organismo que ejerce como guardián de las aguas comunitarias desde la danesa Copenhague, epicentro de la evaluación anual de 250 stocks pesqueros y punto de partida de los posteriores advices —consejos— que la entidad emite a las autoridades de la UE. Se trata de recomendaciones que tiene muy en cuenta Bruselas a la hora de definir, más tarde, las cuotas totales de cada especie; en definitiva, cuánto pescado acabará pudiendo pescar cada embarcación al año siguiente. Una decisión que siempre parte de los trabajos que realizan grupos científicos especializados como el WGBIE (Working Group for the Bay of Biscay and the Iberian Waters Ecoregion) para la inabarcable franja del Atlántico que se extiende de Cádiz a Noruega, donde el ADN vigués es dominante.
Compuesta por cuatro expertos en gestión de recursos, la delegación del Centro Oceanográfico de Vigo es la mayor de todas las que forman el colectivo investigador que analiza esta región marina; un equipo dotado por 25 profesionales de España, Portugal, Francia, Irlanda o Reino Unido que integran Santiago Cerviño, Marta Cousido, Anxo Paz y Esther Abad. En su caso, las miradas están enfocadas en el estado de 17 demersales de gran valor para Galicia como lo son la merluza, el gallo y el rape. El comité se reunió a comienzos de mayo presencialmente en la capital de Dinamarca y tras ello ultimó los flecos de su cita vía telemática.
Análisis y supercomputación
El modus operandi que prima a la hora de examinar cada especie es el mismo. Cada una suele tener un ponente que actualiza su desempeño en base a los datos más recientes: capturas, campañas, observadores a bordo, índices biológicos… Los investigadores presentan en plenaria la evolución de su stock, se discute, se le da el visto bueno y se elabora el informe científico. Ese documento pasa luego por revisión en el ICES y así se convierte en el consejo que finalmente llega a los Veintisiete.
Pero evidentemente ha habido cambios, tanto en el grupo WGBIE como en el resto de formaciones de grandes académicos. Los más importantes han venido dados de la mano de la mejora de la tecnología y, con ella, la instauración de metodologías que permiten medir con mayor precisión el grado de conservación de los pescados y mariscos que son objeto del análisis. «Vemos si la biomasa sube o no sube, si la intensidad de pesca está dentro de los niveles sostenibles. Hacemos bastantes escenarios y entre ellos se escoge el más adecuado», apunta Cerviño, con más de 25 años de experiencia desde su primera evaluación, en 1998, todavía con la tesis. «Cuando empecé, el estado de los recursos era mucho peor. Los TAC se ajustaban más a las necesidades de la flota que a la capacidad productiva de las poblaciones. Era un mar más libre, por decirlo así», recuerda. «Hoy las poblaciones explotadas están mucho mejor que entonces, sin ninguna duda», concluye.
No obstante, ante el impacto que han sufrido los pesqueros con motivo de las restricciones que involucran a su actividad —normalmente con rebajas de cuotas—, el investigador vigués no duda en que la dimensión socioeconómica es uno de los principales retos a contemplar dentro de las recomendaciones del ICES, así como el abordaje de las pesquerías mixtas y el enfoque ecosistémico. Todo ello desde una perspectiva de continuo aprendizaje «para que cada vez sean menos las incertidumbres que hay en el mar», donde el cambio climático también hace mella con efectos a medio y largo plazo. Y para ello, Galicia tiene un aliado poderoso: el superordenador del Cesga que permite realizar los cálculos de computación de los modelos predictivos más difíciles.
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