Vajillas italianas en la Galicia romana: el intenso comercio que revelan las marcas de alfarero

Una tesis de la UVigo recopila los sellos en productos de terra sigillata encontrados en yacimientos del noroeste peninsular

Cerámica hallada por los arqueólogos de la UVigo en la Cibdá de Armea, en Allariz.

Cerámica hallada por los arqueólogos de la UVigo en la Cibdá de Armea, en Allariz. / DUVI

Sandra Penelas

Sandra Penelas

Las vajillas fabricadas por los alfareros italianos llegaban hasta los puntos más recónditos del Imperio Romano. Las marcas de los productores revelan que los platos, vasos o fuentes que salían de sus obradores acababan en las mesas de las villas y también de los castros del noroeste peninsular. La tesis de Nerea Ruanova, que recopila los sellos en terra sigillata, una cerámica muy utilizada entre el siglo I a.C. y el III d. C., permite identificar su procedencia y reconstruir aquel intenso comercio.

El trabajo abarca tres antiguos conventus –asturicense, bracarense y lucense– y, además de incluir marcas ya conocidas y publicadas, añade un buen conjunto de sellos inéditos hallados en los últimos años en yacimientos como la Cibdá de Armea (Allariz). Más de la mitad del catálogo procede de Astorga y León y la autora, que realizó su estudio dentro del grupo de Estudios de Arqueología, Antigüedad y Territorio (GEAAT), también revisó materiales en el museo Quiñones de León y en el de Ourense.

Trabajo de revisión de cerámicas para la tesis en el museo Martins Sarmento de Guimaraes.

Trabajo de revisión de cerámicas para la tesis en el museo Martins Sarmento de Guimaraes. / Cedida

«La terra sigillata es un tipo de cerámica romana muy característica, con un engobe rojo brillante. Se empezó fabricando en Italia, de allí se exportó a la Galia y después se inició en Hispania, cuya producción acabó sustituyendo a las otras dos. Era la vajilla cotidiana y de más lujo en la mesa romana, la Santa Clara de la época. Y la usaban las familias con dinero de las villas pero también en los castros», destaca Ruanova.

Las elaboraciones se sellaban en el fondo interior con el nombre del alfarero, lo que ha permitido conocer cuáles eran los productores más presentes en las mesas del noroeste peninsular. Y, aunque similares, hay diferencias en las tres producciones en cuanto a acabados, pastas, formas y también en la manera de realizar esas marcas epigráficas.

Marca en terra sigillata itálica in planta pedis del alfarero Rufus.

Marca en terra sigillata itálica in planta pedis del alfarero Rufus. / Cedida

Los alfareros itálicos utilizaban sellos pequeños, de entre 1 y 2 centímetros. Y recurrían mayoritariamente a la formula onomástica del duo domina o solo el nomen. Así lo hacía Ateius, el productor itálico más conocido en el noroeste de la península y cuyas piezas elaboradas en su taller de la zona de Aresso, en la Toscana, se han encontrado en el Castro de Vigo y en el de Santomé (Ourense), así como en Lugo y Astorga. Incluso llegó a firmar junto a sus esclavos –Cn. Ateius Crestus o Cn. Ateius Euhodus–, lo que indica «la importancia y difusión que tenían sus productos por todo el Imperio».

Sello intradecorativo en terra sigillata hispánica del alfarero Festus Attius.

Sello intradecorativo en terra sigillata hispánica del alfarero Festus Attius. / Cedida

Los alfareros gálicos comenzaron a fabricar sigillata en talleres de Lyon y, posteriormente, en La Graufesenque, pero sus sellos no eran tan cuidados como los itálicos. Y los hispánicos, que podían llegar hasta los tres centímetros, aún eran más toscos.

«La terra sigillata hispánica que se utiliza en el noroeste peninsular procede de los talleres situados en Tricio (La Rioja) y constituye la producción más abundante que encontramos en los conjuntos cerámicos en comparación con las otras dos. Los sellos hispánicos incluidos en mi tesis triplican el número de itálicos y sudgálicos», apunta la investigadora viguesa.

Y algunos de los nombres de alfareros que más se repiten en la zona geográfica de estudio son Lapillius, Sempronius o Maternius Blandus.

También existía una pequeña producción de sigillatas al modo itálico en los campamentos de Herrera de Pisuerga para autoabastecimiento. Sus elaboraciones también eran selladas y el alfarero más conocido era Terentius III Macedonica. «Esto nos indica que pertenecía a la legión allí acantonada. Pero estos productos solo se distribuyen en Astorga, León y Herrera de Pisuerga», añade.

Gráfico de tipos de marcas en terra sigillata itálica elaborado por Nerea Ruanova.

Gráfico de tipos de marcas en terra sigillata itálica elaborado por Nerea Ruanova. / Cedido

En cuanto a las formas más utilizadas, las rectangulares eran las más comunes, aunque los itálicos preferían in planta pedis, que consiste en la forma de un pie con el nombre en su interior. «Hay otros tipos de sello menos habituales como una mano, circulares o, en el caso de las marcas itálicas que eran más elaboradas, con una corona de flores alrededor», detalla Ruanova, cuya tesis estuvo dirigida por el arqueólogo de la UVigo Adolfo Fernández.

Las producciones selladas son conocidas hasta el siglo III. A partir de ahí, comenta la experta, se siguen fabricando otros tipos de sigillata, pero no se han encontrado marcas al contrario de otras elaboraciones cerámicas romanas.

«Una de las preguntas que nos hacemos los investigadores es cuál era el motivo para sellarlas. No existe un valor estético, porque son piezas estandarizadas, las formas son iguales. Así que la función del nombre quizá tenga que ver más con la producción, por ejemplo, para diferenciar unos productos de otros en el caso de que fuesen llevados a un horno comunitario o para que los comerciantes los pudiesen distinguir cuando los vendían», plantea Ruanova.

La autora de la tesis, Nerea Ruanova, participa actualmente en la campaña arqueológica de la UVigo en Ons.

La autora de la tesis, Nerea Ruanova, participa actualmente en la campaña arqueológica de la UVigo en Ons. / Cedida

Transporte marítimo y por tierra

En cualquier caso, este tipo de cerámica era muy demandada y el nombre de los alfareros da pistas sobre el volumen de talleres existentes y del intenso comercio que funcionó a lo largo del Imperio: «El transporte de estas vajillas desde la península itálica sería marítimo primero y luego terrestre. Y seguramente acompañaban a otros productos como las ánforas. También se utilizarían las vías fluviales para llegar al noroeste por el valle del Ebro. Y desde los puertos de la Galia como el de Burdeos llegaban por el Cantábrico».

Ruanova, graduada en Filología Clásica por la USC, comenzó a estudiar las marcas de alfarero como trabajo final del máster de Arqueología y Ciencias de la Antigüedad:

Espera que este nuevo y completo corpus ayude a otros investigadores y confía en conseguir una ayuda postdoctoral para seguir profundizando en este campo en algún centro extranjero.

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