La regla impacta en las investigadoras: el 48% sufren dolor significativo durante las campañas
Un estudio certifica que el trabajo de campo rara vez se adapta a la salud menstrual y la falta de productos higiénicos en los botiquines

Campaña en el Alto Gobi (Mongolia) liderada por la austriaca Gudrun Daxner-Höck y con un equipo totalmente integrado por mujeres, entre ellas, Adriana Oliver y Paloma López-Guerrero, coautoras del trabajo. / Cedida
Entre los artículos publicados en su último número, la revista Ecosistemas incluye un trabajo sobre un tema cotidiano para la mitad de la población y, sin embargo, apenas abordado en el ámbito científico: las barreras que supone la regla para las investigadoras en el trabajo de campo, un aspecto clave en áreas como las ciencias naturales. El estudio «Sangre, sudor e investigación» parte del comité de igualdad de la Asociación Española de Ecología Terrestre (AEET) y del colectivo Mujeres con los pies en la Tierra y, entre sus once autoras, figuran dos integrantes del grupo Mapas Lab de la UVigo, Sara Gamboa y Adriana Oliver.
La encuesta contó con la participación de 429 personas –el 86% de ellas mujeres menstruantes o que lo han sido, una persona no binaria menstruante y ninguna trans– que se encontraban en distintas etapas de su carrera y, la mayoría, trabajando en centros de la Península. Los resultados constatan que el 48% sufrieron dolor menstrual significativo y un 13%, muy fuerte. Además, el 85% señalaron que los botiquines estándar no incluyen productos higiénicos como tampones y compresas y que solo el 30,5% se siente cómoda trasladando estas cuestiones a sus supervisores masculinos frente al 60% que lo hace tranquilamente con supervisoras. Una situación que es más común entre las estudiantes.

Una investigadora de la UVigo, trabajando en Oia. / Cedida
«Nuestra motivación principal era poner sobre la mesa los datos y hacer pública la conversación para que se creen entornos de trabajo igualitarios y agradables. Los únicos antecedentes que encontramos son dos trabajos similares en el mundo de la arqueología, una disciplina que también tiene muchísimo trabajo de campo. Y nos gustaría que nuestro estudio también sirva de inspiración para más investigaciones que contribuyan a seguir aumentando esta imagen que estamos empezando a ver», destaca Gamboa, que pertenece al comité de igualdad de la AEET y a Mujeres con los pies en la Tierra.
La publicación del artículo es además una «recompensa» al compromiso con una ciencia «más activista y humana» que no suele quedar reflejado en los currículos. «Ecosistemas está editada por la AEE pero es una revista indexada e internacional. Nosotras procedemos del ámbito de las ciencias naturales, no somos especialistas en ciencias sociales, pero tanto los editores como los revisores anónimos nos apoyaron muchísimo y nos animaron a profundizar en cuestiones sociales», apunta.
«La mayoría de la gente no percibe la menstruación como un tabú porque no hay una interpelación directa, nadie te dice de eso no se habla. No existe una censura directa, pero en el mundo académico, tradicionalmente masculino, nos hemos sumado a unas dinámicas sin darnos cuenta de que ahora la ciencia es mucho más diversa y hay nuevas necesidades. Es cierto que se ha avanzado, pero, siguiendo la epistemología de guerra masculina que plantea Silvia Gil, los botiquines solo contienen elementos para emergencias y las cuestiones más crónicas o silenciosas como la menstruación no están contempladas», añade Gamboa como ejemplo de esa invisibilización.
El trabajo insiste en que la discriminación menstrual incide directamente en la discriminación y la desigualdad de género. Y plantea que políticas como la reciente baja menstrual son «insuficientes» si no están acompañadas de la creación de entornos adecuados y que garanticen unas condiciones dignas para las mujeres y todas las personas que menstrúan.

Dos investigadoras, muestreando en la playa de Patos. / Geoma
Por eso, las autoras también incluyen una guía que, entre otras buenas prácticas y políticas, propone la inclusión de productos higiénicos en los botiquines, la preparación de las campañas con equipos diversos o el fomento de un diálogo abierto sobre esta cuestión entre todos los géneros.
«Las mujeres somos fuertes y resilientes y llevamos afrontando la menstruación toda la vida. Se trata de implementar medidas tan sencillas como cambiar un turno de prácticas a una alumna. Simplemente es asumir con naturalidad algo que le ocurre a la mitad de la población, integrarlo en nuestro planteamiento social y contar con protocolos. Colectivamente hemos asumido que allá donde vayamos, un bar, una biblioteca o una oficina del INEM, habrá un baño disponible y con papel higiénico. Sin embargo, cuando tienes la regla tú cargas con todo el material menstrual», pone como ejemplo.
Charla en el Congreso Ibérico de Ecología
Las once autoras son españolas y trabajan en centros de investigación y empresas de diferentes comunidades, así como de Alemania y Países Bajos. Y esperan que su trabajo contribuya a que las instituciones y los equipos sean más inclusivos y no discriminatorios.
«Aspiramos a abrir la conversación en los congresos, las facultades y los grupos. Pocos días después de publicar el artículo, una compañera nos contó que en su centro un investigador lo había compartido en la lista de correo. Es una recompensa genial ver que está calando y que la gente empieza a hablar de la menstruación», celebra Sara Gamboa.
Con este objetivo, ella y algunas de las otras autoras del artículo presentarán sus resultados en el III Congreso de la Sociedad Ibérica de Ecología que se celebrará en Pontevedra el próximo mes de junio.
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