Una tasa turística en Vigo, ¿es necesaria?
Uno o dos euros por pernoctación. Podría ser una fuente de financiación para mejorar la salud del turismo o un incordio para la hostelería y los propios vecinos. Vigo no deja de cosechar récords de visitantes y de forma desestacionalizada. La idea de una tasa es para algunos impensable y para otros razonable.

Turismo en Vigo, durante el pasado verano. / Alba Villar
El turismo de Vigo está en ebullición. Hace una década la mayor afluencia ocurría en verano, los visitantes venían a disfrutar de la playa y de las Islas Cíes. Parroquias como Coruxo, Saiáns o Canido soportaban sin pena ni gloria el peso de los forasteros.
En 2018 todo cambió, «with the lights, with the music», que diría el alcalde, y la Navidad se convirtió en el principal atractivo de la ciudad. Calles iluminadas, mercados al estilo europeo e incluso una noria gigante suscitaron la curiosidad de todo el país (y también del vecino). Además, el tirón mediático de la ciudad, posiblemente complementado por factores como el deporte y un incansable Celta, suscitó mayor interés en la urbe en cualquier momento del año.
Para muestra, el dato de ocupación hotelera de este marzo, que superó el 46%, casi un punto más que el año pasado. El 33% de los visitantes procedían del extranjero y, de estos, el 39% de Portugal.
Si se establece una comparativa interanual, las cifras presentan un incremento relevante. Entre el cuarto trimestre de 2017, cuando la Navidad todavía no era marca viguesa, y el mismo periodo en 2024, se observa un aumento de turistas de un 60%. Pasaron de ser 91.892 a 146.803. Cada año la tendencia es al alza, sobre todo desde que comenzaron a promocionarse las luces a bombo y platillo ocho años atrás.
Aunque menor, el tirón también se nota en verano. Si en 2017 vinieron 149 mil personas, en 2024 fueron 16 mil más.
Los datos son de récord en diferentes épocas del año, de lo que se puede extraer que el turismo está en vías de desestacionalización. Sin embargo, en temporadas como la Navidad, el volumen de personas no siempre se adecua a esta característica.
El economista de la Uvigo, José Antonio Fraiz, señala que desestacionalizar es una buena forma de combatir la masificación y, en el caso concreto de Vigo, puede ser una de las causas que expliquen el récord de turistas, pero advierte que hay que vigilar las cifras por si el grueso acabase concentrándose en los períodos de alta demanda.
En este caldo de cultivo de Vigo como atractivo surge la duda: ¿Sería interesante para la ciudad establecer una tasa turística? Santiago de Compostela está encaminada a establecerla cuanto antes, después de que este 2025 la Xunta lo aprobase tal posibilidad. Los concellos son quienes tendrán que decidir si quieren establecerla o no y los encargados de su gestión. El importe por noche oscilaría entre 1 y 2,50 euros y se podría cobrar hasta un máximo de cinco días.
En la provincia, las alcaldías socialistas de A Illa y O Grove se sintieron atraídas por la medida, aunque por el momento todo está en stand by.
Si Vigo tuvo en 2024 un total 532.106 pernoctaciones y a estos se les hubiese aplicado dicha tasa (de dos euros, por ejemplo), el Concello podría haber recaudado más de un millón de euros.
Ese importe podría destinarse a mejorar infraestructuras, servicios públicos y proyectos de desarrollo local, así como conservación de áreas muy transitadas o a cuidar el patrimonio. El gobierno local tendría que estudiar en qué gastar lo recaudado. Fraiz explica que en cualquier caso «tendría que ser anunciada de manera pedagógica, ya que es una satisfacción que los turistas elijan Vigo frente a otros destinos y hagan gasto (y ya pagan impuestos indirectos)».
Además, apunta que conviene tener presente que la implantación y gestión de la tasa turística requiere recursos adicionales y genera burocracia, tanto para la administración local como para las empresas del sector.
Melchor Fernández, profesor de Análisis Económico e investigador en el Instituto de Estudios y Desarrollo de Galicia (IDEGA), menciona algunos usos que se les dio a las impuestas en España. Mientras que en Cataluña se estableció por necesidad de financiación, para cubrir gastos derivados del turismo, en Baleares funcionó desde un inicio como compensación para estragos medioambientales producidos por el tránsito de viajeros.
«Lo que podemos descartar es que sirva para el control de flujos. Estamos observando incrementos continuos en los precios que superan con creces lo que podrían suponer las tasas en los intervalos en los que se mueven», añade el experto.
Indica que, aunque no se apruebe, los ayuntamientos tienen capacidad para establecer otro tipo de tasas. Su homólogo Fraiz menciona opciones alternativas como establecer impuestos a operadores turísticos o cruceros y no al turista, permitir contribuciones voluntarias o mecenas, es decir, invitar a los turistas a hacer donaciones voluntarias para proyectos locales (ambientales, culturales, sociales) o una mejor redistribución de los fondos públicos centrales y autonómicos que tengan en cuenta los flujos.
Lo que se deja entre líneas es que es que las tasas son una opción a valorar: «Es una posibilidad que se va a terminar instaurando en todos los sitios en un futuro. En Europa está muy extendido y la gente lo tiene muy claro. Lo difícil de la cuestión es educar a los viajeros», dice. También apunta que este tipo de impuesto es más lógico para aquellos visitantes que van a hoteles y no para visitantes de proximidad o que acceden a segundas residencias.

Iván Sánchez y César Ballesteros / Marta G. Brea
Los hosteleros, representados por César Ballesteros en Pontevedra y por Iván Sánchez en Vigo, se oponen por completo a establecer una tasa turística.
Sánchez cree que en la ciudad olívica simplemente no es necesario: «Somos un destino en desarrollo, todavía con recorrido. No se da una circunstancia como puede ser la masificación de visitantes como para plantearnos una tasa a aquel que se decida a visitarnos», afirma. Cree que el aforo todavía está lejos de completarse y que podemos seguir recibiendo visitantes la mayor parte del año. «No sería oportuno un impuesto, menos aún si pensamos que nuestro destino tiene unos precios muy competitivos respecto a otros», añade.
Ballesteros concuerda: «No tiene sentido alguno, bajo ningún concepto». En su opinión, lo más cabal sería buscar una fórmula para que parte de los impuestos que ganan las empresas del propio sector reviertan al municipio. «La tasa no es más que un cobro añadido y que además debe ser recaudado por el sector gratuitamente», añade.
Pero, ¿si se estableciese espantaría a los turistas? Ballesteros está seguro de que sí. «Sin duda alguna. Si pones la tasa en Santiago, en verano, vas a perjudicar a los hoteles porque en vez de alojarse en ellos, los visitantes lo harán en el municipio de al lado donde no hay que pagarla», opina. También advierte sobre desplazamientos laborales: «Se cobra a todo el que pernocta, algo muy subjetivo porque mucha gente viene a trabajar y no a hacer turismo».
Con todo, el profesor Fraiz recuerda que en la mayoría de las ciudades en las que se implantó no disminuyó el número de visitantes. Para ejemplo, Barcelona y Venecia. Solo ocurrió en Ámsterdam, donde la tasa ronda los 20 euros. Los visitantes optaron por quedarse en ciudades cercanas como Rotterdam o Utrecht.
Las asociaciones vecinales o de defensa de acceso a la vivienda creen que la tasa turística es una «trampa» que, aunque podría suponer un beneficio económico, realmente no hacen más que fomentar esta práctica de forma descontrolada.
La asociación de vecinos Zona Centro considera que es una medida «no prioritaria» para la ciudad. Desde esta plataforma, muy crítica con la Navidad, apuntan que «antes de implantar ninguna tasa sería necesario adoptar todas aquellas medidas orientadas a proteger y velar por la calidad de vida de los propios vigueses», dicen. Critican que el objetivo recaudatorio de la medida serviría para cubrir los sobrecostes que origina una indeseada masificación turística.
Por otra parte, Ana Graña, del del Sindicato das Inquilinas e da Vivenda, cree que aunque podría ser un modelo viable no satisface las verdaderas necesidades: «É un parche que se disfraza de que vai servir para coidar o patrimonio e ter máis seguridade pero que realmente serve para satisfacer os intereses dos turistas».
«Se realmente queremos que o turismo non afecte a poboación local, habería que frear as vivendas de uso turístico», concluye Graña.
Los alcaldes de A Illa y O Grove ponen en «stand by» sus tasas; Santiago mueve ficha
En España solo Cataluña y Baleares aplican la tasa turística. En la primera comunidad, el impuesto puede alcanzar los 6,75 euros por noche y en las islas la tarifa oscila entre 1 y 4 euros. Santiago, la ciudad más visitada de Galicia, está en vías de aplicar la suya propia. De hecho, prevé hacerlo este mismo verano. La recaudación final podría alcanzar los dos millones de euros.
Por otra parte, A Illa y O Grove están trazando su propio recorrido. Los regidores creen que es una buena opción para asumir los gastos a los que deben hacer frente, pero desde sus concellos no se lo están poniendo fácil.
Luis Arosa, alcalde de A Illa, lamenta que «de momento non damos feito». Durante el verano padecen problemas con el tráfico, con colapsos que no permiten a los residentes hacer una vida normal. En lugar de esta tasa van a llevar a cabo otras medidas: «Implantaremos as zonas azuis e unha zona residencial onde só poderán pasar coches empadroados na Illa. Tamén teremos un bus lanzadera para que o empreguen os isleños e os visitantes. Todo para alixeirar o tráfico», explica.
No descarta que en el futuro cobren el impuesto, sobre todo para asumir los gastos que genera la basura. «Están a recaer nos impostos dos veciños. Haberá que ser solidario e xa que todos son benvidos a gozar do entorno, que aporten un pouco», añade.
Su homólogo en O Grove, José Antonio Cacabelos, está en el mismo saco. Su concello marca récord de visitantes cada verano. Solo durante el tercer trimestre de 2024 recibieron a 57.153 personas. El volumen en aumento hizo reflexionar al gobierno local que esperan poder aprobar la tasa en 2026.
«Llevo planteándolo desde hace mucho tiempo. No queremos, pero hay un problema real de financiación local», reconoce. Advierte que las medidas para adaptase a la demanda requieren de un empujón económico: «Los veranos desde la pandemia son de mayor afluencia, tenemos que responder con más servicios, directamente vinculados a la cantidad de visitantes y al sector turístico». Esto implica reformar paseos, limpieza de calles, contratación de socorristas y un sinfín de previsiones a mayores. Cacabelos lamenta que no hay forma de financiar estos gastos y que necesitarían una ayuda extra por parte de la Administración para sufragarlos.
Su idea de sumarse a las tasas queda para este verano en stand by al toparse con la negativa de toda la oposición de su concello, que creen que de establecerla los visitantes preferirán hacer noche en otra villa de la zona.
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