El oso Carmo busca vivienda estable
En Vigo hay un oso desde hace casi 20 años, pero podría mudarse pronto. Se llama Carmo y el Concello le está buscando un hogar más espacioso y apropiado para él que Vigo Nature, que dejó atrás su pasado como zoo y está enfocado en convertirse en una granja interactiva.

Pedro Fernández
Carmo es el único oso pardo residente en Vigo desde hace siete años, cuando todavía compartía el protagonismo con su hermano Pelayo. Su vida en A Madroa es sencilla, pero no por ello desprovista de emociones. Tras superar la muerte de su allegado y pasar por una breve depresión, busca un hogar definitivo en un panorama de gran complejidad para los de su especie, casi tanto como la crisis de la vivienda que padecen los humanos. El Concello está estudiando opciones con el objetivo de cerrar el capítulo de Vigozoo y seguir conformando Vigo Nature, un centro de divulgación ambiental que quiere priorizar el bienestar animal. Pero no todo vale. La nueva residencia de Carmo tiene que ser estable. Tiene 20 años y si la salud le es favorable puede vivir otros tantos. Otro requisito es que sea espaciosa: actualmente vive en un recinto de 900 metros cuadrados para él solo, por lo que el nuevo espacio no puede ser más pequeño.
Si además logra tener compañía, todavía mejor. Lleva siete años conviviendo únicamente con visitas humanas, algo a lo que no estaba acostumbrado con Pelayo. Nació en 2005 en el zoo de Carmona (Sevilla) y con un año fue enviado junto a su hermano a la ciudad olívica. No es un animal preparado para sobrevivir en el medio natural: al haber nacido en cautiverio no sabe como buscar comida, no tiene instinto para buscarse la vida. A sus padres les había pasado algo similar, se quedaron huérfanos desde muy pequeños y fueron rescatados para evitar que muriesen en la intemperie. La especie está en peligro de extinción, aunque en vías de estabilizarse tras años de trabajo en su conservación.

El oso Carmo posa para Faro de Vigo mientras espera un hogar / Marta G. Brea
Pelayo y Carmo eran grandes amigos. Interactuaban y pasaban sus días juntos, hasta que el primero murió de una enfermedad crónica.
Precisamente uno de los factores que dificulta su traslado es la socialización. No puede ser llevado a Cabárceno porque ya hay manadas hechas y podría quedar marginado. Otros sitios idóneos como la fundación Proaza no tienen hueco. «Tardamos mucho en sacar al resto de animales del zoo porque los traslados requieren un estudio para saber donde van a estar bien, si no van a tener mejores condiciones que aquí no los llevamos», indica la concejala de Medio Ambiente, Nuria Rodríguez.
Amigable pese a las zarpas
Carmo responde a su nombre cuando se le llama. Alza la cabeza y atiende. No tiene vergüenza ni se oculta ante las visitas, al revés, interactúa, rueda por el suelo y se rasca la espalda con los árboles.
Es omnívoro y lleva una dieta a base de frutas, verdura, carne, pescado y, por supuesto, miel. Aunque los osos son por lo general pacíficos, el responsable de los cuidadores de Vigo Nature, Juanjo Vázquez, afirma que si se viese amenazado podría llegar a atacar. Con todo, suelen huir previamente gracias a su sentido del olfato.
Decomisos y cesiones
Carmo convive con otras especies, entre ellas un cocodrilo pequeño, tarántulas, serpientes, y tortugas invasoras, entre otras. Desde que se aprobó la ley de bienestar animal, el Concello tiene la obligación de recoger especies que lleven los vigueses. Ya recibieron cerca de una decena: «Necesitan unos seguros y unos cuidados especiales y hay quien prefiere traerlos», apunta Rodríguez. También se encargan de decomisos.
Por su parte, Vázquez señala que siempre es preferible llevar a mascotas aparentemente inocentes como las tortugas a Vigo Nature. Nunca soltarlas en lugares como Castrelos: «Las especies exóticas acaban sobre todo con los huevos de los anfibios, transmiten enfermedades porque vienen de granjas y afectan a los ecosistemas. Es muy problemático».
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