¿Qué hacer cuando tu vecino monta fiestas de madrugada?: esta familia de Vigo lo ha intentado casi todo
«Estamos pensando en vender el piso donde he vivido toda la vida», asegura esta madre que ha llegado varias veces a su trabajo de enfermera sin dormir por culpa de esta «vecina tóxica»

Una persona, incapaz de dormir. / FDV
La Ley del Ruido, que existe en España desde 2003, tiene como objetivo prevenir, mitigar y vigilar la contaminación acústica y, entre otras cosas, contempla multas de 750 a 3.000 euros por saltársela. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2024, el 21,9% de la población confesó sufrir problemas de ruidos producidos por vecinos o provenientes del exterior.
Sin duda, este es uno de los principales problemas de convivencia que surgen en una comunidad de vecinos y que, en ocasiones, puede llegar a resultar un auténtico calvario y hasta problemas de salud para los afectados.

Escrito de una comunidad de propietarios compartido por la plataforma 'Líos de vecinos'. / @LiosdeVecinos
Todos, en mayor o menor medida, han tenido que 'dar el toque' a alguno de sus convivientes cuando éste se pasa de decibelios a horas estipuladas para el descanso. Y aunque la gran mayoría pide disculpas y rectifica su comportamiento, el civismo va por barrios. Solo hay que echar un vistazo a la cuenta 'Líos de Vecinos' que en sus perfiles de redes sociales comparte todo tipo de incidencias que se dan entre los residentes de un edificio, a través, sobre todo, de esas notas físicas que aparecen en rellanos, ascensores o tablones de anuncios del portal, donde uno se queja o protesta por un mal comportamiento o por el incumplimiento de las normas básicas de convivencia.
Según la normativa con respecto al nivel de ruido que puede causar molestias en una comunidad vecinal, hay unos horarios permitidos que no deberían ser reprochables, y que, por ejemplo, en el caso de las obras van desde las 08 horas hasta las 21 horas ó hasta las 22 horas, según el caso.
En ese mismo horario estaría permitido poner música, claro que el ruido no debería superar los 35 decibelios de día, y los 30 cuando es de noche (a partir de las 22 horas). La misma medida se aplica para mudanzas, tocar instrumentos, discusiones familiares, fiestas o reuniones más o menos numerosas, e incluso encuentros amorosos acusticamente demasiado pasionales. El tramo horario se reduce para los trabajos de reparación cuando se hacen durante el fin de semana que permite cierta contaminación acústica -hasta los decibelios estipulados- entre las 09.30 y las 21:00 horas.
No obstante, y al margen de normas, el sentido común debería ser la pauta a seguir si queremos una convivencia solidaria, en paz y tranquila, algo que no ocurre con una familia de Vigo que figura entre ese algo más del 20% de españoles que sufre problemas acústicos, que se complican a la hora de dormir. Su caso comenzó hace unos meses.
«En octubre empezó la fiesta»
Ana (nombre ficticio) está casada y tiene una hija de siete años. Vive en el centro de Vigo, en un edificio donde se ha criado. «Cuando me casé, compramos un piso en el mismo inmueble donde yo residía con mis padres desde pequeña». Fue en 2016, cuando se mudó al noveno, encima de otra familia que también lleva en este bloque de 36 viviendas «casi toda la vida», en calidad de inquilinos y donde todos se conocen. «Yo tenía buena relación con ellos y como buenos vecinos siempre nos echábamos una mano», recuerda la afectada. Todo cambió cuando el matrimonio se separó y ella empezó una nueva relación: «Antes vivían los dos con sus dos hijos, ya adultos, pero hace un año rompieron su relación, y unos meses después el mayor también se marchó de casa. Ahí fue el punto de inflexión. Y en octubre empezó la fiesta», se lamenta.
Se asemeja más a un piso de estudiantes que a una vivienda familiar. Se montan unas cenas con música a tope hasta altas horas de la madrugada, y es un sinvivir
Al parecer, la mujer empezó a salir con una persona, y cambió totalmente su comportamiento: «parecen quinceañeros, literalmente. Esa casa se asemeja más a un piso de estudiantes que a una vivienda familiar. Entre ella y su pareja, que es mucho menor que ella, y su otro hijo, también con novia, se montan unas cenas con música a tope hasta altas horas de la madrugada, y es un sinvivir», relata.
«Ha habido hasta sesión karaoke»
Al parecer, estos festejos nocturnos se repiten asiduamente, «en alguna ocasión hasta con sesión karaoke», y normalmente con gritos, risas golpes o la televisión a todo volumen. El modo de proceder de los afectados fue el que se recomienda en estos casos, que empieza por intentar dialogar con ellos, tanto en persona, «también por parte de mi marido», como por mensajes de guasap, para que cambien su comportamiento, «pero simplemente me dijo que no le daba la gana de parar».
Ana es enfermera y no es la primera vez que le ha tocado ir a trabajar sin pegar ojo, un calvario por el que también pasa su familia. A raíz de esta situación optó por avisar a la Policía cuando ocurrían estos hechos, «pero en cuanto escuchan el telefonillo de mi piso, bajan las voces y la música, así que cuando los agentes llaman a su puerta, no pueden demostrar que estén haciendo ruido», comenta, desesperada.
Con las llamadas a la Policía, -hasta cuatro veces, la última en carnaval- la relación entre estos vecinos se ha vuelto más tóxica, hasta el punto de que ha habido enfrentamientos verbales subidos de tono.
Entremedias, además de plantearlo en las reuniones de vecinos, y poner al tanto a la administradora del edificio, Ana contactó con la propietaria del piso arrrendado por sus vecinos problemáticos, quién le derivó a su abogado: «Le escribí un email donde le explicaba todo y él me contestó: 'Es un problema particular que debe solucionar por sí misma'. También puse varias quejas en el Concello de Vigo, y nunca contestaron, aunque no sé si a raíz de eso, un día vino la Policía sin yo avisarla para hablar con ellos, pero nada. No han cambiado. Están todo el día montando fiesta, da igual la hora. Y como ninguno de los cuatro trabaja...», matiza.
Empatía en redes sociales
Ya desquiciados, Ana acudió al consejo social de las redes para pedir ayuda: «Busco a alguien que pueda asesorarme en tema inquilina tóxica y ruidosa», expresó en su desesperada publicación, con la que varios usuarios empatizaron, contando su caso personal: «Si ella vive por encima es imposible, porque te hará siempre más daño, te lo digo por experiencia, yo no podía ni abrir una ventana porque me tiraba agua con lejía, el polvo de la aspiradora me lo tiraba por las ventanas, llamé a la Policía cantidad de veces porque de noche ponía el televisor a todo volumen y nunca conseguí nada. Ahora Dios se apiadó de mí y se la llevó», relata esta afectada, ya aliviada. Otra entiende que «se pasa mal. Nosotros tenemos una que se va este mes, al fin (eso esperamos)».
«Alguno, por mensaje privado, me recomendó una página y ahí expuse mi caso. Una abogada me dijo que la comunidad de propietarios debía denunciar a la propietaria del piso», nos cuenta la enfermera viguesa que aún está valorando el próximo paso a tomar. «Nos hemos hasta planteado vender el piso e irnos a vivir a otra zona», confiesa con cierta desazón, al tratarse del lugar «donde he vivido desde pequeña».
Vía judicial
Según los expertos, si los afectados, con el respaldo de la junta de propietarios, decide presentar la demanda, el juez puede ordenar la cesación del ruido, respaldada por posibles sanciones penales en caso de desobediencia. Habría que presentar pruebas concretas de la perturbación, como grabaciones sonoras y comunicaciones formales. También se debe solicitar al dueño del inmueble la finalización del contrato de alquiler con su inquilino ruidoso, ya que la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) establece que esta rescisión está permitida cuando los moradores realizan actividades ilegales, molestas o perjudiciales.
Precedente
Un caso reciente en Vigo, desembocó en la condena hasta en tres ocasiones de una mujer de Vigo que, a altas horas de la noche,provocaba con frecuencia ruidos que "alteraban el descanso" del denunciante y de su mujer e hijos. La última sentencia, respaldada por la Audiencia Provincial, fue por un delito leve continuado de coacciones, por haber lesionado la "paz, tranquilidad y sosiego" del denunciante, además de impedirle desarrollar su vida familiar "sin adversidades y con normalidad", imponiéndole una una multa de 375 euros. Además, la denunciada llevaba desde verano de 2020 sacudiendo manteles y alfombras sobre la terraza exterior de la familia denunciante, y desde la otra fachada, la que da al patio de luces, arrojaba "distintos efectos y desperdicios como trozos de fruta, cáscaras de pipas, aguas y otros líquidos, como salsas".
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