Un invasor diminuto pero resistente
Alejandra García es la ganadora de uno de los premios Marie Tharp del CIM-UVigo con un vídeo divulgativo sobre el caracol de barro y su capacidad de adaptación a los ríos gallegos

CIM

Mide solo entre cinco y diez milímetros, pero tiene una enorme capacidad de adaptación y resistencia que le permite sobrevivir a cambios de salinidad y temperatura e incluso a la desecación y los ambientes contaminados. Alejandra García López, cuya tesis profundiza en estas habilidades y comportamientos del caracol de barro –Potamopyrgus antipodarum– es una de las ganadoras de la tercera edición del concurso Marie Tharp del CIM-UVigo gracias a un vídeo divulgativo en el que explica su trabajo.
«Siempre he creído en la importancia de la divulgación y en trasladar la ciencia a todos los públicos. Sobre todo, cuando se trata de poblaciones invasoras porque la población también tiene un componente importante. La gente puede dispersar los caracoles sin darse cuenta, por ejemplo, adheridos a las botas porque son capaces de aguantar condiciones de desecación», destaca.
Especie invasora
El caracol de barro procede de Nueva Zelanda, pero ya se encuentra extendido por todos los continentes. «Y aunque es originario de lagos de agua dulce, en los hábitats invasores se ha encontrado en agua salada, estuarios e incluso aguas artificiales como riegos o estanques. En Galicia no he encontrado un registro oficial, pero hemos localizado poblaciones en el río Eifonso, en Bembrive, y en el Caselas, que es afluente del Miño. E incluso el otro día, mientras paseaba por el Lagares, en Cabral, me encontré casualmente muchísimos en la arena», revela.
Con los ejemplares recogidos los dos muestreos realizó cultivos en la Estación de Ciencias Marinas de Toralla (Ecimat) cuyos resultados está analizando ahora. Y además acaba de regresar de una estancia de tres meses en la Universidade de Iowa (EE UU) durante la que trabajó con otras poblaciones de este caracol.
«Aunque es muy pequeño, alcanza densidades de población muy altas porque no tiene depredadores ni parásitos y una sola hembra es capaz de crear una nueva población entera. Esto ocasiona que acaben con los recursos, tanto tróficos como de espacio, en los hábitats que invaden. Alteran los ciclos de nutrientes y desplazan a otras especies», añade.

Detalle de la concha del caracol del barro / Fdv
Son incluso capaces de «sobrevivir» al tracto digestivo de los peces: «Como no están acostumbrados a depredarlos pueden generar desnutrición y en estudios realizados en otros países se ha visto que pueden generar desnutrición. Si estos caracoles son predominantes en un río, los peces los van a comer antes que las especies nativas, pero como no los digieren no obtienen ningún beneficio nutricional».
Su tesis, dirigida por el profesor de Genética Ángel Pérez Diz y la investigadora del Oceanográfico Paula Sánchez Marín, se centra en la salinidad: «Hemos visto que es mucho más resistente de lo que se pensaba. Son capaces de seguir reproduciéndose y sobrevivir en salinidades muy altas, incluso cercanas al agua de mar. Y utilizamos herramientas proteómicas para estudiar los mecanismos moleculares que les permiten adaptarse a diferentes ambientes».
Los resultados de su trabajo ayudarán a «prevenir y controlar su dispersión»: «Las especies invasoras constituyen un gran problema para la biodiversidad y todos los datos que obtengamos sobre la biología del caracol de barro pueden ser utilizados para diseñar estrategias de mitigación del daño que pueda estar causando».
Más aún, teniendo en cuenta que los ríos son hábitats muy amenazados. «Tanto el impacto humano como el cambio climático favorecen a estas especies invasoras, que son mucho más resistentes que las nativas y son capaces de sobrevivir», destaca.
Su ojo ya está entrenado para identificar que los puntos negros sobre la arena o las rocas son, en realidad, una especie invasora. Pero no hace tanto que descubrió a este caracol. Se trasladó desde Madrid hace tres años para cursar el máster interuniversitario de Biología marina, con un primer año en Santiago y el segundo en Vigo. Y ya dedicó su trabajo final al P. antipodarum.
Su salto a la divulgación, de alguna manera, también está relacionado con esta mudanza. «Cuando llegué a Galicia empecé a descubrir sitios y a hacer muchas fotos y vídeos. Y como me apetecía compartirlos, empecé a editarlos para mis perfiles en redes».
Alicia dice que grabar el vídeo sobre la tesis fue «muy divertido» y asegura que el objetivo es el mismo, hacer que el mensaje sea «dinámico y entretenido» para llegar al público. Y revela que su abuela fue su prueba de fuego: «Antes de saber que había ganado, le enseñé el vídeo y me dijo que le parecía muy interesante. Entendió lo que estoy estudiando, que al final son contenidos complicados. Con eso ya me quedé más que contenta».
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