Los artistas (aún) anónimos tras el éxito de Álvarez

No llevan su firma, pero muchas de las piezas que han salido de los hornos del Grupo de Empresas Álvarez tienen a grandes artistas como responsables de su diseño.

Uno de ellos fue el escultor Rafael Pérez Comesaña

Su familia reivindica su memoria y la sus compañeros para que no «se evapore en el tiempo»

Nani con la escultura que su padre 
hizo inspirada en ella. |  Alba Vilar

Nani con la escultura que su padre hizo inspirada en ella. | Alba Vilar

Muy cerca de donde languidecen las ruinas de la antigua fábrica del Grupo de Empresas Álvarez (GEA), a menos de un kilómetro, Nani trabaja como psicóloga clínica en un local municipal del Servicio de Infancia y Familia. El Concello decidió adornar la medianera con un mural. La sorpresa de Nani fue descubrir que el artista cordobés Manuel Mesa recreaba uno de los diseños más exitosos de su padre: la vajilla emblema del que fue el primer grupo cerámico español.

Rafael Pérez Comesaña fue un gran artista multifacético, autor de muchos de los diseños de porcelanas de GEA y el único modelista al que confiaba los diseños de las esculturas en el último periodo. Y, al igual que el resto de artistas que firmaban estas piezas, un nombre olvidado. Su familia reivindica que se les dé a conocer y se reconozca el protagonismo que también tuvieron en la historia de la que fue la mayor industria de la ciudad.

Nani con Mesa, durante los trabajos del mural

Nani con Mesa, durante los trabajos del mural / Cedida

Las tizas de clase fueron la materia prima con la que se inició. Su familia aún conserva una flamenca que talló en una de ellas. Tenía talento y lo disfrutaba. Aunque su padre quería que fuera ingeniero industrial, claudicó ante la evidencia de que el arte era lo suyo. Se formó en la Escuela Municipal de Artes Y Oficios (EMAO) y pronto le llegaron los premios. Guardan una foto del que le entregó el gobernador civil a los 16 años.

Una folclórica tallada por Rafael en una tiza.

Una folclórica tallada por Rafael en una tiza. / Cedida

A los 17 años fichó por Álvarez. «Un crío». Y allí se quedó hasta que se prejubiló, poco antes de que apagaran los hornos para siempre. «Le tenía mucho cariño. Era como su hogar. Echaba todo el día allí», recuerda su hija y explica que llegó a tener un taller con varios técnicos a su cargo. Y con «Don Moisés» [Moisés Álvarez, que constituyó GEA sobre Manuel Álvarez e Hijos S.L] tenía buena sintonía. En una foto de familia de este último, luce en lugar destacado la pieza «Dame un bico» (1969), de la que artista y empresario estaban especialmente orgullosos.

Los artistas (aún) anónimos tras el éxito de Álvarez

"Dame un bico" / Alba Villar

Los artistas (aún) anónimos tras el éxito de Álvarez

La foto de familia de los Álvarez en la que luce "Dame un bico" en un lugar destacado. / Cedida

En las páginas de FARO DE VIGO también han quedado huellas de su trabajo. Como la «joya de porcelana» que se exhibió en 1962 en el local de la calle del Príncipe: una mesa con las provincias pintadas sobre un tablero de porcelana y filigrana de oro blanco. «Una auténtica pieza de museo en la que se conjugan el arte y la riqueza de materiales para lograr una pieza perfecta», reza el artículo.

Piezas de Álvarez con la firma de Rafael Pérez Comesana.

Piezas de Álvarez con la firma de Rafael Pérez Comesana. / Alba Villar

Aunque su hija apunta que su estilo era más moderno que el que debía hacer para Álvarez. «Con una intención vertical, cuando el resto eran más barrocas», describe y añade: «buscaba lo funcional; hoy es normal, pero no en su tiempo». Fuera de Álvarez, trabajaba bastante con Francia, donde le encargaron, por ejemplo, un Napoleón de bronce de grandes dimensiones, jugando con el vacío en el volumen, a sus 18 años (1951).

Los artistas (aún) anónimos tras el éxito de Álvarez

Los artistas (aún) anónimos tras el éxito de Álvarez

Falleció aquejado por una enfermedad pulmonar obstructiva crónica que, sospechan, tiene bastante que ver con el polvo de porcelana suspendido en el taller.

Su hija rescata su historia en el piso del Calvario que su padre llenó de arte. Del suyo –escultura, pero también pintura y otras artes decorativas– y del que intercambiaba con otros artistas. El techo de su pasillo, por ejemplo, lo pintó mano a mano con otro de los que decoraban las piezas de Álvarez, el pintor Augusto Cameselle. También usaron sus pinceles en la fábrica de Cabral Juan José Álvarez Carnot o Ángel Villar Prieto, según recuerdan en casa de Rafael. Pero no hay publicaciones en las que rastrear el trabajo de delicada artesanía que realizaban. «Hubo artistas que pasaron sin pena ni gloria y fue gente muy valiosa», subraya Nani y advierte: «La historia se evapora en el tiempo y, si no se registra, se pierde».

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