Marisol Bravo cuelga las tijeras tras medio siglo: «Vinieron clientas a que las peinase por última vez y no paré de llorar»

Esta viguesa de adopción que ha regentado varios negocios de peluquería en la ciudad cede su legado a dos de sus empleadas, que seguirán al frente del establecimiento de Pizarro

Marisol Bravo y sus empleadas, en su peluquería de Pizarro, en la que, tras 50 años de profesión, colgó las tijeras.

Marisol Bravo y sus empleadas, en su peluquería de Pizarro, en la que, tras 50 años de profesión, colgó las tijeras. / Cedida

Marta Clavero

Marta Clavero

«Yo quería ser azafata de vuelo, pero mis padres se empeñaron y acabé haciendo peluquería». Con 66 años, Marisol Bravo (Talayuela, 1958) echa la vista atrás para recordar en FARO una historia que comenzó en un pueblo de Cáceres, continuó en Alemania y siguió escribiendo en Vigo, donde vive desde el año 1984.

Hija de emigrantes extremeños, el padre de Marisol hizo las maletas en 1962 y se desplazó desde la población cacereña de Talayuela al país germano, en busca de un futuro mejor para su familia. Cuatro años después se sumaron a esta nueva etapa vital su mujer y sus dos hijos. Ella, con 8 años, era la mayor de los hermanos, a los que después se uniría un tercero. Fue un hogar de padres muy trabajadores que cedieron a su primogénita un rol de responsabilidad en tareas domésticas y en el cuidado de los pequeños. «Crecí pronto. No lo pasé muy bien, ya que me hice mayor siendo muy niña», confiesa.

Marisol con sus dos hermanos en Alemania.

Marisol con sus dos hermanos en Alemania. / Cedida

Esta disciplina del esfuerzo ha marcado la vida laboral de Marisol que, si bien ha trabajado duro para salir adelante, hoy se arrepiente de esta excesiva dedicación que le restó presencia en su ámbito más familiar. «Los pelos que corté y las horas que trabajé en mi vida son incontables, pero teníamos esa mentalidad alemana, y ahora es cuando me doy cuenta de que debía haber invertido algo más de tiempo en mi familia», reconoce.

Los pelos que corté y las horas que trabajé en mi vida son incontables, pero teníamos esa mentalidad alemana, y ahora es cuando me doy cuenta que debía haber invertido algo más de tiempo en mi familia

Marisol Bravo

— Expeluquera de Vigo

Se formó en peluquería y estética, una profesión que garantizaba la estabilidad que sus padres ambicionaban para ella. «Era una especie de FP Dual, ya que además de acudir al instituto, hacíamos practicas trabajando en un centro», explica Marisol, que también ansiaba una independencia económica y volver a España. Sus planes se retrasaron porque la peluquería en la que se formó le ofreció un contrato de trabajo, sueldo que completaba con servicios de corte y peinado a domicilio.

Marisol, (segunda por la izquierda), posa con algunas clientas de la peluquería en la que trabajaba en Alemania.

Marisol, (segunda por la izquierda), posa con algunas clientas de la peluquería en la que trabajaba en Alemania. / Cedida

A Vigo por amor

«En esa época conocí al padre de mi hija que era de Vigo, y en 1979 nos casamos». Diversas circunstancias desembocaron en ese retorno deseado a su país, en concreto a la ciudad que había visto nacer a su marido. «Mi ilusión era montar un negocio y en Alemania los requisitos para este sector eran más exigentes, ya que debías demostrar cinco años de rodaje, y hacer un máster», nada que ver con las facilidades de emprender en España.

Tuvieron una hija y Marisol abrió una peluquería en un local de 20 metros cuadrados situado en la calle Martínez Garrido. «Los comienzos fueron muy duros y me sentí muy sola, porque en Galicia, la gente, en principio, es muy cerrada. Pero después, una vez logras su confianza, están para lo que necesites; te lo dan todo», matiza.

A los reveses laborales se unieron los sentimentales, ya que en pocos años, el matrimonio se rompió, y ella se dedicó en cuerpo y alma a su negocio. «Sacrifiqué a mi familia por mi profesión», se lamenta Marisol, pensando en el tiempo que dejó de estar más cerca de su hija Diana, sobre todo en su infancia. Sin embargo, ella no se lo reprocha, y siempre ha agradecido el esfuerzo de su madre por darle un futuro. «Estudió diseño de moda y ha trabajado para las mejores firmas como Adolfo Domínguez, Zara, Bimba y Lola o Carolina Herrera. Es muy currante, porque es lo que veía en casa». Una herencia que sus padres también le legaron a la propia Marisol y «a los que tampoco tengo nada que reprocharles por tomar aquella decisión en su momento, porque me dieron una profesión».

Marisol, en su despacho.

Marisol, en su despacho. / Cedida

En lo laboral, por fin se asentó como peluquera en Vigo, donde ha ejercido su oficio durante más de 40 años, la mayoría del tiempo asentada en la calle Pizarro, donde abrió su segundo salón. Hace diez años hizo la mudanza a unos metros de esa calle para inaugurar otro local en el número 89.

Uno de los días más saturados era el de Fin de año, sobre todo antes, porque ahora con tanta plancha y tutorial muchas ya se apañan en casa. Pero me han tocado muchos 31 de diciembre, levantándome muy temprano para acabar la jornada hasta 15 minutos antes de las campanadas

Marisol Bravo

— Expeluquera

Su sello, con el que se ha labrado la fidelidad de su clientela, ha sido el de un servicio cercano, un estilo más bien clásico adaptado a las nuevas tendencias, pero sin pecar de extravagancias, y un grupo de trabajadoras casi familiar. «Soy una viguesa más y me siento como en casa. Si bien no era el trabajo que deseaba de pequeña, a toro pasado me siento orgullosa de haber desarrollado una profesion tan creativa que me ha permitido poner guapa a la gente, y eso es una virtud».

Marisol Bravo frente a la peluquería que ha regentado hasta el 30 de diciembre de 2024, situada en la calle Pizarro.

Marisol Bravo frente a la peluquería que ha regentado hasta el 30 de diciembre de 2024, situada en la calle Pizarro. / Cedida

Fines de año hasta casi medianoche

Marisol no se olvida de las jornadas maratonianas entre tijeras, champú, secador y cepillos que superaban las 10 horas de media. Y es que en fechas señaladas como las de comuniones, bodas o eventos, con domingos y festivos incluidos, había que arrimar el hombro. «Uno de los días más saturados era el de Fin de año, sobre todo antes, porque ahora con tanta plancha y tutorial muchas chicas ya se apañan en casa. Pero me han tocado muchos 31 de diciembre, levantándome muy temprano para acabar la jornada hasta 15 minutos antes de las campanadas».

Curiosamente, cosas de la burocracia, el destino ha querido que en el año de su jubilación, Marisol baje la verja de su negocio el 30 de diciembre de 2024, librándose así, por primera vez en su larga trayectoria, de trabajar el 31. Pero si bien, Marisol Bravo Estilistas cierrra una etapa, la peluquería sigue su camino bajo el nombre de Fernández De Miguel, apellidos de Vanesa y Tamara, dos de las trabajadoras que han estado años al lado de Marisol, y a las que su jefa les ha traspasado el salón, «y yo, feliz», apostilla.

La plantilla de la peluquería celebró la despedida de su jefa este mes de enero con una comida; en la foto, de izquierda a derecha: Vanesa Fernández, Alba Comesaña, Marisol Bravo, Tamara Miguel y Nieves Casal.

La plantilla de la peluquería celebró la despedida de su jefa este mes de enero con una comida; en la foto, de izquierda a derecha: Vanesa Fernández, Alba Comesaña, Marisol Bravo, Tamara Miguel y Nieves Casal. / Cedida

Ese último día de trabajo fue especial y muy lacrimógeno para esta extremeña-viguesa ya jubilada: «No paré de llorar en todo el día, porque además algunas de mis clientas más fieles acudieron a que las peinase por última vez», recuerda emocionada.

Ahora llega el momento de dedicarse tiempo a sí misma, junto a Jaime, su pareja desde hace 25 años, con el que aprendió a bajar el pie del acelerador «y a coger vacaciones de vez en cuando». Solo han pasado unos días desde que colgó las tijeras, pero Marisol no echa de menos la peluquería: «Ahora estoy enfocada en otras actividades como aprender inglés, ir a natación, caminar mucho y dar clases de informática, pero todo eso, poco a poco, sin agobios», confiesa, no sin antes dar las gracias a sus clientas «por tantos años, por su fidelidad y por el trato tan cercano. Solo espero que me recuerden tal y como he sido, una persona sencilla y humilde».

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