La sonrisa eterna de Vanessa
Diez años después del asalto bancario que le costó la vida a una policía nacional por los disparos del atracador, la herida sigue muy abierta en la comisaría de Vigo, donde la recuerdan con una mezcla de dolor y cariño
Hay fechas que se quedan marcadas a fuego para siempre. La del viernes 28 de noviembre de 2014 es una de ellas. Ese día una policía nacional de 36 años, Vanessa María Lage Carreira, caía abatida a tiros en acto de servicio. La agente falleció después de que un veterano atracador abriese fuego contra los efectivos que se habían trasladado a una sucursal bancaria de la calle Doctor Carracido, en el barrio de O Calvario. Esta semana, el jueves, se cumplen diez años desde aquel trágico asalto. Y una década después la herida por la pérdida de esta policía sigue estando muy abierta en la comisaría de Vigo, donde la recuerdan con una mezcla de dolor y cariño. Su sonrisa, esa que tanto la caracterizaba, continúa viva en la mente de todos quienes la conocían.
«Vivía el uniforme. Era dialogante, nada acelerada. Le gustaba estar en la calle, ser operativa», describieron sobre Vanessa tras su muerte. Esta agente, que recibió sepultura en Guitiriz (Lugo), estaba en el cuerpo desde 2005 y pertenecía a la Unidad de Prevención y Reacción (UPR). Aquel mediodía ella y el subinspector que la acompañaba, que resultó herido grave por los disparos, componían la dotación Tango 10, una de las primeras que acudió tras recibirse, a las 14.32 horas, la alerta del atraco bancario. Iban como apoyo. Nadie se podía imaginar lo que sucedería a continuación: Enrique Lago Fariñas, El escayolista, veterano delincuente, tomó como rehén a la subdirectora de la entidad, parapetándose tras ella, y abrió fuego contra los efectivos.
En aquellos primeros momentos había allí cuatro agentes. Vanessa murió y su compañero resultó herido grave, salvando su vida de milagro. Debido al fuego cruzado que se desencadenó después de que el asaltante comenzase a disparar, falleció también el atracador y la rehén sufrió lesiones en un brazo al alcanzarla un tiro mientras el ladrón la usaba como escudo humano.
El «peor día»
«Aquel fue el peor día que viví en la comisaría de Vigo», recuerda Agustín Vigo, hoy portavoz del sindicato CEP pero entonces de la UFP, al que estaba afiliada la fallecida. «Yo estaba trabajando y en cuanto me enteré me fui para la sala: recuerdo el nerviosismo, la consternación, la tensión... Compañeros destrozados sin poder contener las lágrimas, abrazándose», describe.
«A Vanessa», agrega Agustín, «le gustaba mucho su trabajo». Coincide con esta apreciación José Aurelio Diéguez, agente de la UPR de Vigo. Cuando fue el atraco mortal ya estaba en el grupo. «Ese día ella estaba de mañana y yo le iba a dar el relevo, estaba de tarde. Se da la circunstancia de que compartíamos plaza de garaje, porque los dos vivíamos fuera de Vigo, y al llegar vi que su coche seguía allí. Le escribí un mensaje telefónico, no me contestó, pero no me preocupé, pensé que se habría alargado algún servicio», afirma. Al llegar a comisaría se enteró de la tragedia. «En nuestra unidad tenemos una relación muy cercana, fue como si perdiese a una hermana, es algo imposible de olvidar», dice, recordando a Vanessa como una mujer «alegre, sonriente, echada para adelante».
«Tenía siempre una sonrisa en la cara», describe asimismo Almudena Sánchez, secretaria local de JUPOL en Vigo. «Hacía muy bien su trabajo», agrega esta policía, que también vivió en primera persona el dolor y la impotencia que se extendió aquel viernes por toda la comisaría. Un dolor que todavía sigue muy vivo.
«Se avanzó mucho, sin duda, pero todavía no hay chalecos antibalas para todos los agentes»
«Fue un desenlace trágico, triste, que evidenció la falta de medios de protección individual de los policías nacionales. Se avanzó mucho, desgraciadamente a raíz de ese suceso. En Seguridad Ciudadana casi todos los agentes disponen a día de hoy de chaleco antibalas, pero aún hay policías sin este elemento individual en Policía Judicial, Científica, Extranjería...» Roberto González, al frente del sindicato SUP en Galicia, tiene muy vivo lo sucedido aquel día de noviembre de 2014. Vanessa no llevaba chaleco y, tras su muerte, hubo un clamor para que se dotase a todos los efectivos de estas prendas.
«Los policías sabemos que corremos un riesgo, pero no debemos asumir que no haya material para protegernos», añade Agustín Vigo, del CEP, que remarca lo mismo: «Se avanzó, claro, pero no hay chalecos para todos». Junto a incidir en la necesaria formación continua, pide también guantes anticorte, algo que resalta asimismo Almudena Sánchez, de JUPOL. «Y faltan también linternas personales pequeñas o bragas anticorte para el cuello», afirma, incidiendo además su sindicato en la conveniencia de «escudos y cascos antibalísticos» para alertas como atracos en los que los ladrones pueden ir con armas de fuego.
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