Entrevista | María Rey Periodista
«La única manera de combatir los bulos es con periodismo clásico»
El Clúster da Comunicación de Galicia entrega hoy el Premio Honorífico de los IX Premios Paraugas a la viguesa María Rey, presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid
Para María Rey (Vigo, 1967) es un «doble honor» el reconocimiento a su trayectoria que le brindan hoy, en los IX Premios Paraugas. Por un lado, porque procede de su tierra y la actual presentadora del magazín matinal de Telemadrid ya no sabía si, tras tantos años fuera, habría «desaparecido de la mente de los periodistas gallegos». Y por otro lado, porque la que fue durante 25 años presentadora de informativos y corresponsal parlamentaria en Antena 3 considera un «regalo» que con el galardón aprecien «la semilla» que ha aportado a este oficio.
-¿Aún mantiene el deseo de acabar su carrera en Galicia?
-Cada vez más. Lo de ser gallego no se te pasa ni con los años ni con el secano de la meseta. Me han tratado muy bien en esta ciudad, pero siempre me he sentido de paso. Donde estoy en mi salsa es en mi tierra. Paso todas las vacaciones y no tardo más de 3 o 4 semanas en ir. Y cada vez cuesta más volver al ritmo de una ciudad donde somos como pequeñas figuritas que se mueven como locos en una rueda. En Galicia la vida es más serena, estás más en tu espacio. En cuanto baja el avión y veo la ría, se me encienden los ojos y, a veces, incluso cae alguna lágrima. Me sigue emocionando su belleza. Es mi lugar en el mundo. Cada vez tengo más claro que mi vida profesional debería terminar donde empezó.
-En esos inicios, ¿qué periodismo aspiraba a hacer?
-Pensaba que sería feliz si terminase la carrera y pudiese trabajar en Faro de Vigo. Era mi máxima aspiración, mi referencia del periodismo, el periódico que entraba en mi casa. Pensaba que no valía para la radio y la televisión la veía inaccesible. Había solo un par de cadenas nacionales y estaban empezando las autonómicas y las privadas. Nunca se me pasó por la cabeza. Fue pura casualidad.
-Y luego vinieron los informativos, la corresponsalía parlamentaria y ahora presentadora de matinal. ¿Sería capaz de escoger etapa?
-Siempre me quedaría con la del Parlamento. Es en la que tuve que hacer más esfuerzo intelectual, de aprender, de empaparme, y la que más disfruté. Me gusta la política, la sigo valorando cuando está hecha desde la vocación de servicio público, y el Parlamento es por donde pasa todo lo importante. Todas las transformaciones del país las vives desde dentro. Como el matrimonio gay. Vivir ese debate público, la aprobación y la emoción de las personas que llevan tanto tiempo esperándolo, que estaban en una sala siguiendo la votación y estallaron en aplausos... Eso es la política y sus resultados sobre la vida de la gente. Y también ha sido maravilloso en lo personal porque, tradicionalmente, en el parlamento había un clima de trabajo muy bueno con los compañeros de otras cadenas y mis grandes amigas son el grupo del Parlamento, con las que hablo a diario. Fue una suerte tomar la decisión adecuada cuando me ofrecían algo que podía ser más atractivo, un magazín. Me ha condicionado mi forma de hacer periodismo.
-¿Es la aprobación de la ley homosexual la mejor historia que ha contado o se le ocurren otras?
-Sí, esa fue una de las historias bonitas, pero también he vivido acontecimientos históricos de todo tipo. Desde la despedida Adolfo Suárez, que fue absolutamente emocionante; o la proclamación del Rey, poder estar en el palco cuando sabes que es una foto para la historia; o, incluso, cuando jura la Constitución la futura Reina. O ver el final de ETA y poder hacer esas primeras entrevistas. Hay muchas cosas importantes. Algunos son pequeños avances, como la aprobación de la ley que obliga a llevar sillita de bebés en el coche, pero ha salvado muchísimas vidas. Cuando ves que la política resuelve problemas de la gente, que no es debate vacío, que no es la bronca del "Y tú más", eso es lo que te da grandes satisfacciones.
-¿El “Y tú más” de los políticos es peor ahora o siempre fue así?
-Hemos ido a peor, evidentemente. Había grandes debates, que pasaban un poco inadvertidos, pero que por lo menos vivíamos. Y luego había la pequeña batalla del día a día en el pasillo de cruce de declaraciones. Pero ahora ha ido evolucionando todo, el lenguaje político, el periodístico, un poco al ritmo que marcan las redes sociales, de la inmediatez, de buscar el impacto y eso ha forzado a abandonar el argumento y quedarse solo en ese titular que causa ruido y que genera bronca. En esa bronca constante nos vamos todos, periodistas y políticos, alejando del sentir general. La gente está cansada de que le generen malestar y enfrentamiento y que traslademos las batallas del poder a las discusiones domésticas. Eso no es bueno. Hemos frivolizado en buscar el enfrentamiento porque genera audiencia y esto se nos ha ido un poco de las manos y no sé cómo podemos serenar el debate y volver un poco al respeto y al escuchar. Se escucha muy poco en política, pero en el periodismo también se escucha cada vez menos.
-Genera más audiencia, pero llegado un punto también provoca desafección. ¿Estamos ahí ya?
- Creo que sí y lo hemos visto con lo que ha pasado en Valencia. Hay un malestar transversal en la sociedad, al margen de clases sociales, de edades y de géneros, con “la política no me está resolviendo la vida”. Si cuando llega una situación catastrófica no se planifica el previo, pero tampoco el post. Si la gente te está buscando soluciones a sus necesidades y no hay una respuesta de la política, sino una gran bronca para demostrar que el otro lo hizo peor que tú, cuando todos lo han hecho mal. Salvo en el caso de los alcaldes, que no me cansaré de poner en valor cómo han estado ahí y han sabido medir y atender las necesidades desde el primer momento. Pero hay que darles herramientas y presupuestos para que lo puedan hacer. Va demasiado lento y atascado en el debate y en la bronca. Perdemos tiempo de ayudar, mientras nos peleamos. Hemos llegado a un punto de hartazgo, que no sé si está midiendo porque esto se puede traducir en un nivel de abstención altísimo en las elecciones o que solo ganen los más extremistas
-El periodismo también ha tenido algunos malos ejemplos, de bulos y malas prácticas que se evidenciaron en la DANA. ¿Servirá para corregirlas?
-Ha aumentado mucho el consumo de televisión estos días y de radio de prensa el periodismo general. No es por no ser autocrítica, que lo soy mucho, pero el periodismo en general ha estado a la altura. Han llegado antes los micrófonos que las ayudas; los periodistas a contarlo que quienes iban con las excavadoras. Es importante porque hemos dado voz a la gente de allí y tenemos que seguir. Es verdad que ha habido excesos y que ahora se agrandan porque ahora se repite y se repite en las redes durante días. Eso es inevitable. Las cosas van así ahora. Pero en general no tengo queja. El periodismo ha tenido una respuesta inmediata y la prueba es que todos los grandes comunicadores de todos los grandes medios estaban de camino a Washington cuando se dieron cuenta de que la noticia estaba en Valencia y se dieron la vuelta. Y ahí está el compromiso. Los medios han superado sus presupuestos para atender lo que estaba pasando y han hecho coberturas por encima de sus posibilidades. Es nuestra función social y la hemos cumplido. Pero siempre hay gente que no tiene medida y no sabe diferenciar información de espectáculo. Han sido muy minoritarios, aunque con mucha repercusión.
-¿Cuál es el principal problema del periodismo?
Son comunes a toda España. Tengo aquí calentita la última encuesta de la Asociación de la Prensa de Madrid. La principal preocupación es la baja calidad laboral, la falta de medios, de buenos salarios, de equipos lo suficientemente potentes como para responder a los retos de cada día. Y todo eso está repercutiendo en la calidad del periodismo. Nos falta un poquito más de autocrítica para corregir los errores y una buena dosis de autoestima para defender las cosas que hacemos bien. Los periodistas aman la información, son curiosos, les gusta contar lo que pasa a su alrededor y vivirlo en primera línea y, en general, somos un colectivo muy desunido, demasiado crítico con nosotros mismos y, a veces, demoledor con los errores de compañeros. Necesitamos cohesionarnos y defender un oficio amenazado por la circulación de bulos en redes, porque la única manera de combatirlos es con periodismo clásico: ir, ver, escuchar, preguntar, contrastar y contar. Tenemos una diferencia con quien difunde bulos y es que nosotros nos jugamos la profesión y el patrimonio,que es nuestra credibilidad. Tu vida laboral, vale lo que valga tu credibilidad y tu trayectoria. Nosotros no podemos lanzar así ideas al aire sin saber que detrás está una verdad que la soporte porque nos lo jugamos todo. Es nuestro medio de vida y tenemos responsabilidad incluso penal. Y eso no lo tienen quienes difunden bulos; al día siguiente siguen con su vida. Es fundamental que entendamos que tenemos que estar unidos, defendiendo un periodismo de calidad y eso es ir, ver, escuchar, preguntar, contrastar y contar. Lo de toda la vida. Es una fórmula que yo le llamo de la escuela Victoria Prego, que la perdimos recientemente y es un valor que no podemos olvidar.
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