Juego, set y partido a sus 90 años: Esther se engancha a la red
Una nonagenaria que entrena a tenis tres días a la semana en el Círculo Mercantil afirma que está “como una rosa” y sueña con llegar a conocer a Rafa Nadal

Pedro Fernández
La clase anterior está llegando a su fin y, aunque el alumno apura sus últimos minutos, ella ya dobla la curva del camino que la lleva hasta la cancha en la que entrena todos los lunes, miércoles y viernes. Del brazo de su hija Begoña y totalmente equipada con gafas, gorra, deportivas, botellita de agua y raqueta, Esther pisa la pista número 1 de las instalaciones del Círculo Mercantil, preparada a sus casi 90 años para una nueva jornada de entrenamiento.
Al otro lado de la red la espera Alejandro Maceira. Mientras él cuenta que lleva entrenándola desde hace algo más de dos años, cuando su familia la animó para que se apuntara a clases de tenis, Esther Marcote no pierde el tiempo y, pegadita a la pared, empieza a recorrerla realizando los ejercicios de calentamiento.
“Recuerdo que en su primer día yo le tiraba la pelota y ya era capaz de golpearla, tiene mucha más coordinación que gente que empieza con 30 o 40 años, y me quedé muy sorprendido, claro. Le tiraba la pelota, le decía que íbamos a hacer efecto liftado y ella lo conseguía. Es una esponja y algo muy bueno es su actitud, porque llega y sin decirle nada se pone a calentar y a estirar, ¡es la bomba!”, comenta Alejandro.

Esther junto a Alejandro, su entrenador desde hace dos años. / Alba Villar
Antes de empezar a pelotear, Esther Marcote permite que se le roben unos minutos de entrenamiento, una concesión excepcional, ya que “su tenis” es sagrado, y explica que se apuntó a la escuela del Círculo Mercantil a finales de 2021 porque fueron sus hijas e hijos los que la animaron. “Yo solía ir a ver jugar a mi nieto, porque siempre dije que mientras él jugara y yo viviera, iba a ser su fan. Y cuando vino la pandemia, mis hijas me decían: Mamá, tú tienes que saber algo de tenis, haz unas prácticas. Primero empecé con Álex y ahora entreno tres días y ni me canso ni me duele nada, ni las piernas ni la espalda, ¡me chifla! Estoy como una rosa”.
Ni me canso ni me duele nada, ¡me chifla! Hasta sueño con la pelota
Cuando se le pregunta a Esther qué es lo que le aportan la raqueta y la pelota, exclama que para ella es “¡vida!”. De hecho, señala que “a todos esos señores que están sentados por los bancos yo les diría que probaran, que dejaran el tiqui-tiqui del teléfono, porque yo hasta sueño con la pelota, el tenis me va bien y me encanta”.

El ‘match ball’ de Esther a sus 90 años: “Estoy como una rosa” / Alba Villar
El orgullo de la familia
Natural de Baiona y afincada en Vigo desde que se casó a sus 26 años, madre de seis hijos, abuela de ocho nietos y bisabuela de tres bisnietos, Esther es “el orgullo” de su familia y de su entrenador, puesto que desde que empezó sus clases “no dejan de enviarse vídeos unos a otros y a veces vienen a verme”, cuenta esta tenista nonagenaria, y así lo ratifican, por una parte, Alejandro Maceira afirmando que “es de lo mejor que tengo en clase, además le he cogido mucho cariño y ya es más que una alumna”, y por otra, su hija Begoña, quien señala que “me hace sentir muy bien verla jugar”.
Tiene mucha más coordinación que gente que empieza con 30 o 40 años
Esther Marcote indica que dejó su gimnasio por empezar a entrenar a tenis y asegura que “nunca me divertí tanto como ahora, de vieja, nunca tuve tanto entretenimiento como a los 90”. Y es que, además de trabajar limpiando las galerías de O Calvario para lo que se levantaba a las cinco de la mañana a diario, “siempre, filla, siempre trabajé en el campo, con sacos de patata, llevando los productos a la plaza y luego volvía y le hacía de comer a seis hijos”, recuerda.
Me sorprendió porque tiene poca visión en un ojo y en la pista le da a todas las bolas. Me enorgullece verla tan feliz
Junto a la red, raqueta en mano, Esther empieza a golpear ágilmente las pelotas que ya le está lanzando Alejandro. De frente, desde la izquierda, desde la derecha, una alta, otra más baja, pero ella no falla bola. Viendo sus movimientos y desplazamientos por la pista, Begoña Román comenta que “hablé con Álex para ver si podíamos probar, porque con la pandemia dejó de hacer otras actividades, aunque hacía ejercicio por su cuenta en casa. El primer día vino para media hora y al final se quedó toda la hora completa. Me sorprendió mucho porque tiene poca visión en un ojo y en la pista le da a todas las bolas, es impresionante. Ella dice que en la pista se transforma y es cierto. Me enorgullece verla tan feliz y cómo ha mejorado en coordinación, desplazamiento y autonomía”.
Alejandro Maceira dice que Esther “no juega al tenis, por ahora” y destaca su vitalidad y ganas de aprender. Y si bien ya ha demostrado no tener techo, a Esther hay un sueño que le haría mucha ilusión poder cumplir antes de marcharse y sería conocer a su ídolo: Rafa Nadal. Y ojalá conseguir una raqueta también, aunque Esther un intercambio no le promete, que a la suya le tiene demasiado cariño.
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