“Nos preguntaron los ingredientes de la tortilla”
Varias decenas de personas se sometieron ayer en Vigo a pruebas de idioma para obtener la nacionalidad | Deben superar también un examen de cultura general

Examen de nivel de idioma para conseguir la nacionalidad española / Marta G. Brea
A algunos les trae el amor. A otros, la situación conflictiva en sus territorios de origen o la aspiración de una vida mejor. Los hay que llevan aquí desde que tienen memoria. A unos les cuesta un poquito más comunicarse en castellano y a otros no se les distingue en el habla ni por el acento. Todos quieren obtener la nacionalidad del país que les ha acogido y los derechos que ello conlleva. Ayer, varias decenas de personas ponían a prueba en la ciudad sus conocimientos del idioma para poder conseguirla.
En la escuela Synergy Didactics, centro examinador del Instituto Cervantes, alrededor de 40 personas se sometían ayer al examen escrito y oral para obtener el Diploma Oficial de Español (DELE). Un nivel A2 que acredite conocimientos básicos con vistas a obtener la nacionalidad o un D2, para la homologación de títulos universitarios. Hay seis convocatorias al año y, en la ciudad, también se llevan a cabo en instalaciones de la Universidad de Vigo. La de ayer era la tercera de 2024.
Personas originarias de Brasil y de Marruecos eran la inmensa mayoría de los que ayer, bajo la lluvia, aguardaban a la entrada del centro examinador, donde explican que también es habitual contar con aspirantes de Ghana y Senegal.
Desde el Tíbet
Más extraño es ver a un gran maestro budista, nacido en el Tíbet. Acompañado del vigués Freddy Acevedo, el gueshe Lobsang Yeshe acudió ayer desde el único monasterio budista de Galicia, Chu Sup Tsang, creado en la localidad ourensana de San Amaro en 2009. Hace 33 años huyó del Tíbet –con una larga travesía de un año, guareciéndose en cuevas– para vivir como exiliado en India. Llegó a España hace una década como refugiado y con la misión de difundir las enseñanzas del Dharma.
Y le gusta la comunidad. Bromea que se parece mucho al Tíbet en el frío y la lluvia. “Con la nacionalidad estás más seguro, necesitas menos papeles”, explica. Lleva estudiando el castellano dos días a la semana desde 2016.

El mone tibetano Lobsan Yeshe, accediendo al examen. / Marta G. Brea
Osama lleva 20 de sus 22 años en Vigo. Llegó con sus padres desde Marruecos de pequeño y, desde entonces, no tramitó la nacionalidad por una cuestión de “pereza”. Primero invertía el tiempo en estudiar. Ahora tiene que trabajar. Pero ha aprovechado unos días libres para tramitarla. Hasta el momento, no tenerla no le ha ocasionado grandes obstáculos, pero sí ha percibido sus consecuencias en el día a día, como cuando quería inscribirse en una competición de fútbol. Lograr la documentación le costaba “muchísimo”. “Tenía que esperar al último de la fila”, recuerda.
En la actualidad, quiere tenerla en regla para no tener que ir hasta Marruecos cada vez que necesitas un certificado o por si, “el día de mañana quieres irte a trabajar fuera, a Alemania, por ejemplo”.
Junto a él, Abdennabi ha vivido en Vigo 6 de los 15 años que lleva en España. Antes estuvo en Salamanca. Ya ha obtenido el aprobado en la otra de las pruebas por las que tienen que pasar para demostrar su integración en España: la de conocimiento de la Constitución y de la realidad social y cultural españolas (CCSE). “Fue fácil”, recuerda.

Abdennabi y Osama / Marta G. Brea
Jeni Amaral, de Brasil, cuenta que en este examen tipo test “preguntan de todo”. “Desde el nombre del rey de España hasta los ingredientes principales de la tortilla española”. Y, según el manual de preparación, lleva cebolla. También caen “muchas cosas de la Constitución”. Estuvo en una primera etapa de 2003 a 2009 y volvió luego hace seis años. Emigran aquí igual que en su día lo hicieron allí los abuelos de su marido, por eso él cuenta con pasaporte español y evita este proceso.
En la fila ha conocido a Iris Alves, que ha llegado por amor. Tiene una hermana instalada aquí desde hace tiempo. Vino a visitarla en vacaciones y conoció aquí al que hoy es su esposo. Ya no volvió. Lleva 5 años. A ambas el proceso les parece correcto, “porque así verifican cómo está el nivel de español y de conocimientos de aquí una vez que uno se quiere quedar”. También les supone menos burocracia a la hora de trabajar, para lo que ahora tienen que tramitar el permiso.

Iris Alves y Jeni Amaral / Marta G. Brea
Khalid Rassafi llegó de Marruecos hace 17 años. Vino para cambiar su “sistuación de vida”. Y cuenta que “cuando vienes ya no puedes volver más que de vacaciones”. “Regresar definitivamente no, porque ya cogemos la costumbre de lo español”, sostiene. Después de tantos años aquí, quiere ser español también en la documentación. Y votar. Porque cuando ve al resto decidir sobre el lugar en el que vive y del que forma parte, a él también le entran ganas. “Si tengo derecho, votaré”.

Khalid Rassafi / Marta G. Brea
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