Tras agotar todas las prórrogas posibles, el doctor Gerardo Baños cuelga la bata se despide a final de mes de los hospitales públicos de Vigo, en los que ha liderado el desarrollo y expansión de la especialidad de Anestesia desde hace casi tres décadas. Toma el relevo de la Jefatura, en funciones, el doctor Pita Romero Caamaño. El reconocimiento que en estos años han obtenido los anestesistas, dentro y fuera del hospital, y los grandes avances en la seguridad del paciente, son para él los cambios más destacados.
–¿Seguiría si se lo permitieran?
–Sí. Hubiera seguido un par de años más, pero es ley de vida.
–¿Le va a costar dejarlo?
–Tampoco. Ya estoy mentalizado.
–¿Por qué escogió Anestesia como especialidad?
–No entré en Medicina para hacer Anestesia, pero de aquella, el MIR no era como ahora, que la gente va escogiendo por orden entre lo que va quedando. Había que poner tres especialidades y diez hospitales y un programa de ordenador concedía uno a otro. Si no hacías una elección correcta, podías quedarte sin plaza. Me aconsejaron unas especialidades con menos demanda. Elegí anestesia y estoy contento.
–¿Por qué?
–Es una especialidad médica y también quirúrgica, con intervencionismo y técnicas. Muy completa. Algo desconocida y más en aquel momento. Mucha gente ni sabía que los anestesistas éramos médicos, pensaban que éramos ATS, enfermeros… Estábamos muy supeditados a los cirujanos, pero ahora se nos conoce y reconoce más, en la calle y en el hospital. Y atendemos un campo mayor.
–¿Y la gente sabe que se dedican a muchas más cosas que a dormirles en las operaciones?
–Sí, pero mucha gente se confunde con la terminología. En vez de reanimación, ahora nos gusta más hablar de cuidados críticos postquirúrgicos y también de cuidados de recuperación postanestésicos en las operaciones más sencillas. Reanimación se cogió del francés y genera confusión.
–¿Es tan amplio el ámbito que también fue jefe de intensivos?
–Sí, en el Meixoeiro. En una época se quedó prácticamente sin UCI y con poco personal. Para poder mantenerla recurrieron a Anestesia. Ahora, allí tenemos una unidad de reanimación que funciona más como cuidados intermedios o a personas mayores. Son tratamientos avanzados, no demasiado agresivos, adaptados a las condiciones del paciente para dar la oportunidad de que salga del proceso agudo. Somos como los médicos de urgencias del Meixoeiro.
–¿Cómo cambió la especialidad desde que llegó a Vigo?
–Muchísimo. Ahora, más que de Anestesia, hablamos de la medicina perioperatoria. Intervenimos en tres fases con el paciente quirúrgico: lo valoramos en consulta y, si es necesario, lo optimizamos; después hacemos la anestesia propia, lo protegemos de la agresividad de la cirugía: y llevamos la recuperación postanestésica, lo vigilamos en las primeras horas hasta que haya eliminado todas las drogas, porque producen depresión respiratoria y el cuerpo puede olvidarse de respirar. También tenemos el área de tratamiento del dolor que es la que más se ha desarrollado en los últimos años. Hemos duplicado la actividad y la demanda es inmensa.
–Resumiendo, buscan la confortabilidad del paciente.
–Claro, tratamos de proteger al paciente de las agresiones que va a sufrir en el quirófano y en los momentos de dolor. El dolor puede matar. Algunos piensan que en quirófano ponemos la anestesia y nos vamos, pero no, vamos corrigiendo. Los grandes avances de las cirugías han sido gracias a nuevas tecnologías y nuevas formas abordaje, pero también a los avances en la anestesia, que han mantenido al paciente vivo en cirugías muy complejas o de muy larga duración que antes no se podían hacer. Otro cambio es que hacemos mucha anestesia fuera de quirófano: en radiología intervencionista, en hemodinámica, en medicina nuclear… Pero el más importante es la seguridad del paciente. Cuando empecé, en 1978, la monitorización convencional en quirófano era tomar la tensión con un tensímetro a mano y la frecuencia cardíaca, con el dedo. La saturación arterial de oxígeno no existía. La monitorización continua te da unos datos fundamentales. Cuando empecé no se operaba del corazón a mayores de 60; hoy, casi no hay límites.
–¿Son el servicio más grande?
–Sí. Cuando llegué al Meixoeiro éramos una docena de médicos. Cuando me hice cargo de los dos hospitales éramos 69 anestesistas y 12 residentes. Ahora estamos trabajando 103 en total, una pequeña empresa. Y con personal muy cualificado.
–¿Y qué tal se lleva?
–Gracias a la responsabilidad, la formación y madurez del personal, bien. Al haber tanta gente siempre hay incidencias, pero se subsanan. Lo que trato de hacer por todos los medios, es no suspender nunca una intervención quirúrgica ya programada por falta de personal.
–¿Es una especialidad como como sucede en otras con déficit de sustitutos?
–Ahora mismo no. El hospital de Vigo ahora es muy atractivo. Hace años estaba algo relegado, pero hoy día es puntero y somos de los que hacemos más actividad y obtenemos más rendimiento. La ciudad también es atractiva. Así que no solemos tener problema. Pero sí hay otros hospitales que tienen problema
–Y en todo este tiempo, ¿cuáles han sido los mayores obstáculos?
–La medicina es muy dinámica, tienes que estar en adaptación permanente. La pandemia también fue un desafío importante. Repercutió mucho en este servicio, tanto en críticos como en quirófano y muchos médicos fueron a dar apoyo incluso a las plantas.
–Estuvieron bastantes expuestos porque son médicos que tratan con las vías aéreas, ¿no?
–Claro. Estábamos en el ojo del huracán porque había que entubarlos. Se diseñaron sistemas para protegernos los más posible.
–Y salieron bastante bien, no tuvieron gran número de contagios, ¿no?
–En la fase menos grave y, habitualmente, fuera del hospital.
–¿Y el traslado a Beade o la fusión de servicios no supusieron desafíos?
–La fusión sí que supuso organizativamente. Éramos dos hospitales con culturas y técnicas diferentes. Llevó cierto tiempo, pero hoy creo que estamos perfectamente armonizados y que incluso nos complementamos.
–¿De qué se siente más orgulloso?
–La cirugía cardíaca y la de mayor ambulatorio de adultos, que no había en Vigo, la pusimos en el Meixooeiro y hoy es un éxito. Se operan más ambulatoria que con ingreso. En el Cunqueiro también pusimos en marcha la mayor ambulatoria pediátrica y están las familias encantadas. Antes también se operaba todo abierto, llegó la laparoscópica y ahora se ha superado también con la robótica.
–¿Y la cirugía robótica también les cambia a ustedes su labor?
–La laparoscópica sí, la robótica no tanto. Nos la cambia a veces por la posición del paciente que, a veces, tiene que estar muy inclinado con la cabeza hacia abajo para que el intestino no le presione en la zona en la que trabaja el cirujano y vaya más al pulmón. A nosotros nos perjudica porque nos dificulta la respiración del paciente, que está ventilado con una máquina.
–¿Qué retos le quedan ahora al que le sigue?
–Creo que el servicio está perfectamente desarrollado y tendrán que seguir adaptándose. Hay ciertos problemas organizativos por los concursos de traslado permanentes y las listas de contratación. En el hospital hay un capital humano muy bueno y no creo que vaya a haber problemas. El hospital y el servicio están muy asentados. Habrá que ir adaptándose a los cambios. La cirugía y la anestesia está en avances permanentes con nuevos aparatajes y nuevas tecnologías.