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Jacobo Torrón Vázquez-Noguerol Psiquiatra

“El 7% de la población sufre depresión; en gente con VIH, hasta un 45%; en mujeres, el doble”

La Sociedad Galega Interdisciplinaria de Sida clausuró ayer en Vigo un curso sobre la mejora de la calidad de vida en este colectivo

El doctor Torrón. CEDIDA

Cuando surgió el VIH, los esfuerzos se centraban en que los pacientes no murieran. Hoy, el objetivo es que el 95% de las personas que lo portan estén diagnosticadas, que el 95% de ellas estén a tratamiento, que en el 95% de los casos la carga viral sea indetectable –lo que es igual a no transmisible– y que el 95% tenga también buena calidad de vida. Así lo destacó ayer el conselleiro de Sanidade, Julio García Comesaña, en la clausura del curso “La mejora de la calidad de vida de las mujeres que conviven con VIH”, que la Sociedad Galega Interdisciplinaria de Sida (Sogaisida) organizó en Vigo. Y como la atención a este colectivo trasciende ya al ámbito de los especialistas en infecciosas, el congreso contó con profesionales de distintos ámbitos, como el psiquiatra Jacobo Torrón Vázquez-Noguerol.

–¿Cómo afecta el VIH a la salud mental de las personas?

–Es un colectivo más vulnerable porque, evidentemente, está más estigmatizado. Eso ya activa el cortisol, que es nuestra hormona ante una situación de estrés o una amenaza. Si tengo una patología por la cual me puedo sentir rechazado –y eso aún pasa–, eso activa mi cortisol y me genera mayor riesgo de desarrollar una patología mental. Si aún encima le sumamos los propios efectos de la infección del VIH: neuroinflamación alteraciones neuroendocrinas o los efectos secundarios de los antirretrovirales...

–¿Qué tipo de patología padecen?

–Las más frecuentes son la depresión, la ansiedad y el insomnio . La que más, la depresión. En la población general en España la prevalencia de depresión es de casi un 7%. En este colectivo, entre un 39 y un 45% de los pacientes con VIH tienen depresión.

–¿Y, en particular, a las mujeres les afecta de forma diferente?

–Si nos vamos a la población general también, la depresión es dos veces más frecuente en mujeres que en hombres. Por cada hombre con depresión hay dos mujeres. Creo que esto también puede deberse a que la muestra esté quizás sesgada porque al hombre le cuesta más verbalizar sus problemas emocionales e igual llegan menos a consulta. En pacientes con VIH, la muestra también es mayor en mujeres.

–¿Hacen un abordaje diferente con ellas?

–En la exploración psicopatológica, cuando valoramos el estado mental de una persona, la realidad es que es diferente si es un hombre o una mujer. Hay ciertas preguntas que a un hombre no le vas a hacer, como en la menopausia o en un posparto o en periodos cercanos a la menstruación, donde podemos ver a veces temperamentos emocionales o incluso brotes psicóticos. Tenemos que tener esta perspectiva de género.

–¿Y, en particular, en las mujeres con VIH?

–Lo mismo, pero evidentemente con una dificultad añadida. Lo que hablamos también en el congreso es que los pacientes que tienen depresión y VIH tienen una menor adherencia al tratamiento antirretroviral. No toman los antirretrovirales, con lo cual van peor. Muchas veces, los especialistas en VIH, que suelen ser infectólogos, no se ven con la destreza para prescribir antidepresivos. A veces, por riesgo de interacciones entre medicamentos. Se ha visto que es más perjudicial una depresión no tratada para la progresión del VIH que las interacciones tan temidas entre fármacos.

–De ahí la importancia de un abordaje multidisciplinar con estos pacientes, ¿no?

–Mi intención en la charla ayer también era dar una serie de pautas de cómo identificar una depresión y qué primer abordaje a nivel farmacológico hacer, unos consejos para que se sientan seguros. Lo ideal sería tener un equipo multidisciplinar y todos los recursos. Pero la verdad es que la derivan a un psiquiatra y, al final, no la ven hasta seis meses después. Lo mejor es iniciar un tratamiento ya desde la consulta del internista.

–Supongo que es muy diferente el momento del diagnóstico que las siguientes fases a lo largo de su vida.

–Totalmente. De hecho, se refleja en los suicidios consumados. En la población en general, se dan más en ancianos y varones. Entre la gente con VIH, es más frecuente en mujeres y jóvenes y creemos que tiene que ver, principalmente, con la comunicación del diagnóstico.

–¿Qué cree que se debería hacer entonces?

–Al final, es una situación de duelo de la pérdida de salud, sumado al propio estigma que todavía hay por el VIH y que puede estar asociado a creencias de que si la persona es promiscua o tiene ciertas actitudes sexuales no tan normalizadas. En un escenario idílico, lo bueno sería tener un acompañamiento psicológico intensivo.

Como no estamos en escenarios ideales, ¿las asociaciones pueden ser un buen recurso?

–Al final, el sentirse acompañado es fundamental para la salud mental. Acompañado de la familia, los amigos los propios médicos y las asociaciones, que en esto también juegan un papel crucial. Hacen una labor encomiable.

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