La viguesa Virginia Mielgo lleva trabajando para Médicos sin Fronteras desde el 2018. Cuando tenía 25 años empezó a interesarse y formarse en emergencias medioambientales y que, nueve años después, acabó derivando en ayuda humanitaria. Su labor para la organización es la asistencia en primera línea a los refugiados e inmigrantes que llegan en pateras en situaciones completamente desoladoras. A bordo del Geo Barents donde opera, es testigo directo de las consecuencias de las políticas de externalización de fronteras de la Unión Europea, en el Mediterráneo central, considerada la ruta migratoria más peligrosa del mundo donde desde 2014 se han registrado más de 20.000 muertes. La organización ha trabajado en ocho buques de salvamento diferentes (solos o en asociación con otras ONG). En total, los equipos de búsqueda y rescate de en el Mediterráneo central asistieron a más de 85.000 personas. El Geo Barents es el actual buque de búsqueda y rescate fletado y en el que se encuentra Mielgo.

Ficha personal

Cooperante viguesa con ocho años de trayectoria en el sector humanitario. Desde 2018, integra el equipo de Médicos Sin Fronteras, en el que ha desempeñado funciones en varios países. Durante los últimos dos años, ha trabajado en el Mediterráneo central como integrante a bordo del Geo Barents.

–¿Qué le animó a dar este paso, a ponerse en primera línea y abandonar el trabajo o las labores más burocráticas?

–Siempre he querido trabajar sobre el terreno, es una tarea completamente diferente. En otras dependencias no tienes ese contacto con la gente o con los equipos locales. Es mucho más agradecido, más bonito. Y aún teniendo en cuenta que este es un sector en el que ves realidades muy duras. Pero aún así siempre defenderé nuestro trabajo, es un sector que te da más de lo que te quita.

–¿Piensa que la gente es realmente consciente de todo lo que ocurre donde usted opera, en el Mediterráneo Central?

–Sinceramente pienso que no. Porque si lo supieran verían que lo que hay es un desastre total; ver las embarcaciones volcar, ahogamientos constantes... Me extraña que conozcan tal dimensión y pienso que el motivo es porque lo vemos o lo sentimos muy lejano. Aquí no son sentimos identificados con lo que allí ocurre. Nos hemos criado y desarrollado en paz y no en un contexto de guerra. Toda la gente que se desplaza lo hace en busca de seguridad, no por gusto. Ojalá nunca nos pasase esto pero es la realidad de mucha gente, por desgracia, de mucha más que de menos.

–Con respecto a esta última reflexión, ¿ha notado, en los años que lleva usted en Médicos sin Fronteras, un recrudecimiento de esta inmigración?

–Los conflictos son cíclicos, no sabría decir si hay más o menos, pero diría que menos no. La situación actualmente es muy complicada. En Médicos sin Fronteras llegamos a la zona como hace 12 o 14 años y trabajamos con indicadores humanitarios que nos dan una referencia de la zona. Según estos indicadores, no nos podemos ir, hay muchos países cuyos ciudadanos están escapando y necesitan de nuestra ayuda.

–¿Cómo es su trabajo en el barco “Geo Barents”?

–El barco es un proyecto muy particular y las fórmulas de rescate también difieren de la situación con la que nos encontremos. Lo importante es realizarlo de una manera segura y tranquila, porque no es nada fácil tratar con ellos. Llevan muchos días de travesía, normalmente llegan quemados por la mezcla de sal, agua y carburante, imaginaos dónde podrán ir sentados o en qué lugares. Hay mucho sufrimiento en ellos. Cuando los divisamos y llegamos a rescatarlos es importante mantener la calma; que sientan que estar a bordo con nosotros es estar seguros. La capacidad que tenemos es de 600 personas y en este trayecto de desembarco intentamos ya identificarnos y si hay alguno más grave su evacuación en helicóptero.

–Tan complicado es atajar, trabajar con este daño físico como con el psicológico.

–Casi todos han pasado por situaciones muy duras, complejas. Nadie huye así de su país porque sí. Muchos llegan con traumas, de países como Libia o Túnez hay una gran violación de los derechos humanos, y muchos sufrieron también violencia e incluso violencia sexual. Sufren círculos de extorsión hasta que consiguen escapar. El Mediterráneo no es una vía de entrada de inmigrantes, es una día de escape. A día de hoy no has vías de acceso terrestre seguras por eso escogen otras vías no legítimas y aún así lo escogen, aunque no sean seguras.

–¿Por qué no son seguras otras vías? ¿Qué otras opciones podrían tener?

–Este flujo migratorio que vemos en la actuación es el resultado de las políticas migratorias europeas, no es fortuito. Las políticas están orientadas a criminalizar al inmigrante en lugar de auxiliarlo.

–¿Tiene en mente alguna posible solución?

–No sé bien cómo pero está claro que se está financiado para controlarlo, mantenerlos fuera de la responsabilidad europea. En el caso de Ucrania, por ejemplo, fue todo completamente diferentes. Todos los países se ofrecieron para acoger refugiados, ¿qué diferencia hay entre ellos y los llegados del Congo o África Central? Quizás lo que decía antes, que nos sentimos menos identificados, que somos menos sensibles ante sus problemas.

–Si no fuera por programas como el suyo, no solo se habrían perdido muchas vidas sino muchos casos no podrían ser contados .

–Este proyecto es realmente pertinente, porque somos testigos lo que está pasando, no solo asistimos o damos ayuda sin más. No solo rescatamos en alta mar sino que nuestra labor también presenciamos todo lo que está ocurriendo allí y podemos decirle a Europa que todo esto es el resultado de sus políticas.