A las urgencias pediátricas del Hospital Álvaro Cunqueiro llegan al año alrededor de una docena de sospechas de violencia sexual contra menores de 15 años. Son situaciones muy complejas en las que es necesaria una buena coordinación entre los servicios asistenciales y los judiciales para garantizar una óptima toma de muestras y una buena cadena de custodia, además de analizar con precisión el riesgo de una posible transmisión de infecciones sexuales. Y todo ello, tratando de que sea lo menos desagradable posible para unos niños que suelen llegar con mucho miedo. El Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi) acaba de revisar el protocolo con el que cuenta desde hace tiempo para estos casos con el objetivo de actualizarlo.
El nuevo es un protocolo multidisciplinar en el que participan los servicios de Pediatría, Microbiología, Farmacia y la Unidad de VIH de Medicina Interna. La pediatra Luisa González Durán, que lo coordina, explica que ha sido refrendado este verano por la Comisión de Enfermedades Infecciosas del Chuvi.
La doctora González Durán cuenta que lo que suele llegar a las urgencias pediátricas son sospechas y lo normal es que sean de casos agudos. “Probablemente haya más que no nos llegan a nosotros”, señala. De entre los casos en los que intervienen, la mayoría son por posibilidad de agresión con contacto físico, pero también sin él –exhibicionismo, voyerismo...–. Son pocos los que muestran signos evidentes, como lesiones física muy sugestivas. Estos pueden ser uno o dos al año. “Pero hay muchos casos de abuso sexual con contacto que no tienen lesión”, subraya la pediatra. Las edades son muy variables, pero los bebés son poco frecuentes.
Llegan con mucho miedo a hablar porque generalmente el agresor es una persona de su entorno
Muchas veces llegan directamente a urgencias con sus padres o tutores y, otras veces, los deriva el pediatra del centro de salud, si es un caso reciente en el que se precise recogida de muestras. Son atendidos en una vía prioritaria. Lo primero que se realiza es una entrevista con el adulto que lo acompaña. Tras ella, si así lo consideran los médicos, se activa el protocolo y se avisa al juzgado de guardia para que envíe al médico forense. Mientras llega, el menor espera con la familia o personal sanitario en una sala de la unidad de urgencias en la que intentan crear un clima agradable y ofrecer algún entretenimiento para que se relaje.
Ya con la presencia del forense, los pediatras y, si es el caso, profesionales de Ginecología o Cirugía, realizan de forma conjunta las preguntas al menor –anamnesis–, la exploración física y la toma de muestras. “Hay que minimizar las veces que el niño tenga que repetir lo que ha ocurrido y las exploraciones”, cuenta la doctora y explica que, sobre todo los más pequeños, llegan con “mucho miedo a hablar porque generalmente el agresor es una persona de su entorno y también por lo que se les va a hacer y por si se vuelve a repetir”. La pediatra cuenta que lo ideal es que hable con él la persona con más experiencia de la guardia porque hay que emplear “un discurso dirigido y orientado a la madurez” y edad de cada víctima.
Una de las cuestiones en las que han querido avanzar con esta revisión del protocolo es en la optimización de la recogida de muestras. Es el forense el que suele indicar cuáles se necesitan y se encarga de las de la zona genital. También han afinado en la cadena de custodia, “por la implicación legal que eso tiene después”.
Hay que minimizar las veces que el niño tenga que repetir lo que ha ocurrido y las exploraciones
Otro de los objetivos de la revisión es que se diagnostiquen y prevengan las infecciones de transmisión sexual (ITS). Buscan que todo el mundo haga de la misma forma el análisis del riesgo para que no se escape ninguna sospecha y todos los que la necesiten reciban la profilaxis adecuada, así como que se les cite para un seguimiento en la consulta pediátrica de infecciosas, que lleva la doctora González Durán. Son aquellos casos en los que ha habido algún intercambio de fluidos o contacto físico en el que pueda producirse un contagio, aunque este no sea genital. Identifican entre uno y tres al año.
También han ajustado indicaciones de algunos tratamientos y dosis en función de las avances que se han producido. Otras de las novedades del protocolo es que Farmacia elaborará un kit con los medicamentos necesarios en función del tipo de agresión y de la edad de la víctima que estén ya a disposición de los profesionales en el servicio de urgencias.
Una de las cuestiones que subraya la doctora es la necesidad de un seguimiento de estos casos de riesgo de transmisión de ITS aunque obtengan un resultado negativo en la primera visita a urgencias. “Eso no exime de que en 15 días o un mes pueda aparecer alguna infección”, sostiene e indica que hay que repetir las pruebas y estar pendiente de la aparición de síntomas. “Hay infecciones como el VIH o la hepatitis que no dan positivo hasta seis meses después de la agresión”, añade.
Tras la activación del protocolo, desde urgencias pediátricas ponen a Trabajo Social en conocimiento del caso. Más adelante, ya sea el pediatra de su centro de salud o en la consulta especializada de seguimiento, se le remite a Salud Mental. “No se llama al psicólogo en el momento agudo porque para ellos son demasiadas cosas y a veces es muy violento”, detalla.
“La situación es muy grave, por lo que todo el mundo debe estar coordinado y actuar de la misma forma”, concluye.