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La leche de madres de prematuros tiene más moléculas mensajeras para el desarrollo del cerebro

El Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur identifica medio centenar de moduladores del sistema nervioso en este líquido

Desde la izquierda, Cynthia Rodríguez Jamardo, Luis Freiría Martínez, Marta Iglesias Martínez-Almeida, Carlos Spuch, Tania Rivera Baltanás, y Patricia Fernández Palleiro. Cedida

Cuando un niño nace, como cualquier mamífero, en los tres primeros años el cerebro crece mucho y se producen numerosos cambios en su formación. ¿De dónde procede la información para que este desarrollo se haga adecuadamente? Una fuente podría ser la leche materna. Esa es la hipótesis con la que trabaja el grupo de Neurociencia Traslacional del Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur (IISGS), que analiza en ella la existencia de moléculas las células y los tejidos usan como mensajeras para comunicarse entre ellos. Su objetivo final es localizar alguna que pueda servir para tratar lesiones en el cerebro, para las que actualmente no hay prácticamente ningún tratamiento. En el transcurso de esta pionera investigación, se han topado con otro descubrimiento: la leche de las madres con bebés prematuros tiene más cantidad de estas moléculas que regulan el sistema nervioso central.

“Sacamos toda una batería de miRNAs y proteínas que regulan el sistema nervioso”

Carlos Spuch-Neurocientífico

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“La leche no es solo un líquido blanco con caseína y azúcares. Tiene muchas moléculas que tienen que valer para algo, no solo para nutrición”, explica el neurocientífico Carlos Spuch, que junto al jefe de servicio de Salud Mental del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi), el doctor José Manuel Olivares, dirige la tesis de Luís Freiría Martínez, a través de la que se está desarrollando este estudio. Creen que la leche “debe contener mecanismos para transmitir información molecular y biológica para el desarrollo del cerebro” en las primeras semanas de vida de los bebés.

Dentro de la leche, ellos se están fijando en los exosomas, unas “vesículas muy pequeñitas, de menos de cien nanómetros, que usan las células y los tejidos para comunicarse entre ellas”. De hecho, es el fluido biológico que las contiene en mayor número en la Tierra. Así es que, en su hipótesis, el grupo de Neurociencia Traslacional del IISGS la concibe “como un ordenador a través del que la madre está administrando muchísima información al niño”.

El objetivo final es encontrar alguna que sirva para tratar lesiones en el cerebro

“¿Y cómo la descodificamos?”, se plantearon. Para ello desarrollaron un método propio que les ha permitido extraer los exosomas de la leche. Estas transmisoras de información, “simplificando todo mucho”, son de dos tipos: proteínas y unas móleculas de material genético llamadas microRNA (miRNA), que se dedican a inhibir o “apagar” genes.

El equipo acaba de publicar este verano en la revista científica Nutrients un artículo con los miRNA que han encontrado y logrado aislar. “Nuestros resultados demuestran que los miRNA abundan en la leche humana y probablemente desempeñan un papel importante en el desarrollo neurológico y la función normal”, señalan en él. A punto de salir tienen un segundo artículo con las proteínas identificadas. Entre los dos tipos son más de medio centenar de moléculas.

Ahora, sin necesidad de trabajar con muestras de leche, ya las pueden analizar en el laboratorio con diferentes seguimientos para ver qué hacen exactamente cada una de ellas, qué regulan en las neuronas y comprobar si alguna valdría para tratar lesiones en el sistema nervioso central.

La complicación, entre otras cosas, está en que cada una de estas moléculas no solo tiene una función por sí misma, sino que hace otra distinta unida a otras. Es una inmensa cantidad de combinaciones posibles, por lo que valoran emplear la computación para testarlas.

Para localizar estas moléculas, recolectaron 36 muestras del Banco de Leche Humana de Vigo, ubicado en el Álvaro Cunqueiro y gestionado por el Servicio de Pediatría del Chuvi. Entre ellas había calostro –la primera leche producida por el pecho, que comienza a generarse a mitad del embarazo y continúa durante los primeros días tras el nacimiento– y también leche madura –de entre 1 a 6 meses tras el parto–. Y procedían tanto de madres con bebés nacidos a término – desde la semana 37 de las 40 habituales de la gestación– como de madres de prematuros tardíos –entre 34 y 36 semanas– y moderados o muy prematuros –de 28 a 34 semanas–.

Y encontraron una curiosa diferencia entre ellas: el calostro y la leche de las madres de los prematuros tenían más moléculas que modulan el sistema nervioso. “En el último mes de gestación es en el que se producen muchos cambios para que el cerebro siga su funcionamiento”, explica el neurocientífico y añade que en los muy prematuros este desarrollo es “muy primitivo”. De todo ello, deducen que las moléculas que contiene la leche evolucionan según las necesidades del bebé.

Tal y como les ha transmitido Neonatología, el mejor tratamiento para un prematuro es precisamente la leche materna. Tienen constatado que la transmisión de factores inmunoprotectores, antiinflamatorios y de crecimiento puede prevenir complicaciones como la enterocolitis necrosante y la infección invasiva. Lo que no está tan estudiado es su efecto en el cerebro, aunque lo intuyen. Con el banco, el Chuvi garantiza que la tengan todos los grandes prematuros.

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