Quince minutos bastan para sentir malestar general en la calle Conde de Torrecedeira. Una mezcla de ruido, polvo negro en suspensión y calor proveniente del suelo, crean un cóctel explosivo que transporta a los planetas en estado de caos del cine de ciencia ficción. Los vecinos, molestos por los problemas para circular por la zona y los comerciantes incómodos, pero la peor parte se la lleva el equipo de obreros encargados de asfaltar la vía, que añaden a su duro trabajo diario los 34 grados que se vivían ayer en Vigo.
“Es mejor hacerlo ahora, el verano ayuda a que el asfalto se fije bien”, responde uno de los operarios cuando se le pregunta si no sería mejor elegir otra época del año para levantar la calle. Su camiseta sudada por completo, asoma bajo el chaleco reflectante que solo multiplica la sensación de calor, porque no ayuda a la transpiración.
A su lado otro compañero –que solo porta su chaleco de seguridad porque la camiseta era demasiado con esta temperatura– comenta que estaban mejor el mes pasado, cuando el calor extremo que se declaró obligó a empresas y administraciones a tomar medidas y redujeron la jornada diaria de estos trabajadores un par de horas. “Tendríamos que volver a las 8 horas, como en julio, hacía mucho calor, pero acabábamos antes”, apunta.
Y es que estos obreros tienen una jornada laboral que no acompaña con el clima. Ni cuando llueve, ni cuando el sol aprieta. Dos situaciones que en el trabajo en plena calle a la intemperie suponen condiciones extremas prolongadas en el tiempo, pero que forman parte de la realidad climática de las Rías Baixas.
“En julio estábamos en la obra a las ocho de la mañana y salíamos a las cuatro de la tarde, es mucho mejor”, reconocen. El responsable del equipo, presente también, indica que otras combinaciones no son mejores. Por ejemplo, trabajar de noche o empezar muy temprano (empezar a las cinco de la mañana) y parar en las horas centrales del día, cuando el calor y los niveles de insolación son altísimos. “Nadie quiere que trabajemos de madrugada, porque molesta mucho el ruido que hacemos. Y parar a mediodía y volver por la tarde a partir de las cuatro o cinco, significa terminar tarde y solo trabajaríamos”, explican. Es por ello, y después de haber probado las mieles de reducir su característica jornada de diez horas de duro trabajo físico de lunes a viernes a solo ocho horas, que prefieren seguir con ella hasta que vuelva el frío.
Así, mientras se desenvuelve la tercera ola de calor, seguirán trabajando como el resto del año. No serán los únicos. Taxistas, montadores de escenarios, camareros de chiringuitos, socorristas... Y otros profesionales también lo harán mientras la mayoría disfruta del descanso estival. Pero pocos sufrirán “el calor abrasador que se siente en la cabina de la asfaltadora”, dicen los obreros.
Días ardientes esta semana
La previsión meteorológica para los próximos días en Vigo dibuja jornadas de tórrido verano. Se espera un calor intenso, con valores de temperatura media que oscilarán entre los 18 y los 30 grados, alcanzando hoy los 36 grados centígrados.
El índice ultravioleta máximo con cielo despejado para la jornada se sitúa en 9, es decir, riesgo muy alto de daño por exposición al sol sin protección. Y aunque el calor traerá algunas lluvias el miércoles, el fin de semana será especialmente soleado.
El intenso calor no solo afecta a las condiciones en el trabajo, también lo sufren quienes no les queda más remedio que estudiar en verano. Estudiantes de la UNED, con los exámenes de recuperación a la vuelta de la esquina, y opositores son los perfiles de quienes estos duros días de agosto ocupan los puestos de las bibliotecas de la ciudad.
Es el caso de José, a sus 37 años y con plaza de Adif en propiedad en Cataluña como ayudante ferroviario, se prepara durante sus vacaciones en la sala que la UNED habilita como biblioteca en la sexta planta de su edificio de la Avenida da Beiramar. “Mis amigos no entienden cómo, teniendo plaza, aún debo seguir estudiando. Pero sin la habilitación de encargado de trabajo podría perder mi puesto”, explica. Reconoce que está acostumbrado a estudiar y que sin el apoyo de su pareja y su hijo pequeño no podría seguir, pero prefiere venir a la biblioteca que repasar en casa.
Nerea también estudia mientras el resto pasa esta ola de calor entre la playa y el monte. Después de sacar Psicología está preparándose para ingresar en la Guardia Civil, porque siempre quiso ser policía judicial. “Vengo a la biblioteca a estudiar en verano, pero no me pesa. Personalmente tengo el apoyo de mi familia y mis amigos. Y sigo las orientaciones de una psicóloga. Hago descanso semanal, a veces de un día, otras veces de dos, depende. Porque es mejor que las horas que dedique a estudiar sean más efectivas que estar cien horas”, afirma mientras llama al ascensor para ir a casa.
Alberto se prepara para acceder al cuerpo administrativo (C1), el examen lo tiene el 17 de septiembre, y aunque es la recta final siente que está mejor que hace unas semanas, porque está de vacaciones.
“Antes estudiaba por la mañana y por la tarde impartía mis clases de música. Pero este mes lo puedo dedicar por completo a estudiar”
Va cambiando de biblioteca porque “variar viene bien para la rutina”, afirma. Sin embargo, no tiene muchas opciones. El horario de las bibliotecas de Vigo y el hecho de que las que dependen de la UVigo estén cerradas hasta el día 22 de agosto (cuando la universidad retomará su actividad administrativa) es un condicionante muy fuerte para los opositores.
Horario reducido y sin buses
Algunos estudiantes señalan que lo peor de estudiar no es el calor del verano, sino el estrés de tener que adaptarse a los “reducidos horarios” de las bibliotecas de Vigo.
“Nos faltan espacios en la ciudad para poder estudiar. La biblioteca del Calvario está cerrada los lunes y el horario es muy limitado. De 10 a 13.30 horas y de 16 a 20 horas. En agosto muchas cierran. También hemos perdido las salas que Abanca habilitó para estudiar por la pandemia. Ahora que ha vuelto la normalidad ya no se puede contar con estos lugares en algunos centros cívicos. Otro caso es el de la biblioteca del Casco Vello, donde el horario también es muy limitado y está partido. Nosotros somos opositores, necesitamos sacar ocho horas diarias de estudio y estar concentrados. Y no podemos estar pendientes de adaptar nuestra organización al horario de un espacio público, como las bibliotecas del Concello o la Xunta”, explica Antía.
Sacó muy buen puesto en las pasadas oposiciones a la Xunta y ahora prepara la segunda fase al cuerpo superior de gestión (A1 y A2, al mismo tiempo), 75 duros temas de los que deberá desarrollar uno. En el caso de la biblioteca de la UNED, que no cierra a la hora de comer y abre hasta las 12 de la noche tiene, sin embargo, mala combinación de transporte público. “Hasta la puerta solo llega un bus y pasa cada hora. Ahora hace mucho calor, pero lo peor es esperar el bus en invierno cuando sales de noche. Esta zona es complicada para estar sola”, afirma.