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La misma receta... y el mismo éxito indiscutible

El alcalde consigue su tercera mayoría absoluta seguida aupado por su “viguismo”

Caballero, acompañado por los miembros de la candidatura, clausuró la campaña electoral en la Farola de Urzáiz. |   // PABLO HERNÁNDEZ

Caballero, acompañado por los miembros de la candidatura, clausuró la campaña electoral en la Farola de Urzáiz. | // PABLO HERNÁNDEZ / Borja Melchor

El adjetivo “histórico”, que tanto le gusta utilizar al alcalde, Abel Caballero (Ponteareas, 1946), se le queda corto tras lograr su tercera mayoría absoluta consecutiva, algo fuera de lo común en un escenario político cada vez más desgastante y polarizado, con mil y un ojos críticos abrigados por las redes sociales. Y todavía más complicado, si cabe, por las características de la plaza, Vigo, una urbe de casi 300.000 habitantes con un ADN inconformista que le ha mostrado de nuevo su respaldo de manera aplastante en las urnas.

De forma incontestable, la ciudad ha vuelto a poner una nota muy alta la capacidad de gestión del regidor durante sus 16 años de mandato. El porcentaje de apoyo se traduce en un aplauso a sus acciones, ya sea en defensa de la ciudad incluso ante las siglas de su partido, en su promoción o en su desarrollo, pero también es una palmada en la espalda por su cercanía, una faceta que cuida con especial atención los siete días de la semana, y su dedicación, con agenda de lunes a viernes y sin vacaciones: presume de no quererlas ni necesitarlas.

Caiga mejor o peor por su personalidad y apariciones públicas tan propias, enormemente virales cuando hay luces de Navidad de por medio, ha logrado reunir el apoyo de votantes con ideologías diferentes y eclipsar a los detractores bajo una filosofía con un pilar claro, la “unidad”, un término que ha repetido en incontables ocasiones durante la campaña electoral y con el que pretende hacer realidad proyectos clave como el AVE directo a Ourense, la salida sur ferroviaria, la autovía en túnel a Porriño o la Biblioteca del Estado.

Cuatro años después, Caballero y Vigo viven un déjà vu: vuelven a ser noticia a nivel nacional por destacar sobremanera en una Corporación de tres colores. La receta que ha aplicado es la misma que en 2011, 2015 y 2019: con el ceño fruncido, demostrar a los ciudadanos su empeño de considerar a Vigo lo primero, lo segundo y hasta lo tercero en su lista de prioridades frente a dirigentes de su mismo partido o la Xunta, pero también ofrecer una cara más amable y próxima capaz de conectar con gente de cualquier edad y sacar carcajadas. Por delante, el reto de continuar gestionando el Concello de la ciudad más poblada de Galicia.

Lejos quedan su paso por el Ministerio de Transportes con Felipe González, la presidencia de la Autoridad Portuaria o la cátedra de Teoría Económica de la Universidad de Vigo a la que regresó tras perder su asalto a la Xunta de Galicia frente a Manuel Fraga en 1997. Y casi ni se atisba por el retrovisor el primer mandato municipal, en coalición con el BNG de 2011 a 2015. El Abel Caballero de 2023, con 76 años, es el claro ejemplo de un veterano de la política que ha sabido reinventarse y explotar las virtudes de la comunicación para triunfar con la bandera del viguismo en alto.