La ayuda pública experta para dejar de fumar en Vigo se limita a veinte horas semanales

Solo hay una unidad en el Chuvi y otra en Lavadores | El resto de médicos de familia no tiene tiempo reservado para ello | En la comarca hay unos 117.000 adictos al tabaco

Un usuario de deshabituación tabáquica de la AECC con un medidor de dióxido de carbono. |   // P. H. GAMARRA

Un usuario de deshabituación tabáquica de la AECC con un medidor de dióxido de carbono. | // P. H. GAMARRA / A. Blasco

Unas 117.000 personas de entre 16 y 64 años del Área Sanitaria de Vigo han fumado de forma diaria en los últimos 30 días. Es un dato estimado en base a la última encuesta sobre alcohol y otras drogas del Ministerio de Sanidad –EDADES 2022–. Alrededor de 75.000 –el 64,2%– se han planteado dejarlo, pero no lo ha intentado ni la mitad. ¿Por qué? Es una enfermedad adictiva crónica. Se calcula que solo un 5% al año es capaz de dejarlo sin ayuda. Y el apoyo sanitario especializado desde el sistema público es más bien escaso. El Sergas en Vigo dispone de una unidad de deshabituación tabáquica en Neumología del Chuvi, que cuenta con una mañana y media de consulta a la semana. Atiende, sobre todo, a pacientes de este servicio y de otros hospitalarios, como pueden ser otorrino, vascular u oncología. En Primaria, hay otra unidad que atiende a usuarios del centro de salud de Lavadores, a la que tres profesionales dedican siete horas y media. Entre ambas, son menos de 20 horas a la semana de asistencia especializada y estructurada para las decenas de miles de fumadores que puedan estar pensando en dejarlo.

Algunos médicos de familia intentan ayudar a sus pacientes a dejar de fumar. Pero, al tratarse de una adicción, “se necesita una formación específica de entre 40y 60 horas”, explica el doctor Jorge Quintana, responsable de la unidad de Lavadores, creada hace 12 años. No todos la tienen. Y lo que no tiene ninguno –salvo en este centro de salud– es tiempo reservado para esta labor. En el suyo, los compañeros pasan sus consultas, las de otro doctor y otra enfermera durante las horas que ellos destinan a gente que quiere dejar de fumar. En sus agendas figuran los huecos para estas citas. Le dedican 45 minutos a las individuales y dos horas y media a las grupales. Tienen seis meses de lista de espera.

Gente fumando, en el Calvario

Gente fumando, en el Calvario / PABLO HERNANDEZ GAMARRA

En A Cañiza, “por cabezonería y conciencia”, un profesional con formación trata de embutir en su agenda un programa de deshabituación tabáquica para los pacientes de la comarca que demandan ayuda, “gente concienciada con diversas patologías”. Solo puede hacer terapia individualizada, farmacológica y psicológica. El objetivo es dejarlo en un mes. Dedica 30 minutos a las primeras citas y 15 a las sucesivas, buscando huecos y sin que sea oficial. No conoce más gente que lo logre.

Desde 2019, un médico de familia puede pautar fármacos para dejar de fumar pero solos, sin más apoyo, "es de una utilidad muy limitada”, sostiene el neumólogo Vázquez Gallardo, responsable de la unidad en el Chuvi. Quintana le pone cifras: facilitan un 5% de las curaciones al año. Calcula que se podrían multiplicar “por cinco o seis” con apoyo experto.

Vázquez Gallardo explica que, aunque siempre se vincule al de pulmón, el tabaco está relacionado con hasta 20 tipos de cáncer, con la mitad de las muertes por enfermedades cardiovasculares, con el 90% de los casos de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica –infradiagnosticada y, aún así, afecta a una de cada 10 personas–, con la infertilidad, con el mayor riesgo en procesos con anestesia o con mayor dificultad en la cicatrización de heridas, entre otras muchas cosas. Así es que la deshabituación tabáquica es la actuación preventiva “más costo-efectiva que se puede hacer en sanidad”, destaca.

Todos están de acuerdo en ello. La Administración también. Entonces, ¿por qué no se destinan más recursos? “Es complicado”, responden los consultados. Hubo planes de formación para extender estas unidades por toda Primaria. El primero es de 2016, pero poco después comenzó el conflicto que cristalizó en la dimisión en bloque de los jefes de servicio. Luego vino la pandemia de COVID-19 y ahora hay pocos efectivos y saturación de demanda. “Con la carga de trabajo que tienen, es muy difícil pedirles más”, señala Vázquez Gallardo, que también ve en el personal de Enfermería “un profesional ideal” para estas labores.

La asociación contra el cáncer agota las plazas de sus cursos

El sistema público tiene más recursos y centros destinados a otras drogas, aunque el tabaco sea la sustancia psicoactiva más consumida en España tras el alcohol. “No se le da tanta importancia”, sostiene Rebeca Castro, técnica de prevención de la Asociación Española Contra el Cáncer, cuyos talleres para dejar de fumar se llenan. El perfil mayoritario suele ser el de personas de entre 45 y 65 años que ya llevan muchos años fumando. En los cursos tratan de darles estrategias alternativas para enfrentarse a la adicción. Fijan un día para dejarlo a mitad del taller –para dar tiempo a tratar recaídas– y el 65% de los que empiezan lo consiguen. AECC cuenta también con una app gratuita, Respirapp, para dejarlo puesta en marcha gracias al Plan Nacional sobre Drogas.

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