Las hijas del vigués acusado de matar a su esposa en Tenerife: "Era un monstruo, odiaba a las mujeres"

Ambas narran el calvario que su padre impuso a Clotilde: "Mi madre nunca quiso denunciar ni ir a un hospital a curarse las heridas; se las curaba con vinagre hervido"

El acusado de asesinar a su esposa en Los Cristianos.

El acusado de asesinar a su esposa en Los Cristianos. / Andrés Gutiérrez

Pedro Fumero

Ángel Sartorio Martínez, el vecino de Vigo acusado de asesinar a su esposa en el sur de Tenerife el 11 de mayo de 2022, destruyó psicológica y emocionalmente en vida a la víctima y a las dos hijas de ambos por ser presuntamente un "maltratador, machista, narcisista, un auténtico monstruo".

Así lo explicaron sus dos hijas en la segunda sesión del juicio con jurado que se celebró este martes, 9 de mayo, en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife por la muerte violenta registrada en un apartamento de Los Cristianos, en el municipio de Arona.

Las hermanas coincidieron en que el procesado convirtió la vida de las tres mujeres en un calvario durante medio siglo. De hecho, una de ellas, la mayor estuvo 22 años sin tener contacto alguno con sus progenitores, ya que en ese tiempo nunca pudo aceptar que su madre, Clotilde, aceptara retomar la relación con Ángel en 1999. La progenitora y sus hijas volvieron a reencontrarse en Tenerife un año antes de la muerte violenta de la octogenaria gallega.

De esta manera, ambas testigos desmintieron el relato y las graves acusaciones vertidas por el único sospechoso del crimen sobre su mujer durante sus 56 años de convivencia, acerca de que lo ninguneaba, no lo atendía de manera adecuada, que le pegaba e, incluso, que se acostaba con otros hombres.

Maltrato

La hija menor, afirmó que "mi relación con mi padre era mala, porque siempre nos dio mala vida y nos trató mal". "Yo iba a ver a mi madre, pero con él no hablaba", declaró esta mujer que, desde hace varios años reside en Tenerife.

A preguntas de la fiscal, Raquel Arranz, dijo que a su madre la maltrató "toda la vida, la anuló siempre". Tiene un recuerdo que no se le ha borrado: con cinco años se acuerda de que él agarraba por el cuello a su madre y ella le clavaba un tenedor a su padre en los glúteos para que la soltara.

Según dicha testigo, cualquier mínimo detalle podía originar golpes, gritos, insultos o humillaciones a Clotilde: que la comida tuviera un poco más de sal o que algo no estuviera bien. "Y la respuesta de mi madre era agachar la cabeza, porque ella le tenía pánico y nunca denunció la situación", señaló la testigo.

Animarla a denunciar

A pesar de que sus dos hijas la animaron en numerosas ocasiones a que denunciara a Ángel o que se fuera a vivir con ellas, Clotilde nunca lo hizo. En una ocasión, a las cinco de la mañana, salió para el aeropuerto y dejó la puerta de la casa abierta, así como heces en la cama y orines en el suelo. Ángel escribió una carta de seis folios y se marchó para Tenerife. En esa misiva, insultó a su esposa y a su hija menor.

Él sí la denunció una vez por malos tratos. Pero en ese mismo texto admitió que él mismo era un "maltratador", lo que llamó la atención de la jueza, apuntó la hija menor. Las dos hermanas solicitaron en el Juzgado de Arona que instruyó la causa el bloqueo de las cuentas controladas por Ángel, puesto que, después del crimen machista y cuando él ya estaba en prisión, se detectó un movimiento bancario de 400 euros, que supuestamente se dirigió a la cuenta de un familiar del acusado.

La dejaba sin comer

La hija menor relató que, a veces, no dejaba a Clotilde salir de la vivienda o la encerraba en el baño. Y en otras ocasiones la dejó sin comer, pues le impedía el acceso a la cocina. Según esta testigo, "mi madre tenía que trabajar, porque él se gastaba todo el dinero y había que comer y mantener la casa". Cuando se vino a vivir a Tenerife, Ángel le dijo a dicha testigo que para qué venía, "que eres una mierda y nadie te va a dar trabajo".

La hija mayor especificó que "con mi padre la relación era horrenda, pues nos hizo vivir un calvario", que incluía que su madre recibiera puñetazos, patadas o que la tirara escaleras abajo. Antes de que entrara en vigor la Ley de Violencia de Género, en 2003, los policías nacionales acudían al exterior de la vivienda alertados por los vecinos, pero el hoy acusado les decía "que no se les ocurriera entrar a la casa". Esta testigo indicó que "mi madre nunca quiso denunciar ni ir a un hospital a curarse las heridas; estas se las quitaba con vinagre hervido".