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Gran Vigo

Un “déjà vu” llamado Hiperxel

Neveras vacías y locales sin personal: la plantilla sale a la calle cinco meses después de su primera huelga

Hiperxel de la calle Florida, el último que ha echado el cierre en la ciudad, en una imagen tomada este sábado. MARTA G. BREA

Sanjurjo Badía, Travesía, Urzáiz, Gregorio Espino, Barcelona, Torrecedeira, Martín Echegaray, Camposancos… La imagen era idéntica en casi todas las tiendas Hiperxel de Vigo. Despensas vacías, cajas sin dinero, neveras desenchufadas. Luces apagadas, establecimientos sin personal, verjas bajadas. Se esperaba que esa instantánea llegase hoy, en medio de la huelga indefinida convocada por los empleados de la compañía y la protesta que llevarán a cabo, pero la avalancha de bajas laborales que afronta la cadena de congelados complicó las cosas. A pie de barrio –ante clientes y vecinos– expuso las flaquezas de una empresa que el año de la pandemia ingresó más de 25 millones. Y probó nuevamente cómo la mala gestión corporativa siempre la pagan los mismos... Los trabajadores. La pasada semana se tornaba misión imposible encontrar un local abierto en la ciudad y lo fue porque solo uno aguantó hasta el sábado. En Florida, ese día bastión de Xeldist, se vivió el último déjà vu.

Fue el recuerdo percibido realidad de una pesadilla que escapa a cualquier sueño. Susana, que allí aguardaba hasta completar su jornada, dejaba impoluto el negocio antes de pasar la llave. Tras el escaparate, un letrero con un mensaje conciso: “Ser galego é saber que quere dicir mexan por nós e hai que dicir que chove”. A pocos metros, junto a dos pingüinos pintados, el eslogan de la firma con base en A Riouxa (Teis): “Tú nos importas”.

Parece no ser así o al menos esa es la sensación que tiene el personal de Hiperxel, que este lunes se manifiesta frente a la sede de su compañía, pegada a Frigalsa. Hace una semana que su proveedor logístico volvió a bloquear la salida de pedidos y cinco meses desde que la plantilla se concentraba en ese mismo lugar, arropada bajo decenas de paraguas en una mañana de frío y lluvia. Al grito de la desesperación, sin un futuro definido.

Embarcada entonces en un mar de dudas sobre el posible milagro que representaba el plan de rescate que se estaba gestando, el tiempo ha acabado dando la razón a la desconfianza de los trabajadores. La cadena de congelados ha saltado de error en error, como quien tropieza con la misma piedra veinte veces y no lo quiere ver.

El más lejano, detonante de un efecto dominó que previsiblemente concluirá con el concurso-liquidación de la empresa, fue que el fondo Certior financiase la adquisición de Hiperxel por parte del Grupo Vinova de Juan José Villamizar. El más reciente, una reestructuración ineficiente –como así lo ha demostrado la Audiencia Provincial de Pontevedra– que no ha logrado minimizar la totalidad de su deuda.

Al estimar la impugnación presentada por Novicap Limited, Finanzarel y Finalbion a la hoja de ruta para garantizar la viabilidad de la cadena de congelados, por aplicarles a los tres acreedores quitas “desproporcionadas” del 85%, la justicia ha devuelto la facultad a dichas compañías para reclamar la totalidad del importe que les adeuda. Una suma de 2,1 millones con la que no contaba y que ha impulsado su crisis tras meses en vilo.

Ante la falta de respuestas por parte de la dirección de Hiperxel, encabezada por Virginia Navarro, los empleados inician hoy un paro sin fecha de caducidad, con la fuerza que aun tienen y tres nóminas pendientes de cobrar. “La gente tiene que comer. Tenemos familias. ¿Que lo vamos llevando? Mentira. Lo llevamos mal”, dice Susana. “Esperamos que se solucione cuanto antes, empujar lo que se pueda con la huelga y por lo menos morir con la cabeza levantada”, sentencia.

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