Un paracaídas en el camino de prisión hacia la libertad

La Asociación Érguete ofrece un apoyo integral a personas que acceden al Centro de Inserción Social tras pasar por la cárcel

Exreclusos participantes del programa de Érguete.

Exreclusos participantes del programa de Érguete.

“Liberé emociones”. “Logré herramientas para afrontar el día a día”. “Me conozco un poco más a mí mismo y a compañeros en la misma situación”. Son reflexiones anónimas de participantes en el curso de preparación para la vida en libertad que lleva a cabo Érguete en colaboración con el Centro de Inserción Social (CIS) de Vigo. La asociación olívica trabaja con personas que están en procesos de semilibertad para servirles de red de apoyo ante el abismo que se les dibuja en el horizonte desde el momento en el que ven por el retrovisor la prisión y ponen rumbo hacia la vida en libertad, un objetivo tan preciado como complicado después de un tiempo entre rejas. El año pasado, se beneficiaron de esta propuesta unos 80 exreclusos.

“La vida penitenciaria cambia mucho cuando comienzan su estancia en los Centros de Integración Social, que es la siguiente fase de su condena. Empiezan a adquirir mayor libertad. Nuestra labor es fundamental”, argumentan Ana Vázquez y Rodrigo Alonso, educadora social y psicólogo de la Asociación Érguete, técnicos del Programa de Formación e Integración Social (PFIS), en el que se enmarca esta iniciativa, en marcha desde 2009. Este año, hay tres convocatorias del curso de preparación para la vida en libertad con la intención de que se beneficien “el mayor número de participantes posible”. Acaba de finalizar una de ellas: durante dos semanas, participaron ocho internos del CIS de Vigo que se encuentran en el tercer grado penitenciario y que, a medio o corto plazo, estarán en libertad. “En esta etapa, aparece la dificultad de enfrentarse a las etiquetas propias y ajenas”, manifiestan.

Durante el curso, abordan la adaptación a la vida fuera de la cárcel, motivaciones, empoderamiento, resiliencia, regulación emocional, creación de nuevas rutinas o gestión de las relaciones familiares y sociales. El objetivo de este curso es “ofrecer un espacio de conversación, aprendizaje, reflexión y desarrollo personal”. “Las personas precisan de un espacio de apoyo para elaborar y comprender el impacto de su estancia en la cárcel y prepararse para los retos que aparecen en su proceso de semilibertad. Se pretende que compartan sus experiencias, que puedan pensar y hablar de sus proyectos y que ganen confianza y motivación para que los cambios que fueron consiguiendo se mantengan en el tiempo”, señalan desde la Asociación Érguete.

Ana Vázquez indica que todos los participantes tienen en común las barreras que se encuentran al salir de prisión. “No hay un perfil determinado” por la edad, el delito o el tiempo en la cárcel, según explica. “Hacemos una atención integral y personalizada para que puedan enfrentarse a la estigmatización social y el acceso limitado a oportunidades formativas, laborales o de vivienda. Son factores que hacen que la persona se sienta rechazada o discriminada, lo que puede llevarla al asilamiento y a la vuelta a determinadas dinámicas. Además, suelen presentar problemas de salud mental y emocional, como depresión, ansiedad o estrés postraumático. También vemos que falta apoyo familiar y de la comunidad: pierden relaciones durante su estancia en los centros penitenciarios, por lo que sienten una necesidad muy grande de conectar con gente”, apunta.

“Sufren barreras en materia de vivienda y también a nivel social, formativo o laboral”

Ana Vázquez

— Educadora Social de Érguete

La Asociación Érguete, a través de este curso, persigue, en resumen, reforzar la intervención en los procesos de semilibertad con el fin de impulsar las habilidades personales, sociales y emocionales; potenciar las capacidades y redes de apoyo, así como buscar recursos sociales que mejoren la situación del exrecluso frente a la libertad; explorar situaciones difíciles de manejar que pueden provocar una crisis y retos que les toca afrontar a nivel sociofamiliar; facilitar el desarrollo de habilidades que fortalezcan los vínculos y la confianza interpersonal; fomentar la expresión de sus emociones; y fortalecer actitudes resilientes. El trabajo está enfocado desde el apego seguro y la empatía con una perspectiva activa, vivencial y grupal y una filosofía psicoterapéutica y educativa. “El enfoque es cognitivo y emocional”, apostillan.

Rodrigo Alonso, Ana Vázquez y María Rosado, en Érguete.

Rodrigo Alonso, Ana Vázquez y María Rosado, en Érguete. / Alba Villar

Rodrigo Alonso destaca que la valoración de los participantes es “muy positiva” a pesar de que, en algunos casos, hay reticencias al inicio sobre la necesidad de este curso, que contempla sesiones individuales y grupales en la sede de Érguete y el exterior: talleres de educación ambiental y de relajación o prácticas deportivas, por ejemplo. “Este programa también es una puerta de entrada: les permite vincularse con Érguete y saber que estamos para ayudarlos en otras situaciones”, indica. Ana Vázquez añade que, de este modo, ven la asociación como una red de apoyo incluso con temas jurídicos: “Tener esta opción les permite saber que pueden recibir apoyo a la hora de buscar vivienda o a nivel formativo, social y laboral. La transición de la prisión a la libertad es muy compleja. Se trata de encontrarse bien con uno mismo y manejar situaciones de estrés para tomar decisiones. Se trabajan la responsabilidad y la eficacia”.

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Los técnicos de Érguete advierten de la importancia de que la sociedad entienda la situación comprometida que afrontan los exreclusos cuando dejan atrás la prisión y tienen que plantar cara a los retos que supone la vuelta a la realidad más allá de los módulos.

Destacan que, en muchos casos, son personas que experimentan “muchísimas sensaciones dolorosas, desesperanza, miedo e incertidumbre”, por lo que hacen un llamamiento a la comprensión: “No es solo un trabajo de ellos ni de Érguete, por eso colaboramos con otras entidades. También es una labor de las administraciones”.

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