Lo agredió, lo maniató, le robó pero no lo mató. Así se defendió Manuel Matanzas de la acusación de asesinato que pesa sobre él por el crimen de Roberto C. en su casa de la calle San Telmo, en la parroquia de Chapela, a principios de enero de 2021. “Fui a reducirlo para quitarle la poca droga que pudiera tener. Lo agarré por el cuello, caímos los dos al suelo y a los pocos segundos lo solté, lo precinté y busqué en sus bolsillos. No encontré nada así que fui a la habitación y cogí 5 o 6 gramos que tenía en una caja de caudales y me fui. Yo lo dejé con vida”, declaró ayer el acusado ante el jurado popular formado por cinco hombres y cuatro mujeres que deberán decidir su inocencia o culpabilidad en relación a los hechos que se le imputan.
El cadáver de Roberto C. fue hallado el 30 de enero a última hora de la noche amordazado de pies y manos, así como con una cinta en la boca y un chaleco rojo cubriéndole la cara. Fueron unos amigos del fallecido los que encontraron el cuerpo sin vida tras varios días sin noticias de él. La puerta se encontraba cerrada por dentro y la radio puesta, así como un plato de comida en la mesa y el perro encerrado en la habitación.
Para la Fiscalía, que solicita una pena para Manuel Matanzas de 18 años de prisión, no hay duda de que el acusado actuó de forma “sorpresiva”, lo que impidió la posibilidad de defensa del fallecido. “Fue un ataque a traición, Roberto C. era ajeno a lo que iba a suceder”, aseveró la fiscal en cuestiones previas al inicio de la vista que se celebra desde ayer y hasta el jueves en la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Pontevedra, con sede en Vigo. Por su parte, su defensa solicitó la libre absolución alegando que no cometió el delito por el que se le acusa. Según su abogado, aunque fue a casa de Roberto C. a por droga, no tenía intención de matarlo. “Alguien terminó con su vida, alguien que tuvo que aparecer después, porque Manuel fue a robar”, proclamó, al tiempo que recalcó que el acusado actuó con sus capacidades afectadas por problemas de salud y su toxicomanía.
Manuel Matanzas admitió que acudió la noche del 27 de enero de 2021 a casa de Roberto C., al que llevaba “un año” comprándole cocaína con la idea de que le fiase la droga. “Le pedí un gramo y que se lo pagaría al día siguiente. Me dijo que no pero yo necesitaba consumir”, aseguró el acusado, quien afirmó que pese a llevar en su mochila unos guantes y una cinta “no fui con esa idea (la de atacarle), no iba a atarle ni a hacer eso”. Justificó la presencia de los guantes al Covid y la cinta a un “trabajo” que le hizo a un amigos “unos 15-20 días antes” , que ni “sabía que la tenía” y la cual encontró cuando cogió los guantes de la mochila.
Así a todo, admitió que acudió al baño, se colocó los guantes transparentes y fue a por Roberto. “Me coloqué a su espalda, lo agarré y ya caímos al suelo; no se lo esperaba, ni yo sé cómo hice eso. Se asustó, por eso le tapé la boca pero él me mordió y fue cuando lo solté y me dijo ‘dime lo que quieres que te lo doy’”, confesó Manuel, quien puntualizó que Roberto seguía vivo después del ataque. “Se quedó quieto, paralizado y lo amordacé. No estaba muerto, estaba vivo, me miró, parpadeó y me vio irme”, contó Manuel Matanzas en la vista aunque reconoció que “no se movía”.
Tras ello, Manuel afirmó que se llevó varios gramos de cocaína que encontró en la habitación de la víctima así como su teléfono móvil. Es en este punto donde las versiones de la Fiscalía y del acusado trazan un escenario completamente distinto.
Y es que en los bolsillos de Roberto C. se hallaron varias papelinas de droga, hecho que para Manuel revelaría la presencia de una tercera persona. “Yo fui a mirarle sus bolsillos y no encontré nada. Alguien se la tuvo que haber puesto ahí, si yo la hubiera visto me la hubiera llevado”, aseguró, negando también que le colocase un chaleco en la cara o que lo hubiera descalzado. “Él llevaba unos náuticos, no estaba descalzo como se ve en las imágenes –obtenidas de la escena del crimen– y lo dejé con la cabeza mirado a la puerta y no a la pared. Yo no me entregué porque sabía que alguien más lo había matado, sabía que después de mí entró alguien”, sentenció Manuel.
En este instante, la fiscal incidió en el hecho de porqué se llevó su teléfono móvil, afirmando que esto justificaría que “sabía que estaba muerto”. El acusado explicó que se lo llevó, al igual que las llaves, porque “sabía que iban a ir a por él”. Por ello, regresó, afirma, a la vivienda de Roberto al día siguiente para comprobar “si había luz” y “para ver si tenía más drogas”. Las preguntas de la fiscal al respecto provocaron que el acusado ofreciese versiones poco coherentes llegando a declarar que se estaba “liando”. Al poco, rehusó seguir contestado a la Fiscalía.
A preguntas de su letrado –no hay acusación particular–, repitió esta versión, e incidió en sus problemas de dependencia de las drogas y de salud mental, con un trastorno de personalidad por el que tomaba una fuerte medicación.
Un jurado muy activo que mostró la contradicción del acusado sobre el móvil de la víctima
Hasta cinco preguntas, dos de ellas sustanciales, fueron realizadas por los miembros del jurado durante la vista. Y es que a pesar de que principalmente el interrogatorio corre a cargo de la Fiscalía y defensa, los jurados también pueden plantear cuestiones o dudas al término de cada declaración. Y así fue como salieron a la luz dos detalles que pueden resultar de gran relevancia en el proceso. Por un lado, mucho se abordó en el juicio sobre el escenario del crimen, concretamente si el ataque que Manuel Matanzas reconoce pudo haber sido sorpresivo para Roberto C. Todos los testigos coinciden al afirmar que sobre la mesa de comedor se hallaba un plato con comida, pescado hervido para ser exactos. La pregunta de una miembro del jurado al Policía Nacional que primero se personó en el lugar de los hechos versó precisamente en esto, sobre cómo estaba colocado el mismo. El agente afirmó que, de estar sentado frente al plato, se vería “toda la casa”, es decir, que Roberto C. tuvo que haber visto como Manuel Matanzas se acercaba con los guantes puestos para atacarlo. Una segunda cuestión puso en jaque la declaración del acusado, quien de confirmarse habría incurrido en una clara contradicción –hay que precisar que Manuel, como acusado, tiene derecho a mentir–. Éste aseguró que el día siguiente a visitar a Roberto (el 27 de enero) “lo llamó sin querer” y descubrió que el teléfono daba señal pese a pensar que lo había apagado. Por ello, “le quité la batería y lo enterré”, declaró. Sin embargo, la miembro del jurado, muy acertadamente, preguntó a una testigo, amiga de Roberto, si cuando lo llamó horas antes de que se hallase el cuerpo –el 30 de enero–, el móvil de éste daba señal. “Sí, sí daba”, contestó rotundamente. La mujer afirmó haberlo llamado tanto el jueves día 28 de enero como el propio 30 preocupada porque no tenían noticias de él en varios días.
Relación de la muerte con su enfermedad
Entre las líneas de defensa del acusado, su letrado puso sobre la mesa la posibilidad de que la enfermedad de Roberto C, que sufrió una traqueotomía a consecuencia de un accidente de tráfico, condicionase su fallecimiento y no la acción de Manuel Matanzas. Este argumento deberá ser refrendado por los forenses del Imelga que le practicaron de autopsia y que declararán en futuras jornadas, si bien a cuestiones de la Fiscalía, se dio a entender que Roberto C. presentaba restos de comida en la boca, lo que para la defensa pudo motivar una asfixia relacionada con su muerte, al haber tapado Manuel su boca. Con respecto a la posibilidad de que apareciese una tercera persona, el letrado incidió en preguntas a los Policías Nacionales y a los amigos del fallecido que alertaron de su muerte cómo se encontraba el perro del acusado, encerrado, supuestamente por tres días en la habitación. “¿Es posible que en tres días no se encontrasen en la estancia heces del animal?,” se preguntó.
Consumo de cocaína “casi todos los días”
El consumo de droga fue hilo conductor del juicio. El acusado aseguró que había épocas que consumía “casi todos los días”, otras veces “sobre dos o tres días seguidos”, en otros “un día cada quince”... Y que “había ido unos días antes” del 27 de enero a comprarle droga a Roberto C. La Fiscalía preguntó al investigado que, si no disponía de dinero y había ido a comprar hace poco, porqué acudió a casa del fallecido. Manuel Matanzas afirmó, por un lado que “también iba a pillar droga para mis amigos”, además de asegurar que sus hermanos solían “cortarle” la droga que tenía en su casa, por lo que necesitaba acudir a por mercancía cada poco tiempo. A mayores, afirmó conocer que varios de los clientes de Roberto, que cifró en “más de menos 60” habían cometido delitos e incluso habían acabado en prisión. Reconoció también que más de uno le había “amenazado” .