La mitad de la matrícula en los grados y másteres es femenina. Y esta proporción se mantiene después en las plantillas de los laboratorios, pero el liderazgo sigue siendo cosa de hombres en la Universidad de Vigo. Solo un tercio de los líderes y coordinadores de los grupos de investigación –pueden tener más de uno– son mujeres. Y en ámbitos como las ingenierías y las ciencias, que suman el 51% de todos los equipos de la institución, las jefas solo suponen un 17,5% y un 34%, respectivamente.
El último informe sobre I+D de la institución, correspondiente al año 2021, deja patente que la brecha de género persiste y se agrava a medida que se asciende en los puestos de responsabilidad. Los 172 grupos contabilizados sumaban 1.946 miembros, de los que el 48% –935– son mujeres. Sin embargo, solo hay un 36,3% de coordinadoras –un total de 88– entre los 242 profesores que ostentan este cargo.
Los datos son muy parecidos a los publicados respecto al año anterior, cuando se contabilizaron 94 jefas de grupo entre un total de 260. Y también se registraban menos equipos de I+D, un total de 169.
Ingenierías y ciencias, los ámbitos con menos jefas
En 2021, los grupos de la rama tecnológica contaban con 47 jefes y 10 jefas, mientras que los del ámbito científico estaban liderados por 46 hombres y 24 mujeres. Incluso en ciencias de la salud, donde la matrícula es mayoritariamente femenina, la coordinación de los equipos sigue estando en manos de hombres: 7 responsables masculinos de un total de 12.
En ciencias sociales y jurídicas, los grupos están en manos de 26 coordinadoras de un total de 60. Y la situación de mayor paridad se da en arte y humanidades, donde incluso hay más jefas que jefes –23 frente a 20–.
El actual equipo de gobierno ha puesto en marcha diferentes medidas desde 2018 para que las carreras de las investigadoras no se vean afectadas por las dificultades que supone conciliar un trabajo tan competitivo con la familia y los cuidados –compensaciones en la evaluación de la producción científica o docente y reducción de horas de clase tras la maternidad–. Pero el techo de cristal se resiste a quebrar.
Brecha salarial
Y también la brecha salarial, porque, a pesar de que la diferencia en el salario mínimo en las universidades españolas es casi inexistente, aumenta hasta el 10,9% debido a los complementos que retribuyen los méritos en investigación y otras actividades. Según el primer informe publicado sobre este tema por el Gobierno central en 2021, estas remuneraciones son “el mecanismo a través del que se configura la discriminación salarial indirecta entre hombres y mujeres”.
Al hacerse menos responsables del trabajo reproductivo y de los cuidados, ellos tienen más tiempo para involucrarse en los grupos de investigación y en otras actividades. Además, estos complementos están asociados a las categorías laborales más altas y es un hecho que la presencia de la mujer se reduce a medida que se asciende en el escalafón. En la UVigo, por ejemplo, la situación es casi paritaria desde la figura de ayudante doctor hasta la de profesor titular, pero solo hay un 26,4% de catedráticas.
Además, la brecha salarial está ligeramente por encima de la media española –13,73%– y, a igual que en el resto de universidades, alcanza su máximo entre los 30 y los 39 años, coincidiendo con la edad de mayor acceso a la carrera docente. La diferencia en el salario base es del 16,6% y aumenta hasta el 20,1% en el caso de los complementos.
“Nosotras tenemos que esforzarnos en visibilizar nuestro trabajo, ellos ya lo tienen hecho”
La UVigo celebra el Día de la Mujer y la Niña en Ciencia (11 de febrero) con un intenso programa que incluye talleres, ferias divulgativas, charlas y premios como los GirlGeekCovid de la Cátedra Feminismos 4.0 de la Universidad y la Diputación. La Comisión de Igualdad del Centro de Investigación Mariña (CIM) también ha convocado este año la primera edición del concurso Marie Tharp, en homenaje a la coautora del primer mapamundi de los fondos submarinos.
Las aspirantes debían grabar un vídeo con una duración máxima de un minuto contando su trabajo y las ganadoras son Sara Gamboa, en la categoría postdoctoral, y María Alborja, que realiza su tesis en el grupo de Fisiología de Peces, en la predoctoral. Además, Iria García Moreiras recibirá una mención especial. “Estoy supercontenta. Estas actividades están muy bien porque visibilizan lo que hacemos y dinamizan el ambiente. Pero también le veo la otra cara. Nosotras tenemos que sacar tiempo y esforzarnos en visibilizar nuestro trabajo, mientras que nuestros compañeros ya lo tienen todo hecho. Parece que no tienen que demostrar nada y pueden dedicar todo su tiempo a la investigación. Al final, las mujeres siempre trabajamos más”, reflexiona Sara Gamboa.
Bióloga por la Universidad de Alcalá y con un máster en Paleontología Avanzada de la Complutense, forma parte del Mapas Lab, uno de los pocos grupos de la UVigo dirigidos por una mujer y que además tiene mayoría femenina. Conoció a su actual jefa, Sara Varela, cuando ésta trabajaba en el Museo de Historia Natural de Berlín y acabó por trasladarse desde Madrid a Galicia. “Somos más mujeres en la carrera y también en el doctorado, aunque ahora parece que se está igualando, pero desde la etapa postdoctoral hacia arriba desaparecemos. Sara es una crack como científica y además se preocupa por su gente. Espero quedarme aquí por mucho tiempo”, confía Gamboa, que cuenta con una ayuda Margarita Salas del ministerio.
Su vídeo para el concurso utiliza la técnica stop motion con papel para contar sus investigaciones sobre cómo los cambios climáticos afectan a la fauna, sobre todo, a los insectos pero también a otros grupos como los mamíferos. Y además de la dificultad de condensar su trabajo en 60 segundos y con un tono divulgativo, se estrenaba en este ámbito. “Nunca había hecho nada antes. Tardé varios días en recortar el papel y prepararlo todo. Incluso involucré a mi padre en una de las escenas y, tras saber que había ganado, me preguntó si hay comisión para el ayudante de cámara”, bromea.
Sara y sus compañeras recibirán este viernes el premio, que incluye una dotación en metálico de 1.000 euros. Ella lo ha destinado todo a material informático para poder seguir investigando: “Voy a necesitar un paje para llevármelo”.