ANIVERSARIO

Misterio, tragedia y literatura: el vuelo de Vigo que nunca llegó

Un 4 de diciembre de hace 64 años 'despegó' de Peinador la historia aérea más dramática de la ciudad | Tuvo en vilo a España durante varios días e incluso se convirtió en una novela

Un Languedoc de Aviaco como el que se perdió en 1958 en un vuelo Vigo-Madrid.

Un Languedoc de Aviaco como el que se perdió en 1958 en un vuelo Vigo-Madrid.

Alberto Blanco

Alberto Blanco

4 de diciembre de 1958. Santa Bárbara. Diluvia y arrecia el viento en Peinador. Hace solo cuatro años que se inauguró el aeropuerto de Vigo. Volar es todavía una aventura. Para muchos, un milagro. Dos aviones esperan en la pista para despegar hacia Madrid. Un Iberia y un Aviaco. Uno de ellos llegará a su destino. El otro se perderá. España quedará en vilo durante los próximos días.

¿Dónde está el avión con 16 pasajeros y 5 tripulantes que salió de Vigo? Los periódicos españoles llevarán este interrogante a sus portadas al día siguiente. También los sucesivos. La peor tragedia aérea de un vuelo de Peinador estaba escribiendo sus primeras líneas. Fue una historia que conmocionó a España. Décadas más tarde acabaría incluso convirtiéndose en una novela.

Primera noticia publicada en FARO DE VIGO el 4 de diciembre de 1958 sobre la desaparición del vuelo entre Vigo y Madrid.

Primera noticia publicada en FARO DE VIGO el 5 de diciembre de 1958 sobre la desaparición del vuelo entre Vigo y Madrid. / FDV

El avión, un tetramotor Bloch MB. 161 Languedoc con matrícula EC-ANR, había dejado de servirle a Air France a principios de los años 50. Aviación y Comercio (Aviaco) le había adquirido varias unidades. Una de esas naves acababa de aterrizar ese día en Vigo. Pero la jornada no había arrancado bien. Horas antes la tripulación tuvo que cambiar el rumbo hacia Santiago. Peinador estaba cegado por la niebla. Las ayudas al aterrizaje que hay hoy en día ni se intuían en los años 50. Cuando el tiempo mejoró, levantó de nuevo el vuelo hacia el aeropuerto olívico. Allí esperaban 16 pasajeros y también un importante cargamento de marisco para las fiestas navideñas que había que meter en su bodega rumbo a Madrid.

A los mandos del avión iba el teniente coronel José Calvo Nogales -el piloto más antiguo y experimentado de Aviaco por aquel entonces-. Las condiciones climatológicas aventuraban que sería un viaje movido. Pero no tanto por el temporal en Vigo, sino por el frío helado que se anunciaba en Madrid. Aquellos aparatos desechados por Air France no se llevaban muy bien con las bajas temperaturas.

Su señal se perdió al sobrepasar Salamanca; estaba a escasos 30 minutos de su destino final: Barajas

La nave despegó finalmente de Vigo al filo de las cinco de la tarde. Tras más de una hora de vuelo, su señal se perdió al sobrepasar Salamanca. La última comunicación de la tripulación con Barajas lo situaba a unos 30 minutos de su destino final. Pero nunca llegó. Su desaparición angustió a España. Durante más de dos días el Ejército, las autoridades, vecinos y hasta familiares de los pasajeros participaron en una búsqueda desesperada que tuvo en vilo al país.

Recorte de FARO DE VIGO del 6 de diciembre de 1958, dos días después de la desaparición del vuelo Vigo-Madrid de Aviaco. / FDV

Recorte de FARO DE VIGO del 6 de diciembre de 1958, dos días después de la desaparición del vuelo Vigo-Madrid de Aviaco. / FDV

Más de 20 historias

A bordo de aquel avión iban 21 personas. Muchas de ellas gallegas. Era el caso de las pequeñas hermanas María Josefa y María Esther Castillo, de solo 10 y 9 años de edad (Pontevedra). Viajaban solas para reencontrarse con sus padres en Madrid, a donde habían tenido que emigrar cinco años antes. Desde entonces, no habían podido ver a sus hijas. Su abuelo las había acompañado ese día a Peinador.

"Voy a dar a luz ya... no vengas en avión", le pidió su esposa a uno de los pasajeros

Iba también el matrimonio formado por José Ramón Pardo de Castro y María Isabel Cerqueira Urizar, marqueses de Leis (Vigo); el exfutbolista del Celta Ramiro Paredes Ramos "Pareditas" (Vigo); el mecánico Leonardo Priego Cordero (Vigo); el exalcalde de Sanxenxo, José Pita Durán; el pontevedrés Honorio Cerro Doral y el coruñés Ángel Antonio Martínez Seijas. Este último había tomado el vuelo en Peinador para poder llegar al nacimiento de su primer hijo en Madrid. "Voy a dar a luz ya... No vengas en avión", le había pedido su esposa a este último según las crónicas publicadas en aquellos días.

Arriba, las hermanas María Josefa y María Esther Castillo; y el exjugador del Celta, Ramiro Paredes "Pareditas. Abajo, José Ramón Pardo de Castro y María Isabel Cerqueira, marqueses de Leis; y Ángel Antonio Martínez Seijas. / FDV

De arriba abajo y de izquierda a derecha: las hermanas María Josefa y María Esther Castillo; el exjugador del Celta, Ramiro Paredes "Pareditas"; José Ramón Pardo de Castro y María Isabel Cerqueira, marqueses de Leis; y Ángel Antonio Martínez Seijas. / FDV

El resto del pasaje, por cuyas vidas rezaba buena parte del país, estaba formado por el estudiante Manuel Ignacio Jorge Tagle Arcaya (Chile); el viajante de comercio Ángel Murcia Valcárcel (Barcelona); el piloto de la marina mercante Javier Caparrini Arosa (Madrid); el industrial Jesús Quesada Barrio (Bilbao); la valenciana Rosa Martínez María Sabino; el murciano Arturo Carbonell Riquelme y el madrileño Emilio Cerezo Piñeles.

El misterio de la azafata

La azafata María Isabel Sastre, que iba en ese vuelo, junto a una de sus tripulaciones. / Cedida

La azafata María Isabel Sastre, que iba en ese vuelo, junto a otros compañeros de tripulación. / Cedida

La tripulación de aquel vuelo estaba formada por cinco personas. Entre ellas, María Isabel Sastre Bernal, natural de Barcelona y de solo 18 años de edad. Era una de las pocas (y primeras) azafatas que había en España y cuya misteriosa historia en este trágico vuelo Vigo-Madrid acabaría inspirando al periodista y escritor holandés Edwin Winkels para convertir en una novela todo lo ocurrido alrededor de este avión que partió de Peinador: El último vuelo (Ediciones B. 2016). Fue tras descubrir su llamativa tumba en el barcelonés cementerio de Montjuic.

Pilotaba el avión José Calvo Nogales (Madrid) acompañado también por el copiloto José González Nicolás (Madrid); el radiotelegrafista Pedro Sacristán Vaqueriza (Segovia); y el mecánico Enrique Anuncibay Mesanza (Vitoria).

La trágica historia que acabó en "La Mujer Muerta"

Vista de la sierra de "La Mujer Muerta. En el recuadro, monolito improvisado en la cima en memoria de la catástrofe aérea. / Cedida

Vista de la sierra de "La Mujer Muerta" (Segovia). En el recuadro, monolito improvisado en la cima en memoria de la catástrofe aérea. / Cedida

La búsqueda del avión se convirtió en una lucha desesperada contra el mal tiempo. Frío, nieve y niebla complicaban las labores. No se escatimaron medios y esfuerzos. Al Ejército se sumaron también los vecinos de varias poblaciones de la sierra del Guadarrama. Los más optimistas confiaban en que el avión hubiera aterrizado en alguna planicie de Castilla. Pero el paso de las horas sin ninguna noticia hacía temer lo peor. Los trabajos se centraron entonces en la última cordillera que se levanta antes de Madrid. Concretamente en una alineación montañosa cuyo nombre, por la silueta que dibujan sus picos y que dan forma a una mujer tumbada, no presagiaba nada bueno: "La Mujer Muerta" (en la imagen sobre estas líneas).

Las primeras labores de búsqueda, el día 5, fueron en las inmediaciones del recién levantado Valle de los Caídos. Pero el avión estaba más lejos de allí. Fue Luciano Otero, un pastor de Ortigosa del Monte (Segovia) y gran conocedor de aquellas cordilleras, el que dos días después de la desaparición del avión encontró los restos del aparato en medio de la nieve. Estaban en el pico Pasapán, a 2.000 metros de altura. Era la rodilla de "La Mujer Muerta".

Portada de FARO DE VIGO DEL 7 de diciembre de 1958 en la que se recoge la noticia del hallazgo del avión Vigo-Madrid. / FDV

Portada de FARO DE VIGO DEL 7 de diciembre de 1958 en la que se recoge la noticia del hallazgo del avión Vigo-Madrid. / FDV

El avión estaba destrozado. El reloj de uno de los viajeros fallecidos se había parado en las 19 horas 41 minutos. No hubo ningún superviviente, aunque el estado en el que fue hallado el cuerpo de la azafata, María Isabel Sastre, hizo pensar que podría haber sobrevivido al impacto. De haber sido así, lo que no pudo fue vencer al frío extremo de aquellos días. Estaba, según las crónicas de la época, sentada en una roca en una postura "totalmente normal". El resto de víctimas aparecieron carbonizadas. Ella presentaba solo ligeras quemaduras en el rostro, en la cabeza y en una mano, además de un corte en una pierna.

Recorte de una de las noticias publicadas en FARO DE VIGO y una foto de la azafata María Isabel Sastre. / FDV / CEDIDA

Recorte de una de las noticias publicadas en FARO DE VIGO y una foto de la azafata María Isabel Sastre. / FDV / CEDIDA

Vidas salvadas en el último minuto

En aquel fatídico vuelo Vigo-Madrid del 4 de diciembre de 1958 se subieron 16 pasajeros. Pero inicialmente iban a ser más. Decisiones tomadas en el último minuto permitieron que aquel accidente aéreo no se cobrara más vidas. Fue el caso, por ejemplo, del atleta olímpico y campeón de España en varias ocasiones, el vigués Carlos Pérez.

  • Carlos Pérez: "El retraso del avión me salvó la vida; al día siguiente me quedé frío"

    El atleta olímpico vigués Carlos Pérez tenía solo 23 años. Aquel trágico día tenía que haberse subido al Languedoc Vigo-Madrid. "Debía coger ese avión para participar en Barcelona en la carrera Jean Bouin", recordaba en declaraciones a FARO en 2021. Por la mañana, a primera hora, fue a las oficinas de Aviaco, situadas en Marqués de Valladares, para que lo trasladaran al aeropuerto. "Me dijeron que el avión aún no había salido de Barajas. Que me avisarían. Pero pasaron las horas, y nada", recuerda.

    Ese retraso le obligaba a salir demasiado tarde de Vigo. "Mi única opción para poder coger luego un avión en Madrid hacia Barcelona era tomar un vuelo que no llegaba hasta las doce de la madrugada. La carrera era a las 9 de la mañana del día siguiente. Apenas iba a tener tiempo para descansar. Llamé a la organización para cancelar mi asistencia. Me salvó la vida. Al día siguiente, cuando vi la noticia de la desaparición del avión en el FARO DE VIGO, me quedé frío", asegura.

En las crónicas publicadas en FARO DE VIGO tras la desaparición del avión se informaba también que al menos otras dos personas que iban a realizar ese vuelo, al igual que el atleta Carlos Pérez, cancelaron su viaje en el último momento. "El Padre Poggio, jesuita, por no perder una hora de clase por la mañana, rescindió su viaje en avión y obtuvo billete en el expreso de la tarde [...] También tenía proyectado realizar este vuelo el cónsul de Cuba en Vigo, Aníbal Santana", se recogía en las páginas del decano el 6 de diciembre de 1958.

¿Qué ocurrió?

Según el informe oficial, todo apunta a que el avión se estrelló probablemente por factores meteorológicos, concretamente por un problema severo de congelación repentino. Sobre ello, se citaron varios supuestos sobre lo que pudo haber sucedido luego:

  1. Por un lado, se cree que la congelación podría haber provocado un cambio repentino en las características aerodinámicas del avión, lo que le habría llevado a entrar en pérdida sin que la tripulación tuviera tiempo a recuperarlo.
  2. Que la nave perdiera rápidamente altura hasta un nivel donde las corrientes descendentes sobre la ladera de sotavento lo hubieran arrastrado a una zona más baja de turbulencias que provocaran que quedara fuera de control.
  3. La tercera hipótesis apunta a una posible decisión del piloto tras haberse formado hielo en la nave. Creyendo que había pasado ya la división de la montaña, podría haber optado por volar por debajo del nivel de congelación (fijado en unos 2.200 metros). El pico Pasapán contra el que se estrellaron está a 2.005 metros de altitud.

Así lo contó FARO DE VIGO

La llamativa tumba de la azafata que inspiró la novela "El último vuelo"

La "llamativa" escultura de una chica ataviada con su "gorrito" de azafata en una tumba en el barcelonés cementerio de Montjuic fue la "inspiración" de Edwin Winkels (1962) para escribir, en 2006, un reportaje sobre el accidente del cuatrimotor que cubría el trayecto Vigo-Madrid. El autor la definió como una "rompedora" que deseaba "escapar volando" de esa España donde las mujeres tenían "pocas oportunidades"; tanto, que solo había 40 en todo el país que se dedicaran a esa profesión.

Portada holandesa y española del libro "El último vuelo" (Editorial B).

Portada holandesa y española del libro "El último vuelo" (Editorial B).

Años más tarde se le ocurrió volver a trabajar sobre aquel trágico suceso. La novela "El último vuelo" se publicó en 2016 y relata la historia de la azafata, el resto de la tripulación y los 16 pasajeros ese fatídico día. Pero también cuenta la de la señora Ana, la madre de Maribel, que años después reflexiona sobre la vida y la muerte y recuerda los deseos de su única hija de volar y escapar así de una España gris y triste donde las mujeres tenían pocas oportunidades.

Y, por último, también es el relato de las niñas Josefa y Esther, cuyos padres emigraron de Galicia a Madrid para encontrar trabajo y un futuro mejor, dejando a las pequeñas con los abuelos. Tras cinco años, las niñas emprenden el viaje en avión, donde están al cuidado de Maribel, para por fin reunirse con sus padres.

Según manifestó Winkels hace varios años, pese a tratarse de una historia real, decidió plantear el texto como una novela porque, aunque "prácticamente todos los personajes son reales", la "ficción" es, a su juicio, la "única" forma de acercarse a las "historias de las familias y el sueño de la azafata".

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