Es uno de los bigotes más conocidos de la televisión nacional y sin duda, el más querido. Santi Rodríguez (Málaga, 1965) regresa al Teatro Afundación para presentar este sábado a las 20 horas su espectáculo “Espíritu”, en el que mezcla comedia, improvisación, reflexiones sobre la muerte y teatro.

—Este espectáculo llega después de su infarto en medio de una gira y la pandemia con todo lo que supuso. ¿Lo siente como el más íntimo o personal?

Totalmente, totalmente. Hasta ahora son espectáculos de risa continua, sin embargo en esta ocasión me pedía el cuerpo hacer algo un pequeño paroncito dentro de la obra, reflexionar sobre todo lo que nos ha pasado, la gente que nos ha ido. Es una de las partes que más impacta.

—El público está más acostumbrado a verlo en ese tono de stand up comedy. ¿Cómo reaccionan?

Está feo que lo diga yo pero hay gente que cuando salgo del teatro todavía tiene lagrimitas en los ojos. Mucha gente me da un abrazo y me da las gracias por el rato que han pasado porque no deja de haber muchísima risa pero son conscientes de la preocupación que tengo, del respeto de darles lo mejor que tenía ahora. Van a ver una obra con interacción con el público, improvisación, personajes cuando antes estaba yo solo. La reflexión final muy poética, un señor me dijo que fue como una ducha de agua fría y caliente.

—¿Y a nivel personal no le afecta a usted también?

Sí. En otras obras el ritmo es mucho más acelerado pero en esta acabo más cansado que en ninguna. Después de año, dices que el momento emotivo ya pasó, pues no. La mayoría de las veces, la última frase que digo "os quiero mucho", hay muchas funciones que no me sale la voz. Esa parte está escrita desde el corazón y ahí no hay interpretación, estoy compartiendo emociones fuertes y dolorosas con gente que también las ha tenido. Hay cercanía y ahí yo soy persona y me acuerdo de mi padre que se ha ido por el COVID, de los amigos, de cómo hemos sufrido... y se me encoge el corazón. No es algo que yo buscara pero ha ocurrido.

—Se queja de que existe cierto tabú con la muerte y se propone romperlo. ¿Cómo cree que lo acogerán en Galicia, donde esta relación es más especial?

Lo enfoco como el tránsito, como una mudanza. Es una persona que no sabe que se ha muerto y que tiene que prepararse porque le toca ya. No hablo del último suspiro, desde el último paso después de haber vivido. Fundamentalmente lo que hago es hablar de cómo desperdiciamos la vida.

—Lleva casi 40 años haciendo comedia a todos los niveles. ¿Hay algún tema que haya querido tratar o lo haya evitado?

Tampoco me planteo, trabajo a impulsos. Cuando estoy viendo que algo ha cumplido el ciclo, no lo abandono porque lo sigo haciendo en distintos sitios, pero no me planteo temas. Ni me he planteado hacer algo y decir "de esto no me atrevo". Suena fuerte decir que toco temas normales porque he hecho una obra de teatro de un infarto que me ha dado antes de actuar. Pero nada más lejos de la realidad, lo toco todo sobre lo que soy, que soy una persona muy normal.

—¿No le da vértigo el cariño que reciben del público?

No, en mi caso es reafirmar que es algo por lo que estoy convencido y peleo: hay que intentar ser normal y buena persona en el amplio sentido de la palabra, sea con quien sea. Intentar generar una corriente contraria a la polaridad y el enfrentamiento, que me da mucho miedo. Nos estamos obsesionando con el mensaje que hemos comprado de vernos las diferencias.

—¿Echa de menos la televisión o hacer series?

Yo echo de menos muchas cosas en la televisión que ya hasta ni la veo. Ahora estoy en plataformas con series de pocos capítulos para zampármela en un fin de semana. Oigo pocos informativos porque me gusta disfrutar de la comida y lo hablo con los compañeros: hacen falta muchos más programas de entretenimiento, ficción, de humor. Antes había programas de chistes, no sé si me estoy haciendo mayor y ya no tienen cabida. Mira programas como Land Rober que siguen funcionando. La gente viene al teatro con más ganas que nunca, necesita desconectar un rato, ya sabemos lo mal que está todo. Si no cargas las pilas es como si no comes.

—¿Y ha pensado en probar esos nuevos formatos como Netflix o TikTok?

Yo me estoy convirtiendo en tiktoker, lo que pasa esque no tengo mucha cultura y voy al ritmo que voy. Pero cuelgo algún vídeo con casi un millón de reproducciones. Cuando han visto la obra me han dicho que hay más de un personaje que podría aprovechar para TikTok y quizás lo estoy desperdiciando.

—Al final, es un medio más.

Ahora es el canal más importante, Instagram y TikTok. Y hay la prueba de gente que pasa de ahí al teatro, quizás demasiado brusco y tienes que tener un proceso de transición. No es lo mismo un vídeo de un minuto que espectáculo de hora y media y se te puede caer la pelota; pero hay gente que está triunfando y me alegro. Hay que reciclarse, no te puedes quedar anclado.