Este martes, día de Todos los Santos y jornada tradicional de concurrencia en los cementerios, ha aparecido una lápida fuera de campo santo en Vigo. Alguien ha colocado esta placa mortuoria en el muro de acceso a una playa de la urbe olívica. Se trata de A Calzoa, uno de los dos arenales elegidos junto a Foz por la corporación viguesa como lugares de esparcimiento para perros hace cuatro años.
En la lápida figura el nombre de esa playa, con la inscripción del año 2018, dando a entender que ésa fue la fecha de su muerte. Las siglas D.E.P. (Descanse en paz) completan el recién instalado rótulo. Lo más curioso es que al pie de la "tumba", alguien está dejando flores y velas, como es menester, por otro lado, en este 1 de noviembre. Las preguntas son obvias: ¿Quién ha colocado esta lápida y cuál es el motivo de esta acción simbólica?

Que el año de la elección municipal como playa canina coincida con el de la supuesta defunción de este arenal, podría ser la clave para resolver estas dudas. Y es que, si nos remontamos a ese momento, la decisión del Gobierno olívico provocó una reacción de malestar entre los vecinos de Coruxo que incluso salieron a la calle para pedir al Concello que "reconsiderase" la elección de A Calzoa y Foz como playas parra perros.
Los promotores de la movilización denunciaban la suciedad que generaba la presencia de perros, por las imprudencias de sus dueños al no recoger sus excrementos, y la afectación de la zona al estar muy próxima a la Xunqueira do Lagares, lugar con una fauna que conforma "un hábitat de alto valor ecológico". En sus pancartas, los manifestantes no se oponían a las playas caninas "pero aquí, no", y reclamaban que "las aves de A Calzoa también tienen derechos".
El asunto desembocaría en los juzgados con una sentencia favorable al Concello de Vigo en 2019, que sería ratificada dos años después por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG), al ser desestimado el recurso de los apelantes por el alto tribunal gallego.