Dicen que los cementerios son el reflejo de las ciudades en las que están, una macabra idea que en el de Pereiró alcanza una simbiosis también temporal. Un paseo por él permite conocer el Vigo de finales del siglo XIX y buena parte del XX que representó a la urbe europea con un mayor crecimiento demográfico de su época: su arquitectura y tragedias, sus trabajos y nombres propios que permanecen en las lápidas y callejero. Sin embargo, en estas fechas tan señaladas es posible reencontrarse con algunos de sus protagonistas “en carne y hueso” en él.
Las visitas organizadas al camposanto incorporaron hace siete años la caracterización de los guías, interpretando a nombres tan ilustres como Concepción Arenal, Cachamuiña, la Marquesa de Valladares e Irene Ceballos. Cada uno de ellos muestra una pequeña parte de los 38.000 metros cuadrados del recinto diseñado por Jenaro de la Fuente –cuyo panteón familiar está lleno de simbología– y detalla la vida de los que allí descansan eternamente junto a ellos.
Especialmente ilustrativo es el paseo por lo que en su día fue el cementerio civil “extramuros”, reconvertido ahora en el Xardín da Memoria Histórica. Los católicos que se quitaron la vida y no podían estar dentro del camposanto y los alemanes e ingleses que trabajaron en las telecomunicaciones oceánicas decimonónicas sorprenden en el inicio de este espacio. Pero a pesar de figurar también poetas recientes como Carlos Oroza, es la política la gran protagonista del mismo.
Las tumbas de Emilio Martínez Garrido y José Antela, alcaldes de Vigo y Lavadores fusilados en agosto de 1936 por el bando sublevado comparten espacio con la del líder sindical Heraclio Botana –con una bellísima escultura– o la del anarquista Ricardo Mella.
En la avenida principal del recinto figuran los panteones de la burguesía que hizo fortuna y situó a Vigo en el mapa hace más de cien años. Conserveros como Curbera o Alfageme, astilleros como los de Barreras o el acristalado mausoleo de Cesáreo González, el gran productor de cine que comenzaba todos sus filmes con la ciudad de fondo.
Tanto Concepción Arenal como Cachamuiña cuentan con su propio monumento en la entrada de Pereiró, utilizando su propia biografía como eje conductor de su recorrido. Sin embargo, las otras dos protagonistas narran la historia de la ciudad como observadoras privilegiadas.
Irene Ceballos, viuda de José Policarpo Sanz, narra ante su mausoleo las obras de beneficiencia entre las que se incluye el dar su nombre al IES Santa Irene. Por su parte, la Marquesa de Valladares aguarda desde la capilla neogótica en la que está enterrado también su padre, el ingeniero y diputado José Elduayen, clave para las infraestructuras en varias legislaturas.
Este diálogo entre muertos y vivos es bidireccional y, a medida que pasan las semanas, se va enriqueciendo. Los visitantes les indican cómo se encuentran sus antiguas viviendas y barrios e incluso algunos recuerdan haber trabajado para algunos de los allí enterrados y cuentan anécdotas sobre su personalidad.
Completan las paradas obligatorias el elegante Dodge de 1937 con matrícula PO-0002 que mandó comprar el Concello como coche fúnebre por 20.000 pesetas, el templete construido por Pacewicz, el monumento donde descansan los soldados de la Guerra de Cuba o el monumento de la familia Gil y Sarabia.
Esta escultura de un ángel obra de Francisco Asorey honra la memoria de las tres hijas de este matrimonia fallecidas por tuberculosis hace ahora cien años a temprana edad, siendo una de las historias más sobrecogedoras del recorrido.
Últimas oportunidades para visitarlo
A la salida de las visitas, que tienen una duración aproximada de noventa minutos, todos coinciden en que es “muy didáctica”. El público, mayoritariamente vigués, conoce buena parte de las historias narradas aunque siempre hay lugar para el asombro.
Y a pesar de que en ciudades europeas como Edimburgo, Londres o París son un atractivo turístico más, los vecinos ignoran lo que pueden aprender a través de sus propios cementerios.
Los guías turísticos señalan que es un recorrido planteado desde el máximo respeto y por ello algunos visitantes se muestran contrariados al no haber “sustos” ni otras escenas propias de Halloween.
Además, apuntan a que solamente se está mostrando una parte del potencial de Pereiró y que podrían elaborarse varios recorridos temáticos dentro y fuera del mismo que narraran distintas épocas como el auge de la industria conservera o la Guerra Civil.
Este lunes 31 se abrirá un nuevo plazo para solicitar plazas en la última tanda de visitas, programadas para después de la festividad de Difuntos para respetar las visitas de familiares. Será entre los días 3 y 9 de noviembre, pudiendo solicitarse a través de la web del Concello de forma gratuita. Los grupos son de 25 personas y pueden comenzarse a las 18:30 horas, 19 y 19:30 horas.
Ampliación de horarios, autobuses y el don de la Indulgencia por la celebración de Difuntos
La primera celebración del Día de Todos los Santos sin mascarillas ni restricciones en tres años conllevará una ampliación de los horarios en los camposantos municipales. Ante la previsión de una afluencia masiva, el Concello detalló que desde este domingo hasta el miércoles 2, ambos incluidos, los cementerios abrirán de forma ininterrumpida de nueve de la mañana a seis y media de la tarde.
El transporte público también se reforzará “según la demanda de viajeros” el día 1 en todas las líneas que prestan servicios a los cementerios: Teis (C3), Bouzas (C3, L4A, L4C, L15A, L15C y L16), Pereiró (A, H2, L7, L12B y L17), Zamáns (L7), Puxeiros (L15C y L15A en viajes concretos),Beade (L6 y L27), Candeán(L9B), Cabral (L11), Matamá (L17), Alcabre (L10, L15A y L15C), San Andrés: L11 y L29).
Además, Vitrasa señala en su página web que se ampliarán 8 viajes de la L15A desde la Avenida da Ponte hasta el Cementerio de Puxeiros y el entorno del tanatorio Vigo Memorial.
Desde la Diócesis de Tui-Vigo animan a “vivir con esperanza la solemnidad de Todos los Santos”, recordando que la visita al cementerio entre el día 1 y 8 de noviembre lleva consigo la Indulgencia Plenaria, que significa que la pena temporal merecida por las consecuencias del pecado se perdona completamente.
