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En busca de la sombra de Augusto Curty

De Vigo a Cádiz para dar con los restos de su abuelo, asesinado por el régimen fascista de Franco en 1936

El arquitecto e historiador José Antonio Martín Curty, con un retrato de su abuelo, Augusto Curty, en el mirador de O Castro. / MARTA G. BREA

Lo asesinaron a los pocos días de habérselo llevado de casa sin que su mujer ni su hija pudieran hacer nada para impedirlo. Durante 86 años, un halo de silencio rodeó su nombre, ya que el terror selló los labios de Amalia González Álvarez y de su hija, Amalia Teresa Curty, que huyeron de Cádiz para refugiarse en Vigo. Sin embargo, gracias al trabajo del Ayuntamiento gaditano por la recuperación de la memoria histórica, el vigués José Antonio Martín Curty podría estar muy cerca de rescatar el cadáver de su abuelo, al que los fascistas dispararon en una pierna para retenerlo y sentenciaron posteriormente con un tiro en la parte frontal del cráneo. Los restos fueron hallados en una fosa común junto a otros 19 cadáveres.

Llamaron a la puerta en plena noche. Entraron sin más, no dejaron ni un mísero rincón sin registrar y a él se lo llevaron aprovechando la oscuridad del 30 de agosto de 1936, sin que su mujer ni su hija pequeña pudieran hacer nada para impedirlo. Se dieron prisa en hacerlo desaparecer, “seguramente lo tenían en lista”, y lo asesinaron a sangre fría en poco más de un día. Unas horas antes de que algún cobarde fascista le diera “el tiro de gracia”, Amalia Teresa Curty pudo ver a su padre en prisión, incluso llegó a hablar con él, sin embargo, a los pocos días la policía les comunicó a ella y a su madre “que estaba muerto y que no había cadáver”. A primeros de septiembre ya figura el nombre de Augusto Curty Martínez en la entrada del cementerio de San José, en Cádiz, siendo este vigués el primer inscrito en aquel listado teñido de sangre en el que figuraban más apellidos gallegos.

Amalia T. Curty, en una foto de estudio en Cádiz. / ARCHIVO M. CURTY

Con la vida destrozada por la sublevación militar encabezada por Franco, Amalia González Álvarez no lo dudó un instante, malvendió todo lo que tenía, hizo las maletas con el terror en el cuerpo y huyó de Cádiz llevándose con ella a su hija para afincarse en la ciudad natal de su marido. En Vigo se cobijó en casa de un familiar y rehízo su vida trabajando en el Hospital Militar, aunque la sombra de Augusto nunca la abandonó. Paseando por Príncipe con la pequeña Amalia topó con una sotana tan negra como las intenciones que guardaban: “¿Tú eres Amalia, verdad? La viuda de Augusto”. “Sí”, respondió. “Pues dile a su hermano, que si no se llega a ir a Buenos Aires...” y con un dedo cortando el aire a la altura del cuello sentenció aquella frase. Se trataba de Emilio Álvarez Martínez, conocido por todos en la ciudad olívica como “o Reisiño” y por su implicación en las matanzas de la Guerra Civil, puesto que tras el Golpe de Estado se convirtió en un cura delator y dirigió una escuadra de fascistas que se ocupó de ejecutar la represión franquista en toda la comarca.

“Tras 80 años de silencio, que hallaran sus restos me sorprendió”

José A. Martín Curty - Nieto de Augusto Curty

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Han pasado 86 años desde que se produjo el asesinato del vigués Augusto Curty Martínez en Cádiz, 86 años de silencio, porque con miedo lograron sellar los labios de su mujer y de su hija, y para su nieto, José Antonio Martín Curty, décadas de la búsqueda de una sombra que nunca se había revelado, al menos hasta ahora. Buceando por internet, el arquitecto e historiador local se encontró un día con que los arqueólogos del Ayuntamiento de Cádiz habían localizado varias fosas comunes en el cementerio de San José con una veintena de restos humanos sin identificar, con archivos y libros de registro que nunca habían sido revisados y, en ellos, por primera vez se descubría el nombre de Augusto Curty Martínez.

Martín Curty acudió hace una semana a Cádiz para dejar una muestra de ADN

José Antonio no perdió un minuto más, ya había esperado bastante, y se puso en contacto con el equipo de arqueólogos e historiadores que estaban coordinando la recuperación de aquellos restos. Fue el arqueólogo municipal José María Gener el que le comunicó que “sí”, que aquellos cadáveres se correspondían a los asesinatos cometidos en las mismas fechas en las que su abuelo había sido capturado. “Me quedé muy sorprendido, claro, porque tras 80 años de silencio, de no tener constancia de su paradero, de casi no conocer nada de su historia, de repente, me dicen que creen que tienen sus restos... me impactó mucho”, dice Martín Curty mientras deposita sobre la mesa el único retrato que conserva de su abuelo.

Único retrato que conserva Martín Curty de su abuelo. / ARCHIVO M. CURTY

“Me emocioné; también quedaban las suelas de los zapatos y unos cuantos botones”

José A. Martín Curty - Nieto de Augusto Curty

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Hace una semana, José Antonio Martín Curty se desplazó hasta Cádiz para dejar una muestra de ADN y ver en primera persona los restos del que podría ser su abuelo: “Me emocioné, porque además de los huesos, también quedaban las suelas de los zapatos y unos cuantos botones. El equipo cree que hay un 95% de posibilidades de que sea él, porque coincide la altura, coincide la edad, ya que a mi abuelo lo asesinaron cuando tenía 42 años y era la edad que le calculaban a los restos, y aunque la identificación todavía no es 100% segura, el antropólogo incluso comparó la forma del cráneo con el retrato que yo llevé y encuentra muchas similitudes. En Cádiz hay muy pocos restos identificados y el de mi abuelo podría ser uno de los primeros, ellos están muy sorprendidos que desde Vigo hayamos contactado, porque no se esperaban que apareciera ningún familiar”, explica Curty.

Martín Curty, con el equipo de arqueólogos de Cádiz frente a los restos del que podría ser su abuelo, Augusto Curty. AYUNTAMIENTO DE CÁDIZ

Represalias y asesinato

En la década de los años 20, debido a un cierre de la patronal en Bouzas, se produjo una emigración masiva de los vigueses de la zona que se quedaron sin empleo y muchos recalaron en Cádiz, debido a que su puerto, con sus astilleros y un sector pesquero en auge, era uno de los de mayor actividad a nivel nacional. Aquella comunidad de vigueses y de otros gallegos emigrantes se instaló en el barrio de Santa María, en donde a día de hoy todavía se pueden encontrar calles y bares con nombres de localizaciones gallegas como A Coruña, Redondela o Bouzas, y fue precisamente allí en donde Augusto Curty, que hasta la década de los 20 había trabajado de administrativo en una empresa radicada en O Berbés, se especializó como técnico en motores eléctricos y diésel y levantó su propio taller.

“Estaba claro que lo tenían en lista porque, poco después del alzamiento, es detenido y lo matan en pocos días"

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“Se dedicaba a realizar instalaciones eléctricas y, tras el fallecimiento de mi abuela, cuando mi madre empezó a contarme todas estas historias, me dijo que él había tenido una fuerte discusión con dos personajes de mucho peso en Cádiz y que luego estuvieron vinculados al Golpe de Estado: uno fue el propio alcalde, Ramón de Carranza, y otro fue el militar y jefe de la Policía Municipal, Luis Machuca, la mano ejecutora del alcalde. Parece ser que fue por un contrato de instalaciones eléctricas e incluso recibió amenazas de Machuca, quien llegó a decirle que se verían las caras o las espaldas”, cuenta José Antonio Martín Curty, quien añade que “estaba claro que lo tenían en lista porque, poco después del alzamiento, es detenido y lo matan en pocos días y mi abuelo, salvo republicano, ni era militante de ningún partido ni miembro de ninguna organización sindical, por lo que su asesinato tuvo más que ver con una rencilla personal que con otras causas”.

Augusto Curty en Cádiz

Los restos que podrían corresponderse con la identidad de Augusto Curty presentan varios impactos de bala. Una de ellas le perforó la rodilla, también hay restos de munición en las costillas y, por último, la evidencia del tiro letal que acabó con su vida: un orificio en el hueso frontal del cráneo provocado, “probablemente”, con una bala de nueve milímetros. “Al grupo de hombres que asesinaron junto a mi abuelo los llevaron a la playa de La Caleta y, según me explicaron los arqueólogos, es el único que tiene un tiro en la pierna y eso es porque intentó escapar, le dispararon para retenerlo y luego lo remataron con el disparo en la cabeza. Es el único que presenta un tiro en la parte frontal, lo que puede denotar una inquina personal. Quien lo hizo quiso que le viera la cara, porque los demás restos tienen el impacto de bala por detrás”, indica el arquitecto e historiador vigués.

Posteriormente, los asesinos recogieron los cadáveres y los trasladaron al cementerio de San José, en donde fueron enterrados en una fosa común. Y es que, según afirma José Antonio Martín Curty, “en Cádiz la represión franquista no se hacía a escondidas ni en cunetas. Las matanzas eran organizadas, los asesinatos se cometían en sitios premeditados, generalmente, en barrios populares para que las ejecuciones tuvieran repercusión entre los vecinos y evitar los levantamientos de la gente de izquierdas. Según los expertos, lo hacían para aterrorizar al pueblo, fueron matanzas dirigidas por el gobernador militar de Cádiz y con el consenso de los fascistas que en aquel momento estaban en organismos de poder”.

El hallazgo de los restos

José Antonio Martín Curty todavía recuerda la llamada de la arqueóloga Fátima Barreiro: “Creo que tengo delante los restos de tu abuelo”, le dijo. El historiador y arquitecto vigués está muy agradecido al equipo de investigación del Ayuntamiento de Cádiz “porque se volcaron muchísimo en este caso y se portaron muy bien conmigo”. Es por esto que, Martín Curty dice que nunca estará lo suficientemente agradecido por todo el trabajo que están llevando a cabo en la ciudad gaditana, empezando por el historiador José Luis Gutiérrez Molina, la arqueóloga Fátima Barreiro, que fue la que encontró los restos de Augusto Curty Martínez; el arqueólogo municipal, José María Gener, y el antropólogo forense, Enrique Estévez.

Enrique Estévez, Fátima Barreiro, José Gener, Curty y José L. Gutiérrez.

El hallazgo de los cadáveres durante este proceso de exhumación, auspiciado por la Asociación SOS Bebés Robados, fue posible tras excavar hasta cuatro metros de profundidad, en donde se encontraron restos de diversas épocas y con un volumen importante de cadáveres de los que se sospechó, tal y como se corroboró posteriormente, que podrían ser del verano del 36, cuando estalló la barbarie. Hasta la fecha, casi un centenar de víctimas por arma de fuego se han encontrado en el cementerio de San José desde que dieron comienzo los trabajos de exhumación y se han realizado casi una cuarentena de muestras de ADN para intentar certificar la identidad de los cadáveres.

A la espera de conocer los resultados y cotejar el ADN de José Antonio Martín Curty, que podría dar por finalizada la búsqueda de su abuelo, desde el Ayuntamiento de Cádiz se recordó a las familias de represaliados la “importancia” de que acudan o que se pongan en contacto con la Administración local para “cotejar” los restos hallados. En este sentido, el propio José Antonio Martín Curty hace un llamamiento a los vigueses, especialmente a los residentes en el barrio de Bouzas, señalando que “si alguien conoce o tiene un familiar desaparecido en aquella época y que hubiera emigrado, quizás algunos de los restos hallados en Cádiz puedan corresponderse con los suyos”.

Recogiendo ya las escasas fotografías que conserva de la etapa de su familia en Cádiz, Martín Curty destaca que la recuperación de la memoria histórica es fundamental y apunta que “los que mejor funcionamos somos los nietos de los represaliados, porque estamos libres del miedo. Yo no lo tengo en absoluto, aunque quizás debería, porque en la guerra se cometieron tales barbaridades que a veces es mejor no pensarlo, pero yo con mi abuelo tenía una cuenta pendiente. Durante mucho tiempo fue como buscar una sombra...” Una sombra que podría estar, al fin, a punto de salir a la luz.

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