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Ceaga aviva el clamor por la “mala calidad” de la red eléctrica de Vigo: “Nos daña”

Defiende que la falta de acceso a muy alta tensión mella “la competitividad” de toda la industria y cifra en un 6% la producción que pierden las empresas por cortes de tensión

Vista general del polígono industrial de Balaídos. Marta G. Brea

El panal de industrias que rodea y abriga a la factoría de Stellantis Vigo (antes PSA-Vigo) es lo que ha convertido a la automoción viguesa y gallega en un polo de competitividad pese al empuje de la globalización o de países low cost que operan a tiro de piedra de Balaídos. Con una cartera ampliamente diversificada, las 200 empresas agrupadas en el Clúster de Empresas de Automoción de Galicia (Ceaga) trabajan en toda la cadena de valor para fabricantes de todo el mundo: la propia Stellantis, General Motors, BMW, Volkswagen, Mercedes, Porsche, Rolls-Royce, Fiat, RNA/Nissan o Toyota. Y lo hacen enganchadas a una red de suministro eléctrico que, ya en el año 2015, fue considerada ineficiente por los numerosos cortes de tensión que registraba.

Por este motivo, la Planificación de la red de transporte de electricidad 2015-2020 de Red Eléctrica Española (REE) incluía la construcción de una subestación que nutriría a la ciudad con una potencia de 220 kilovoltios (kv), en reemplazo de los 132 kv que recibe hoy en día. Con aquel proyecto enterrado definitivamente, como avanzó FARO esta semana, se da carpetazo no solo a las demandas de Stellantis de engancharse a la muy alta tensión –la factoría pierde cientos de vehículos al año por apagones–, sino a las de una industria que factura 11.200 millones de euros al año y da empleo a 23.500 personas. Ceaga también alza la voz contra la decisión del Ministerio para la Transición Ecológica: “Es una infraestructura crucial para la competitividad no solo de la mayor fábrica de automóviles de España, sino también para el conjunto de la industria de automoción y para la ciudad en general”.

Según ha expuesto el Gobierno central, ya no es necesario construir esa subestación –estaba presupuestada en 66,8 millones de euros en aquel 2015, cuando sí lo consideró prioritario– porque asegura que no se ha demostrado que la red de 132 kv sea deficiente. “Se carece de evidencias de que la calidad en el punto de conexión sea particularmente deficiente”, defiende.

Una explicación que contrasta tanto con el informe elaborado por el Grupo de Electrotecnia y Redes Eléctricas del departamento de Ingeniería Eléctrica de la UVigo o de TÜV SÜD Atisae, compañía líder en servicios de certificación e inspección. Y así lo constatan desde el clúster. “La red actual de distribución que llega a Vigo, de 132 kv, provoca cortes de tensión en muchas compañías del sector, y esta mala calidad del suministro eléctrico supone unas pérdidas de producción de un 6% en las empresas”.

Los estudios

Las irregularidades en la tensión de la red de 132 kv no solo anula las líneas de producción, con la paralización de líneas, sino que causa graves averías en los sistemas de software y hardware y la desprogramación de unos dispositivos autómatas cada vez más importantes en la actividad. El estudio de la UVigo expone que el impacto y asiduidad de los huecos de tensión disminuirá cuando el suministro de energía eléctrica proceda de la red de transporte en 220 kilovoltios.

“Ello es debido a que la tensión residual de un hueco de tensión registrado en el nivel de 220 kv es notablemente superior al del mismo hueco registrado en la red de 132 kv, lo que lo haría menos severo o incluso dejaría de ser considerado hueco y por tanto imperceptible para el proceso de fabricación”.

Una ley desfasada

Una conclusión idéntica a la obtenida por Ceaga tras realizar, en colaboración con TÜV SÜD Atisae, un análisis de la fiabilidad y calidad de la energía eléctrica suministrada a un panel de empresas miembro, analizando el estado de las instalaciones receptoras, inspecciones termográficas, redes de suministro, o calidad de onda. Las compañías que participaron de este estudio están en el Polígono de As Gándaras, Vincios, San Cibrao das Viñas y Mos. “La conclusión de dicho análisis –comparten las mismas fuentes de la organización– fue que la permisividad de la legislación vigente, permite unos niveles de calidad e interrumpibilidad que dañan seriamente la competitividad del sector del automóvil gallego”.

La realidad es que en la ley que regula las “actividades de transporte, distribución, comercialización y suministro” de energía eléctrica en España, y que todavía está vigente, los importes figuran en pesetas. Es del año 2000, cuando no había producción de modelos eléctricos ni se había avanzado en la automatización de procesos. De ahí que desde la factoría de Stellantis Vigo hayan advertido ya que “la situación será limitante para los planes industriales del futuro”, ya que “proceso de descarbonización en el que estamos inmersos” hará que la planta tire cada vez más del suministro eléctrico.

En dicha norma tan solo se fija la posibilidad de que los consumidores de energía puedan sufrir un número máximo de cortes de suministro superiores a tres minutos, que para el caso de Stellantis –por su ubicación, urbana, y la potencia de 132 kv– no podrían superar los ocho al año. El problema es que la factoría sufre huecos de tensión y microcortes de milisegundos, que no aparecen definidos en el decreto. 

La planta de Stellantis registra un apagón cada dos semanas

La factoría viguesa de Stellantis ha tenido que acometer en las últimas décadas inversiones millonarias de puertas hacia dentro para limitar el impacto de los microcortes en la actividad productiva, como por ejemplo con la instalación de 26 sistemas de alimentación ininterrumpida con una potencia de 3 MVA para desvincular equipos electrónicos y de control vitales de las perturbaciones del exterior. La inversión conjunta supera los 6 millones de euros, con un coste anual de 300.000 euros.

Aun con este despliegue de infraestructuras paliativas, la planta que dirige Ignacio Bueno no ha podido compensar las caídas en la red, en forma de huecos o microcortes de tensión. Solo en los últimos cinco años ha sufrido de media un apagón cada quince días, de acuerdo a la información oficial facilitada a FARO. Cada vez que se produce una perturbación de este tipo no solo se paraliza producción, con la consiguiente pérdida de decenas de vehículos, sino que se producen graves averías en los sistemas de software y hardware y la desprogramación de dispositivos autómatas.

En lo que va de año –hasta el 13 de septiembre–, la fábrica ha registrado 21 huecos de tensión, y previsiblemente superará la cifra computada en todo el año 2021. Hay que tener en cuenta que el colapso global en el suministro de semiconductores (microchips) ha paralizado la producción de ambas líneas en múltiples jornadas. Es más, estos 21 microcortes son los mismos que los contabilizados durante el año de la pandemia, cuando las máquinas de Balaídos estuvieron paralizadas durante semanas como medida de contención contra el avance del COVID-19. La mayor parte de estas perturbaciones en el suministro de la red de 132 kilovoltios fueron inferiores a 100 milisegundos, una franja que no contempla la ley del año 2000 que sigue vigente y que determina, para una infraestructura como Stellantis, que los consumidores de energía no pueden sufrir un número máximo de cortes de suministro superiores a tres minutos y ocho veces a lo largo de un ejercicio. Estas caídas de la red de milisegundos no aparecen en esa normativa.

Desde el año 2015, cuando entró en vigor la planificación de Red Eléctrica que sí incluía la construcción de una subestación para dotar a la fábrica de una potencia de 220 kv, Balaídos quedó a oscuras casi 450 veces. “Apelar a la normativa revela muy poca disposición del Ministerio por entender los problemas del presente y las necesidades del futuro”, indicaron a FARO fuentes de la compañía.

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